1973: Nixon, Chile y la música que marcó el mundo hace 50 años

por | 10 julio 2023 | Música, Reportajes

Hay años que suceden a otros sin que, en principio, tengan más consecuencia que el paso inexorable del tiempo. Algo así podía pensarse del año 1973, cincuenta años atrás, que se iniciaba de manera positiva, con la ampliación de la Comunidad Económica Europea a Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca o la reanudación de las conversaciones de paz de Vietnam en París. Pero lo cierto es que la década había empezado un tanto inquieta para los países de Europa Occidental, con una cierta sensación de que el impulso económico de los 28 años anteriores había comenzado a ralentizarse, con un horizonte en el que los nubarrones de una recesión económica se aproximaban desde la distancia.

Los últimos años de la década de los 60 en occidente habían consolidado o implementado los mayores avances en derechos sociales, económicos y laborales, así como civiles, convirtiendo los Estados sociales democráticos de derecho en una realidad que abarcaba toda la Europa democrática, con una derecha que había renunciado a sus máximas liberales capitalistas.

O eso parecía, porque lo paradójico es que la consecución de unas cuotas de bienestar social y libertades nunca vistas antes, habían acabado dividiendo a la izquierda occidental. Así, las continuas conquistas obreras, que no se reducían solo a lo distributivo, sino que llegaban a lo productivo y a la dirección de las empresas, fueron la clave de la fractura. Por un lado, satisfacían a la socialdemocracia que veía su modelo consolidado, reconocía la importancia de los comunistas con su poder sindical y electoral, lo que les permitía separarse de la URSS, pero por contra dejaba insatisfecha a una izquierda estudiantil radicalizada que había derivado hacía utopías con mucha influencia teórica y los nuevos movimientos sociales.

El antifascismo, primero, y el tablero de la guerra fría después impedirían procesos ajenos a las llamadas vías democráticas. Esto provocó que el asalto a los cielos teorizado y fracasado en el mayo parisino del 68, llevara a sus protagonistas a una crítica desaforada a socialistas y comunistas, provocando una división en la izquierda entre partidos políticos y activismo social.

El debate guerra civilista de la izquierda impidió interpretar que las señales de recesión e inflación traían además a un fenómeno olvidado como era el del desempleo. Además, las estrategias enfrentadas de cómo llegar al socialismo, dejaron en un discreto segundo plano a grupo de economistas y politólogos, encuadrados en la llamada Escuela de Chicago, que iban a aprovechar la crisis económica para proponer una vuelta a la primera mitad del siglo en toda regla, secuestrando a todo un país para sus crueles experimentos: Chile.

El país andino había iniciado la década con la victoria electoral, el 4 de septiembre de 1970, de la Unidad Popular, alianza de socialistas, comunistas y cristianos de base encabezada por Salvador Allende. En tres años, Allende había nacionalizado los sectores estratégicos de la economía, acabado con el desempleo y reducido la pobreza a poco más que un recuerdo, y todo ello sin un solo disparo, con la ley en la mano.

Ese transitar democrático hacia el socialismo, conocido como la “vía chilena”, era un ejemplo atractivo para las izquierdas de países europeos como Francia, Italia, Suecia o la misma España, y demasiado peligroso para que los EE. UU permitieran su contagio. Así que Richard Nixon y su oscuro secretario de Estado se pusieron manos a la obra para acabar con la Unidad Popular chilena, instigando el golpe de Estado más sangriento y violento de la historia. El 11 de septiembre de 1973, Salvador Allende moría en La Moneda y con él miles de chilenos y chilenas. Empezaba la dictadura del rastrero general Pinochet, que recibiría todo el apoyo de la Escuela de Chicago, con Milton Friedman como su asesor económico; con él, la pesadilla que llegaría a Europa en 1979.

Si nos detenemos en la música producida durante ese año, veremos cómo no llega a avistarse un reflejo de los cambios que iban a transformar el mundo tal y como se había conocido hasta ahora. La industria musical no iba a permanecer ajena. Lo cierto es que el año 1973 se inició, musicalmente hablando, como una continuidad de lo que se había hecho en el 1972, año más renovador en la producción musical, que no preveía el cambio de paradigma que se estaba a punto de producir.

El glam rock, que desde 1971 había revolucionado parte de las bases musicales del rock, se había convertido en la primera disidencia al excesivo rock progresivo que tanto había alejado la música popular de sus raíces. Ese retorno a la frescura directa del rock and roll, tenía como uno de sus responsables a David Bowie.

Bowie publicaría en 1973 Aladdin Sane el que sería su sexto álbum, ya consagrado como estrella del rock, después del espectacular e inapelable The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars publicado el año anterior. En su nuevo trabajo Bowie seguiría explorando los límites del glam y del art rock, con una instrumentación variada más allá de la clásica del rock, con guiños al jazz y el minimalismo que se daban la mano aquí, con unes guitarras afiladas que plantan cara a las bandas progresivas, y servirán de enlace con el punk posterior.

En la linea del proto-punk se encontraba el tercer y último trabajo de The Stooges. Áspero y sin concesiones, la banda liderada por Iggy Pop se despedía, dejando una semilla de guitarras sobresaturadas que convertían Raw Power en uno de los antecedentes directos de la explosión punk tres años después. Además, el fracaso comercial del álbum, todo y estar producido por el mismísimo David Bowie, ayudaría a convertirlo en un disco de culto para los que darían los primeros pasos en el punk. Hay que destacar que precisamente Raw Power llevaba consigo una marginalidad y protesta subterránea que leía perfectamente lo que era la década en los EE. UU.

En la línea de la provocación estética, que recordemos tan importante será en el punk posterior, destacan Roxy Music y su For Your Pleasure. Considerado una de las cimas del glam rock británico, profundizaba en la línea del que había sido su homónimo álbum de debut, sólo un año antes. La propuesta musical y estética de Bryan Ferry y Brian Eno, en realidad iba más allá del glam, e introducía un rostro del rock and roll con una imagen y contenido hedonista e individualista, mal visto años atrás por un rock más politizado, o cuanto menos, más involucrado en la realidad social. Musicalmente marcaban las pautas de lo que será el movimiento new romantic e incluso el synth pop, gracias a un Brian Eno en estado de gracia compositiva, que abandonará poco después la formación londinense para iniciar una carrera en solitario.

En 1973, la administración republicana estadounidense presidida por Richard Nixon, llevaba ya un lustro desmantelando las conquistas laborales de sus predecesores demócratas, mientras seguía inmersa en el genocidio de la guerra de Vietnam. Esas políticas neoliberales primigenias iban deprimiendo cada vez más a una sociedad estadounidense, en la que encajaban perfectamente las canciones de un músico de California que debutaba ese año con un álbum redondo, Closing Time. Tom Waits cantaba a perdedores de todo tipo, personajes subalquilados en los márgenes del sistema estadounidense que intentan escapar, sin conseguirlo, a través de las largas autopistas (metáfora permanente del final de la escapada).

Los protagonistas de las canciones de Bruce Springsteen, nuevo cronista social que recuperará el activismo político de los trovadores folk de los EE. UU como Pete Seeger o el primer Bob Dylan, también recorrerán carreteras en su huida. Cada canción contenida en su álbum de debut, Greetings from Asbury Park, N.J. grabado junto a su leal E Street Band, era una denuncia, una reflexión, un retrato de los que quedaban fuera del sueño americano de los republicanos, o que sacrificaban sus vidas en Vietnam, tema recurrente en la obra del cantante de New Jersey. Algo similar veremos en su segundo trabajo, The Wild, The Innocent and the E Street Shuffle, publicado también en 1973, con un Springsteen que combinará una mayor contundencia en las letras, con un sonido más cercano al rhythm and blues de la mano de la E Street Band.

Quienes probablemente no se imaginaban que iban a protagonizar un revival de la década anterior eran The Who. Su excelente álbum Quadrophenia (concebido como su segunda ópera rock después de Tommy) está ambientado en la Gran Bretaña laborista de pleno empleo, y supone un retorno a los 60, a partir de las desventuras de un mod de clase obrera por las calles de un Londres que se parece más al que ya se vislumbra en los 70 y que cuajará con toda su crudeza en el invierno del descontento. Los problemas del protagonista para encontrar trabajo fruto, de su personalidad, están más cerca del retorno del paro que azotará de nuevo a la sociedad británica. El disco tendrá su correlato en 1979 con la adaptación cinematográfica, que supondrá la explosión de un nuevo movimiento mod, que influido por el punk tendrá a The Jam como nuevos mesías.

Un año tan sombrío como 1973 tendrá, sin duda, su contrapartida positiva de la mano de un músico que la crítica había dado por perdido, Paul McCartney. Fue el año en el que el genio de Liverpool se puso manos a la obra, para demostrar que Red Rose Speedway, no había sido un espejismo, sino la confirmación de la recuperación del talento compositivo del músico británico, después de la durísima experiencia personal que había supuesto la traumática separación de The Beatles en 1970.

Con la publicación de Band on the Run Macca no solo revitalizaba su carrera y la de su nueva banda, Wings, sino que volvía a despuntar como el gran compositor que había sido, y además sin la compañía de John Lennon. Considerado de manera unánime como el mejor disco publicado por un beatle en solitario, fue el propio Lennon el que afirmó “Band on the Run es un gran álbum. Wings es una banda casi tan conceptual como la Plastic Ono Band. Puedes seguir llamándoles Wings, pero es la música de Paul McCartney. Y es una música excelente”. De nuevo, una vez más era un beatle el que ponía luz y unas gotas necesarias de optimismo ante lo que se avecinaba.

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