Adictos a las piruetas de riesgo, los granadinos Lagartija Nick editaron a finales del año pasado uno de los trabajos más ambiciosos y singulares de ecosistema rock español. Los cielos cabizbajos (Montgrí, 2019) pone música a los textos que dejó Jesús Arias, hermano de Antonio Arias, para un poema sinfónico que pretendía rendir homenaje a muchas de las ciudades devastadas desde el cielo por el odio y el salvajismo de las guerras del siglo XX, ya fueran Guernica, Nagasaki, Hiroshima, Sarajevo o Somalia. Un tributo a las víctimas del horror, que se erige en fabuloso compendio de poesía, periodismo y electricidad rock en estado puro.
Fotos: Antonio Olmedo
La banda que completan Eric Jiménez, Juan Codorniu y Miguel Ángel Rodríguez, incombustible e irredenta tras tres décadas de carrera transitando por los caminos menos trillados de nuestra música popular, se apresta a presentarlo como se merece, con un gran coro, sección de cuerda y piano, unos 25 músicos sobre el escenario, el formato que su hechura demanda. Lo harán el viernes 28 en Valencia (La Mutant). Hablamos largo y tendido con Antonio Arias.
Sois una banda que siempre se ha planteado retos a sabiendas de que posiblemente serían titánicos y muy poco rentables, al menos a corto plazo ¿no? Ocurrió con Omega (1996), con Val Del Omar (1998) y ahora con Los cielos cabizbajos (2019).
Sí, aunque no es una huida hacer adelante, ni un suicidio planeado. Tiene más que ver con la entrega a tu trabajo. Hay trabajos que necesitan una vida, que la piden o que te la dan, y ahí el esfuerzo no significa tanto porque el proyecto es tan apasionante, y te va a llevar tan lejos, que tienes que abandonarte, sabiendo como sabemos que unas veces es una apuesta valiente y otras puede ser como un suicidio. A Val Del Omar (1998) era lógico que lo envolviéramos de ese aura, y en el caso de este disco es un tema que duele mucho cantarlo, que duele mucho mucho leerlo, que duele mucho verlo y duele mucho escucharlo, y eso es lo más importante. Ya con Omega (1996), que lo has mencionado, se demostró que los discos tienen su vida propia. Echan a rodar a su manera. Lo primero es entregar algo, y luego ya veremos lo que pasa. Nosotros hacemos todos los discos con el mismo cariño, entrega y esfuerzo. Unos salen de una manera, otros de otra. Aunque sí que hay un aura que envuelve algunos discos, que se nota que son especiales.
Vuelve a ser un disco muy marcado por la muerte de tu hermano Jesús, como ya lo era el anterior, Crimen, sabotaje y creación (2017), pero en este caso mucho más, obviamente, porque retoma un proyecto que él no pudo acabar… ¿sentías que concretarlo era como saldar una deuda con él?
Sí, claro, está el concepto de todas las fases del duelo, la sensación de que podías haber hecho más, pero con este disco volvemos a lo que te decía de la vida propia de algunos discos. En un principio quisimos hacer un concierto para que no se perdiesen las canciones en la memoria, pero al entrar en ese material y ver la capacidad que nos daba para explorar sobre nosotros mismos, o ver cómo su muerte adquiría otro significado y nos empujaba desde el más allá… una cosa es hacer una actuación puntual en Granada, y grabarla, pero esto fue distinto desde el momento en que nos metimos en su material, desde que rescatamos su poesía con ese valor que tiene, hurgando en la memoria, como si hubiera una guía espiritual que nos llevaba de una cosa a la otra. Ante eso no solo había un sentimiento de deuda, sino también el de asombro y reconocimiento al valor de la obra. Mi hermano, en vida, tenía su grupo, pero su grupo no valoraba sus canciones. Pero esto era lo que él quería. Nosotros hemos limpiado un poco el camino de su corazón.
Te iba a preguntar justo eso, si el proyecto no vio la luz porque Jesús no llegó a tiempo o porque no contó con quienes le ayudaran a hacerlo.
Eran canciones de hacía muchísimos años. Yo recuerdo, cuando las oía en su casa, decirle: “Jesús, yo te lo produzco pero cántalo tú, tío”. La temática también era muy dura. Y muy compleja. Pero una cosa es atacar ese repertorio, y otra es compadecerse de ello. Me ha costado cinco años poner un poco de orden. A mi hermano siempre le ha pasado que no le han comprendido en su momento, pero por otro lado es para compadecerlo.
He leído en algún sitio que los textos son poesía, están concebidos como tales, y no con estructura de canción. ¿Fue complicado acoplarlos a ese formato de canción pop, que se rige por otros criterios de métrica y hasta de sonoridad?
Partíamos de una demo que él tenía como letra, “Buenos Días, Hiroshima”, por ejemplo. La tenía ya escrita como letra de canción. Y de pronto yo descubría todas las versiones previas: una en formato de poema, otra en formato de versión muy primaria… y eso nos daba la posibilidad de, sobre el texto que él dejó más fijo, que a todo lo demás, en otra métrica, le aplicáramos otro tipo de melodía. Es de las pocas veces que lo hemos hecho, y aquí ha salido muy bien. O en “Intrusos”, que tenía una adaptación del “Ça plane pour moi” (Plastic Bertrand), que parece que va a acabar la canción y aparece otro chorro de estrofa y letra, todo eso demuestra el caudal poético que tiene Jesús. El patronato García Lorca y la Casa Museo han editado un poemario, Un jardín contra tu nombre, en el que hay trozos que aparecen como letras. Sin embargo, el poema de “Guernica”, sí la tiene como poema, y no como letra de canción. Pero va todo en su estructura, muy apelotonada, muy punk. Pero ya te digo, algunas se podían terminar desde las demos y en otras tenías los poemas y… por ejemplo, “Guernica” se hizo sobre cuatro acordes que dejó escritos la noche de su muerte. Lo primero que va a descubrir la gente cuando escuche el disco es un espíritu poético rompedor, solidario, punk y lorquiano, que dialoga constantemente con la gente que le interesa.
El disco parece un compendio de las atrocidades del siglo XX. Me recuerda, por espíritu, al The Drift (2006) de Scott Walker, con ese tono de elegía de un siglo brutal.
Sí, en el que hablaba sobre Mussolini y todo esto, ese disco está de puta madre. Scott Walker tiene esa capacidad de oscurecerlo todo. Como en Tilt (1995), que tanto nos influenció en los tiempos de Omega (1996). A él no le daba miedo hablar de esos temas. Es verdad, no me había fijado, porque cuando hablaba con Jesús de esa temática, yo le decía “¿pero cómo escribes eso? A la gente le va a repeler, que si la madre muerta, que si la madre violada…” Pero sin embargo, como bien dices, Scott Walker ya había cantado sobre el asesinato de la novia de Mussolini, que viene a ser una traslación de esa crueldad. La música puede estar al servicio de ese mensaje. Son cosas que no quieres ver ni oír, no quieres que invadan tu espacio. Crea una reacción humana bastante comprensible. Pero no por eso dejan de tener vigencia, fuerza y valor. Mi hermano parte de este mensaje más o menos abstracto de que el amor es imposible en un mundo imposible, pero sin embargo, cuando acaba el disco, no te quedas con la sensación de que el amor sea el perdedor de la obra.
Hay luz al final del túnel, ¿no?
Exactamente. Y que viene determinada por el mismo muestrario, por la misma agonía de las víctimas. Esto de acercarse tanto a ellos y visibilizarlos, en un mundo en el que casi comprendemos y justificamos a los asesinos, ya es bastante potente.
El disco trata sobre cómo se ejercía el control del poder en el mundo a través del refinamiento de la inteligencia, al servicio de la guerra. ¿Crees que hoy en día ese control ya no se ejerce a través de los ejércitos, sino de una manera mucho más sutil pero también muy peligrosa, a través de la información, del control de nuestros datos en las redes sociales y de la forma en que se difunde información falsa y la aprovechan los nuevos populismos?
Claro. ¿Dónde está el enemigo? ¿Cuál es? En el cómic El eternatuta, el invasor o el enemigo siempre se presenta de una forma distinta. Y nunca se llega a definir. En esa indefinición se pierde el odio y se crea el sentido de víctima de “algo habremos hecho”, pero como bien dices, o como diría Stephen Hawking, ahora las guerras tienen lugar en una realidad tan compleja que la gente no se da ni cuenta de ese control del ocio que nos está dominando, esa venda que tiene la gente en los ojos. La tecnología también tiene el carácter de hipnosis, y a veces nos impide ver la realidad. Y parece que ni siquiera nos corresponda mirarlo desde fuera o desde un punto de vista crítico. La imagen pública que proyectamos de nosotros mismos también nos atenaza.
La letra de “Europa Ío” califica el continente como “la ilusión de eternidad”. Inevitable preguntar por la salida del Reino Unido. ¿Es solo eso Europa, una ilusión? ¿Incluso algo en estado de muerte cerebral, como cantaban Ilegales hace ya muchos años?
También hay una crítica, en “Acción, reacción”, en la que dice “Bruselas genocida”. El concepto europeo solo basado en lo económico aleja la función emocional y unitiva de la gente. Es el principal obstáculo. Pero por otro lado también hay como un sentimiento de culpa para nosotros como andaluces que nos llega de Bruselas, como si fuéramos la policía de Europa, con las concertinas… ayer mismo vimos en la tele que las deportaciones a Mauritania llevan a la gente de Mali a países que están a miles de kilómetros de distancia, o sea que también eso nos enfrenta a nuestro propio sentido de la culpa. Pero en nuestro caso no creo que tengamos un sentimiento nacionalista tan exacerbado como para culpar solo a Europa. Al menos en el disco se trata de esa manera. Mi hermano crea puentes donde solo hay murallas.
Sí, el discurso antieuropeo aquí, al menos de momento, no ha centrado el debate político ni ha sido una herramienta electoral.
La nieta de Le Pen dijo el otro día que le resultaba muy emocionante que Vox hiciera propio su discurso porque en Francia ya nacen más apellidos árabes que franceses. Y nos lo dice a nosotros, que todavía no llevamos el mismo tiempo desde los Reyes Católicos que el que atravesamos antes con los árabes. Vamos, que aquí los apellidos ya eran totalmente árabes (risas). Costará que ese discurso llegue tal cual aquí, lo que no significa que no lo pueda hacer. Los medios de comunicación también silencian muchas cosas. En Granada, por ejemplo, hubo manifestaciones de apoyo a Catalunya hace unas semanas, es algo que hablo muchas veces con mis amigos catalanes. Hay un sindicato de obreros cuya imagen pública es que asaltan supermercados, está todo tan controlado por los medios que parece que nadie se solidarice con nadie. Pero existe esa solidaridad. También es verdad lo que dijo Wyoming, que aquí no hace falta que llegue la extrema derecha, porque ya estaba ahí.
¿Cómo surge la colaboración de Jon Sistiaga?
Le habíamos visto en bolos de Lagartija, también en los de Soleá Morente. Es un melómano tremendo, charlábamos bastante. Hasta que en este disco, viendo la importancia que tiene el periodismo en el álbum, que una canción como “Sarajevo” ya empieza como una noticia dada a destiempo, vimos que podíamos contar con él. Para mi hermano, el libro de estilo del periodismo es un libro de estilo de arte. Es una manera de reflejar el afecto por mi hermano no solo como músico o poeta, sino también como periodista. Hay cosas en el disco que solo puede saber alguien que ha estado en un territorio en guerra. El otro día, en Madrid, pudimos cerrar el concierto con Jon Sistiaga en “Somalia”. También es divertido pensar en que el único colaborador del espectáculo fuera un periodista. Un músico no podría ser, porque ya no caben más (risas).
Publicáis el disco en Montgrí, el sello que se montaron Cala Vento para editar los suyos. ¿Por qué?
Editamos el último con Universal, y este, como tenía esos componentes más extraños, y nuestro manager es el mismo de Cala Vento, y como tampoco servía de nada una promoción estándar… también nuestra responsabilidad sobre cómo difundimos nuestro trabajo hace que estemos más comprometidos. El resultado es mejor. Se tarda un poco más de tiempo, porque la promoción de una multi es muy fuerte, pero lo primero que vimos es el compromiso con el trabajo, que aquí estamos todo el mundo envolviendo discos y poniendo carteles. Y es que si no, no sale. También es un sistema de trabajo habitual, hacer algunas cosas con una multi, y otras con sellos independientes. Alternarlos. Lo más importante, de todos modos, es la libertad del patrimonio.
Muchos de vuestros discos gozan de una onda expansiva a largo plazo, en su momento son incomprendidos o ignorados¿Tenéis sensación de rara avis?
Nos hizo sentirnos raros en su momento, pero luego comprendimos que durante la gestación de discos como Omega (1996), estábamos solo pendientes de la creación, para nosotros era tan interesante que no vimos lo que se fraguaba alrededor. En ningún momento pensamos que no fuera a gustarle a la gente o a la crítica. En este disco es distinto, por toda la experiencia anterior acumulada. Sigo acordándome de lo que me decía Morente: “Antoñico, nuestros discos son para diez años más tarde”. Pero son sistemas orbitales distintos. Omega (1996) era como un planeta alrededor del que giramos durante unos años. Y este será otro planeta, que no necesita el reconocimiento para que su mensaje sera eterno. Es tan satisfactorio solo hecho de sacarlo, tal y como también ocurrió con Omega (1996), que me quedo con esa sensación. Trabajar con la emoción es algo que aprendimos con Enrique (Morente). El esfuerzo es tan gratificante que lo otro no tiene tanta importancia. Ya lo defenderemos. Y siempre habrá bares donde se pueda tocar con una acústica. Al público que le llega, sabe valorarlo. Mi madre me dice últimamente “Antoñín, esto lo podías haber hecho con tu hermano en vida”. Y yo le digo “¡Es que en vida él ya tenía su grupo!”. No vamos a manejarle la vida a nadie. Ahora me lo tomo con alegría, pero sí es verdad que al principio, como me preguntabas al empezar la entrevista, tenía la sensación de que esto tenía que haberlo hecho. Pero tampoco era tan fácil, no lo podía hacer volando. Esto me ha costado cinco años.