En la cada vez más frondosa escena de la música urbana, Cactus se desmarcan con un segundo trabajo que exprime con avidez distintas vertientes (latintrap, afrotrap, hip-hop o reguetón). Roma (Halley Records, 2019) habla del amor, y su reverso, el desamor, porque «nos enseñaron a querer, pero no a ser queridos». Y lo hacen en valenciano y abrazando con descaro sonidos comerciales jugosos y pegadizos como la resina, sin renunciar a alguna pincelada contestataria. Fragmentos de un discurso amoroso actualizado para la era de Instagram. Charlamos con los vocalistas Eldemuro y Samantha Gilabert (recién admitida en Operación Triunfo 2020), y el guitarrista Miquel Garcia (exmiembro de El Diluvi). El jueves 30 de enero actuarán en 16 Toneladas Club Rock junto a Prozac Soup.
Procedéis de entornos musicales muy diferentes (algunos pensarían que irreconciliables). ¿Cómo surgió Cactus? ¿Fue complicado el camino que os llevó a encontrar el sonido que buscabais?
Justo ahí está la gracia de Cactus, intentar conciliar estilos musicales que a priori parecen muy distantes. Hoy en día es complicado aportar algo nuevo a la industria musical, pero creemos que lo estamos consiguiendo justamente por seguir un camino distinto al habitual. Aunque también creemos que si no aportas nada nuevo… tienes poco futuro. Cactus surgió de la inquietud musical de Miquel, Eldemuro y Samantha. Hace ya unos 5 años que andamos trabajando en el proyecto, aunque con solo año y medio de actividad pública. La verdad es que ha costado mucho esfuerzo y trabajo encontrar un estilo en el que todos nos sintamos a gusto. Aunque ahora estamos en un punto en que ya salen solas las ideas y las canciones.
Tanto en vuestro primer disco, como en «Roma», que acaba de ver la luz, contáis con la producción de Mark Dasousa (Atomic Studio). ¿Hasta qué punto ha sido clave a la hora de modelar vuestra música?
Es un miembro más del grupo. Mark aporta todo lo que tiene en cada producción, en cada día que pasamos en el Atomic Studio. Influye hasta tal punto que Cactus no estaría donde está. Si no fuese por él, sería un proyecto totalmente distinto.
«Roma» recorre distintas vertientes de la música urbana (latin trap, afro trap, hip-hop o reggaetón) y su sonido revela mucho mimo. ¿Es este un disco más ambicioso que vuestro debut?
Tenemos más experiencia dentro de la música urbana, en este disco, y eso se nota. El trabajo que venimos realizando desde hace tiempo está dando sus frutos, y a la hora de elaborar las producciones, y plasmar musicalmente las ideas que nos rondan la cabeza, todo es mucho más fácil.
En «Gossa-te-la», un tema divertido y vitalista, hacéis un guiño a «Contando lunares» de Don Patricio, una de las canciones por excelencia del pasado verano. ¿Aquellos que os acusan de plagio desconocen los códigos del hip-hop?
Todos los artistas beben de otros artistas. Aunque a veces se note, y otras no, todos generamos inspiraciones a nuestro entorno, y todos nos inspiramos de lo que nos gusta. Y esto se plasma en las obras, ya sean musicales, artes plásticas, literatura… Concretamente en «Gossa-te-la», utilizamos un gancho de Don Patricio de forma abierta y sin complejos, y la verdad es que queda muy bien. Respecto a los códigos, el hip-hop nace de samplear otros temas, para crear ritmos y bases donde rapear por encima, por tanto, está en la pura esencia de este estilo, el sampleo. Pero todos los demás estilos lo hacen también, aunque tal vez se difumina y se le da un toque personal para que no sea evidente.
Manel, un grupo ajeno al hip-hop, sorprendía en su último disco por el uso de samplers. ¿Mezclar usos de músicas distintas, como proclamabais en «Frankestein», rompiendo viejos prejuicios, es el camino para crear algo nuevo?
Lo que está claro es que con el rock, el ska y el punk, tan característico de la escena musical valenciana, donde Obrint Pas, La Gossa, La Raíz, Aspencat… han sido tan y tan buenos, va a ser complicado mejorar lo que ellos ya hicieron, por tanto, si queremos llegar a más gente, habrá que probar nuevas fórmulas, y en ello estamos.
Partís del bolero «Si tú me dices ven» en «Ho deixe tot» para cantar al desamor en la era de Instagram. ¿Por qué esa cita a Los Panchos?
Nos encajaba bien hacer un hip-hop clásico dentro de un tema tan conocido, además la idea que transmitían se asemejaba mucho a lo que sentíamos durante los meses de composición. Probamos el sampler, y quedaba bonito, así que fue hacia adelante.
Desde el título del disco, «Roma», la palabra «amor» leída del revés, hacéis referencia al amor y su reverso, el desamor. ¿Son ahora los afectos más volátiles o simplemente deberíamos aprender a amar de otra forma?
Es el concepto de amor el que debe cambiar para que no se convierta en una fuente de sufrimiento. El amor tóxico no debería tener cabida. La clave está en una/uno mismo. Desde que somos niños nos enseñan a querer cosas. Querer novio, novia etc. Pero no a cómo tenemos que ser queridos, ni a querernos a nosotros mismos; eso es lo primordial, buscar dentro de nosotros los motivos para querernos, porque el amor de nuestra vida no es ninguna media naranja, es una/o mismo/a.
Abrazáis sin ningún complejo los sonidos comerciales. ¿Existe en la escena valenciana temor a mostrarse comercial? ¿Puede haber cierto esnobismo detrás de esto?
Mirad en vuestro entorno a las personas más cercanas que tenéis. Sus teléfonos, coches, ropa… todo es comercial y de marcas que no son baratas precisamente, y nadie tiene ningún problema con ello. En música parece que mola más escuchar algo alternativo, para no parecer, no sabemos exactamente el qué. Hay que empezar a quitarnos la careta y dejar la falsedad de lado, que bastante falso es el mundo ya en sí, como para hacerlo todavía más. Lo alternativo y lo comercial no son más que simples etiquetas, como todo en la industria musical.
En poco tiempo el relacionar el uso del valenciano a un determinado tipo de música ha quedado obsoleto. Sin embargo, puede que con vosotros este avance dé un nuevo paso. ¿Lo sentís así?
Buena pregunta, de hecho, es uno de nuestros principales objetivos. La etiqueta música en valenciano debe pasar a mejor vida ya. No tiene ningún sentido seguir utilizándola, el estilo viene determinado por las características o instrumentos que se utilizan para producir la música, no por la lengua en la que se canta. Si queremos ser un País normal, hay que normalizar la música también.
Entre las canciones del disco encontramos dos colaboraciones, una con Prozak Soup y otra con La Fúmiga. ¿Cómo ha sido contar con ellos?
Son los compañeros de escena con los que compartimos estudio de grabación, escenario, conciertos, ambiciones y mil movidas más. Al final estamos codo a codo en esto, así que tenemos que apoyarnos entre nosotros y pasar un buen rato haciendo lo que nos mola, que es crear música.
Casi todos los géneros urbanos han pasado por el rechazo. Cuando nació el hip-hop se decía que no era música, y ahora ocurre algo parecido con el reggaetón (género que abordáis de forma muy sui generis en «Frankestein»). En alguna canción incluso incorporáis el uso del autotune. ¿Es cuestión de tiempo que se dé un cambio de paradigma y se valoren estas músicas por parte de la crítica?
Todos los estilos musicales pueden tener algo bonito. Como en todo, dependiendo de lo que se trabaje, y el modo, se puede llegar a alcanzar verdaderas obras de arte. Y hoy día, poca gente duda que en el reggaetón hay auténticas obras musicales tremendas. Es un estilo más.
Os mostráis muy activos a través de Internet y vuestros videoclips están cuidados al detalle. ¿Ha cambiado la red la forma en la que se gestan los fenómenos musicales? ¿Es esa relación directa con el público, que ya no necesita de mediadores, parte del éxito de la música urbana?
La verdad es que disfrutamos mucho sentándonos delante de un papel en blanco, escuchar las canciones, y empezar a dibujar lo que se nos viene a la mente. Además, solemos trabajar con gente experimentada en el tema de videoclips, y los resultados suelen ser muy positivos. La música urbana, y el auge de las redes sociales, han hecho que la comunicación entre artistas y público, sea muy directa. La verdad es que es algo muy positivo para los artistas, no tener que esperar a que echen tu videoclip en Sol Música, como hace un par de décadas, para poder ver los que te gustan. O tener que ir a la tienda a comprar un CD, ahora ya está todo directamente en Youtube o Spotify.
Samantha está entre las finalistas para entrar en Operación Triunfo 2020. ¿De qué forma estáis viviendo este proceso?
Con mucha ilusión. Es un sueño del que puede disfrutar muy poca gente, y cuando te pasa a ti, no te lo terminas de creer, así que habrá que disfrutar el sueño.