El poeta medieval Ausiàs March escribió “El cant espiritual” temeroso del castigo divino. Por eso expuso con sinceridad sus debilidades, diseccionando su alma en cada estrofa. Carles Dénia (Gandia, 1971) aprovecha estos versos exaltados, casi esquizofrénicos, para crear una versión musical vehemente, íntima, mística y delirante. Situado entre el folk y el flamenco, este trabajo, al tiempo espiritual y visceral, rompe con sus empeños anteriores más vinculados a la tradición musical valenciana.
Foto: Dani Àlvarez
El cant espiritual es la obra cumbre de Ausiàs March. ¿Qué representa para ti este poema? Se trata de una obra muy compleja pero sus imágenes, muy potentes, pueden sacudir al lector contemporáneo.
Para mí lo que representa es la inspiración. Encarna una poesía que te traspasa solo con su sonido. Se trata de un texto duro, con momentos realmente increíbles.
Nadie se había atrevido a musicar este poema de forma íntegra. Imagino que no habrá sido precisamente una labor sencilla.
No ha sido sencillo, es un poema muy largo, con un lenguaje complicado y mantiene siempre el mismo ritmo. La idea principal era sacarle al texto el jugo que yo quería, destacar la lucha del amor contra el miedo. No se trata solo de un poema religioso, es un poema filosófico clave en nuestra literatura. El resultado es una descontextualización de este poema, acercado a una visión contemporánea. Más allá de condicionamientos coyunturales, se trata de una contienda metafísica atemporal. Yo quería hacer un disco contemporáneo con una temática fuerte. Quería también que la gente le diera la atención que merece el poema, ahora que queremos que todo sea rápido y nos lo den todo hecho. El resultado tiene una onda muy salvaje.
En tu propuesta musical vuelve a entrelazarse el jazz, el flamenco, las raíces mediterráneas e incluso el bolero. ¿Te planteas ponérselo difícil a los que gustan de acuñar etiquetas?
No es algo premeditado, en estos discos más libres se reflejan los estilos que he venido tratando. Hay romances, algo de flamenco, pero no es algo que me planteo.
Supongo que será una lucha que cuajen estos elementos tan dispares en un todo coherente. Por otra parte, puede que sea la mejor forma de encajar la riqueza y la diversidad de este poema, un viaje atormentado e introspectivo que es también una confesión visceral.
Yo quería plasmar ese punto de esquizofrenia que tiene el poema y que plantea saltos muy arriesgados. Es también el aire que tiene el disco, con sus subidas y bajadas inesperadas. También quería que fuera gustoso de escuchar pese a su complejidad.
El disco cuenta con una portada muy bella. Y en las fotos te podemos ver en un bodegón, un tanto siniestro, que dialoga con el contenido del poema.
Sí, es una obra que el artista valenciano Artur Heras me dejó utilizar para el disco, un lujo. Y las fotos ilustran con ese bodegón sanguinario esa lucha entre lo carnal y lo espiritual. Reflejan la potencia del poema y su vigencia.
No es la primera vez que, con una perspectiva tan libre, te acercas a la literatura. “El paradís de les paraules”, que ganó los premios Ovidi Montllor a mejor disco de folk y mejores arreglos, fue un paseo por paraísos perdidos y recobrados en compañía de poetas andalucíes.
Creo que fue el disco con el que me consolidé. Tenía un temática opuesta a “El cant espiritual” pero lo animaba la misma libertad creativa. “El paradís de les paraules” fue una celebración de la luz, la amistad, el amor, el hedonismo. “El cant espiritual”, en cambio, es un viaje introspectivo y siniestro.
Resulta curioso como la música tradicional ha sido ninguneada. Ahora, con Pep Gimeno “Botifarra” o propuestas más heterodoxas (Maria Arnal i Marcel Bagés) parece que tiene más difusión. ¿Lo ves como una moda o crees que las cosas están cambiando?
La música tradicional valenciana no estuvo valorada por motivos políticos y sociales. Ahora se ha recuperado pero de forma diferente. Es una lástima que se cante y se baile tan poco. Desde luego en los últimos años ha habido un resurgimiento grande. No debería quedarse en una moda, que la gente lo cante, lo practique y lo enseñe a sus hijos. Se debería reactivar esa cadena, que se ha roto, y que es muy difícil que se recupere. Todavía estamos a tiempo, en Andalucía se ha mantenido. Por otra parte, me sorprendió el eco que tuvo mi colaboración con la Gossa Sorda. Cosas así me llenan de esperanza.
Con “L’home insomne” pusiste el foco en el patrimonio musical valenciano. En la primera canción, “La tradició mal entesa”, defendías la necesidad de sacar este material del ámbito museístico y dejar las huellas de la propia sensibilidad. Sin embargo, el disco era también una reflexión contra la tiranía de la modernidad. Tu inconformismo apunta a frentes aparentemente contrapuestos.
No es nada nuevo ese debate, pero quería hacer una pequeña crítica desde la misma tradición de la que bebo. Quise hacer un trabajo tradicional de “cant d’estil”. Por una parte criticaba el anquilosamiento museístico, pero también necesitaba reivindicar la importancia de estudiar, de tener una base, a la hora de abordar la música tradicional. Mi crítica iba a esos dos aspectos.
Participas en una revisitación de la ópera “Carmen”, de Bizet, que está teniendo un amplio recorrido en Holanda, país al que estás vinculado musicalmente. ¿Qué te aportan estas incursiones en las que el elemento dramático tiene más importancia?
Es una versión moderna con un conjunto clásico, otro de jazz y otro flamenco, que se integran milagrosamente. Hemos visto los teatros llenos durante tres meses y ha sido muy gratificante. En breve volveré a encarnar a Escamillo, el toreador. Una experiencia muy hermosa.