A estas alturas escuchar un nuevo disco de Doctor Divago siempre es una apuesta segura; desde hace más de 30 años el grupo liderado por Manolo Bertrán es sinónimo de rock contundente pero con un toque de sensibilidad que consigue atrapar al oyente. Las letras de sus canciones siempre han escondido una curiosa poesía moviéndose entre lo costumbrista y la melancolía capaz de emparentarles con ilustres nombres como 091 o Lone Star, y que, a su vez, aporta una calidez y familiaridad continuamente presente en todos sus trabajos.
Su nueva entrega, La tierra prometida, no es una excepción y podríamos definirlo como otro excelente disco que alimenta una de las carreras más sólidas del rock hecho en Valencia: detrás de una bella portada, obra de Antonio Chumillas “Chumi”, en la cual un indígena y una astronauta se dan un apasionado beso se esconden diez canciones que se atreven a navegar entre la furia rockabilly de “De puntillas (mejor dicho, levitando)” y la tranquilidad taciturna de “Ojos de serrín”; entremedias el grupo consigue encontrar hueco para dar rienda suelta a su espíritu punk (“Tan ocupado”), citar a su buen amigo Cisco Fran en ese sorprendente ejercicio de pop sesentero que es “La gloria y los insultos” y dejar caer los cameos de Mowgli y Sal Mineo en el tema titular.