El aniversario de ‘1972’ y el confort de lo previsible

por | 14 mayo 2024 | Conciertos

Foto Marcos Rubio

Dos décadas de un álbum notable, de una noche mágica en un garito con olor a club de jazz, de encuentros irreversibles y de unas composiciones tejidas siguiendo la estela de Neil Young, Carole King, Curtis Mayfield, Paul Simon, Kurt Wagner, el pop dulce de las emisoras de FM y hasta de Belle and Sebastian. La actuación de Josh Rouse del pasado 9 de mayo en Moon resultó tan previsible como agradable; se trataba de celebrar un disco fundamental en su carrera y eso es lo que hicimos.

Tiene la sala de la calle San Vicente cierto aire que incomoda a los tímidos, los encargados de la seguridad que te reciben, el tamaño del lugar, las vallas amarillas que utilizan para delimitar espacios, el escalón que levanta unos palmos el suelo en su parte derecha sugiriendo un palco que no sabes si abordar o evitar. Cuesta encontrar tu sitio. En las conversaciones previas algunos recordaron la primera vez en el Black Note y otros apuntaron citas memorables en el Loco Club, en el CEX o en algún otro enclave de la ciudad. Todos teníamos nuestro concierto favorito. A eso de las nueve y cuarto apareció el quinteto en la escalera que conduce al escenario. Desde el público alguien se atrevió a saludar a Cayo y a Xema que iban con gesto serio. El de Nebraska iba detrás con media sonrisa y aire de distancia. Vestía chaqueta vaquera y unos pantalones claros difíciles de encajar. Más sentido le encontramos al sombrero con el que se adornaba y que nos hizo recordar la portada de The Happiness Waltz ( 2013). Dijo hola Valencia en un español excelente y comenzaron con la primera del disco. Todo como estaba previsto.

No sé si fue la acústica de la sala, el equipo de sonido, las artes del técnico, las bondades de los músicos o todo a un tiempo pero sonaron impecables. Hasta algún tropiezo puntual en la ejecución o en la entonación nos llegaron nítidos y sin borrones. Todos los instrumentos tenían su espacio y era posible dibujar las melodías y discernir los distintos timbres con claridad. Bellveser y Fuertes tenían que emplearse con el bajo y la guitarra y sumar las voces en los múltiples coros. Qué bien tocan y qué bien cantan los ex Ciudadano, menuda garantía. La suma de los elementos sonó armónica y sin estridencias. Guitarra, teclados, bajo y batería parecían conjurados para acompañar el liderazgo de la guitarra acústica y de la voz del americano. En el menú anunciado había algunas canciones con nervio y abundantes medios tiempos de luz y almíbar, muy del gusto de un público que alguna vez pudimos sentirnos parte de la clase media baja aspiracional y que ahora bastante teníamos con mantener las posiciones.

Las canciones de 1972 se fueron sucediendo moduladas, contenidas, con un sonido brillante y matizado. Con el paso de los minutos fuimos echando en falta algún zarpazo, algún punto de locura, algún quiebro en el groovie, algún frenazo, alguna sacudida, algún momento de riesgo que alterara tanto confort. En las piezas más animadas, Slaveship, Come Back ( Light Therapy) , Love Vibration, nos pegamos nuestros bailes pero nos faltó ese giro inesperado que se queda contigo tras el concierto. Otra vez será. Nos encantaría verlos en escenarios lejanos, quizás tocar en casa les obligue a ser más simpáticos, más agradecidos, más contenidos y más rígidos en la ejecución. No sé.

Terminó el repaso a 1972 y tras una pausa empezó un nuevo concierto. Josh Rouse se aferró a su acústica y nos regaló una entrañable versión del Pink Moon de Nick Drake y algunas clásicas del repertorio. Con los músicos de vuelta llegó el momento de las canciones ineludibles; la enorme It’s the Night Time nos erizó la piel, Quiet Town nos puso cuerpo de Cadena Ser y ese sueño perdido de Morrissey y Marr que es Winter in the Hamptons sirvió para despedir la velada en lo más alto. Los artesanos de las melodías rara vez fallan. Si el año próximo deciden celebrar el aniversario del magnífico Nashville (2005) muchos repetiremos.

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