El arte de superar la adversidad con elegancia

por | 27 mayo 2024 | Reportajes

Robert Forster siempre ha exhibido la pulcritud de los que entienden la dejadez como una derrota. Incluso de joven, cuando intentó lo del glamour post punk, no pudo quitarse de encima cierto aire de profesor universitario. El cofundador de The Go-Betweens tiene una trayectoria tan dilatada y sinuosa que parece abarcar varias vidas. No sería de extrañar que con la publicación del vitalista The Candle and The Flame (2023) hubiera empezado, junto a su familia, una nueva aventura de amor y resistencia. El próximo 31 de mayo, el compositor de recitado nasal toca en Loco Club. Pocas veces se presenta la oportunidad de tener tan cerca a uno de nuestros músicos esenciales, todo un tratado de estilo a nuestro alcance.

Eran jóvenes de suburbio como Jonathan Richman o Robert Smith que aprendieron a tocar la guitarra con discos de The Velvet Underground y de David Bowie. Mi antigua compañera de piso Nola, que nació en Adelaida, me dijo una vez que sus compatriotas siempre estaban de viaje o pensando en hacerlos. Una mañana que me levanté tarareando Streets of Your Town le pregunté cómo era Brisbane y me dijo que era una ciudad de más de dos millones de habitantes situada en la costa pacífica, un lugar muy vital, con mucho ajetreo y mucho turismo. Pensé en sus días de Londres llenos de lluvia, cielos encapotados y sinsabores; no tuvo que ser fácil.

En el desaparecido Mapa Sonoro de La 2, el músico australiano le reconoció al escritor Kiko Amat que su banda siempre fue complicada de manejar para las compañías porque no tenían la vocación alternativa de Sonic Youth pero resultaban demasiado arty para ciertos circuitos. Geoff Travis los fichó para Rough Trade pero después no supo muy bien qué hacer con ellos. Estaba muy ocupado con la gestión de un joven combo de Manchester de nombre anodino, The Smiths, que no paraba de producir canciones y titulares. En honor a la verdad, no les prestó excesiva atención.

Nunca sabes lo resistentes que pueden llegar a ser hasta que arrecia el viento en contra. Los creadores de Tallulah (1987) pasaron por Glasgow y se instalaron en el incipiente Londres de los ochenta con la intención de triunfar. Grabaron seis discos bellos, sedujeron a la crítica y a muchos músicos, tuvieron algún hit en las listas alternativas, pero no encontraron su hueco en la escena. Al final, las fidelidades adolescentes se deterioraron y el grupo explotó como un átomo de uranio. Las rupturas sentimentales dentro de la formación provocaron la deflagración. La desbandada rompió el tándem compositivo Robert Forster y Grant McLennan comenzaron sus carreras en solitario. El indie de guitarras, puritano y anticorporativo de los ochenta empezó a reformularse y a buscar nuevos caminos de expresión y de consumo. La caída del muro de Berlín, el gruñido de las guitarras y la euforia en la pista de baile anunciaron un tiempo nuevo. Si querían continuar lo tendrían que hacer por carreteras secundarias.

Hay personas capaces de atravesar las tormentas sin perder la compostura pero hay zarpazos que lo cambian todo para siempre. A principios de los dos mil Grant y Robert, los amigos de la Universidad de Queensland, recuperaron el proyecto de su juventud, volvieron a componer juntos como The Go-Betweens y descubrieron que la magia seguía intacta. Grabaron tres discos muy buenos, el último Oceans Apart (2005) es excelente. Todo parecía caminar en la dirección adecuada hasta que la fatalidad se presentó por sorpresa y golpeó durísimo. El día 6 de mayo de 2006 el corazón de su amigo explotó y Robert volvió a quedarse solo para componer. Qué tristeza más grande.

Si eliges la ropa adecuada, las gafas que mejor te explican y vences a la desidia es más fácil seguir adelante. Pocos meses después de la tragedia, el 25 de octubre de 2006, Forster fue galardonado con el Pascall Prize por las críticas musicales que llevaba publicando en The Monthly y en The Saturday Paper desde hacía un año. Como Tracey Thorn con sus libros y sus columnas en The New Statesman, él también había encontrado otra vía de expresión mientras crecía su discografía en solitario. Si en los noventa fue Beggars Banquet la casa que lo acogió, en los dos mil, tras el dolorido The Evangelist (2008), fue el sello de Hamburgo Tapete quien le dio acomodo junto a supervivientes venerables de su generación como Pete Astor, Bill Pritchard o BMX Bandits. Discos como Songs to Play (2015) o Inferno (2019) son muy recomendables. Indaguen en cualquiera de sus ocho trabajos firmados en solitario y se van a llevar sorpresas muy agradables.

¿Qué hace un dandy enamorado cuando se recrudecen las hostilidades en su círculo más íntimo? ¿Publicar uno de sus mejores trabajos? Es cierto que The Candle and the Flame estaba casi todo escrito cuando su pareja de vida, Karin Bäumler, fue diagnosticada de cáncer de ovario en 2021. La respuesta a esa fatalidad la volcaron en el corte inaugural She is a Fighter que redefine con su energía y empuje el resto del álbum. Ahí está toda la familia tocando junta para conjurar los fantasmas. Andrew Stafford en su crítica para The Guardian afirmó que nos encontrábamos ante un ejercicio de exploración sobre el amor, la dignidad, la fidelidad y el hacerse viejos ¿ Quién dijo que la ternura no exigía valentía? Si mis antiguos compañeros de piso Nola y Marcel vuelven a cruzar el Océano Índico para visitarnos en Valencia les daré las gracias por su afán viajero. Ver a Robert Forster y a los demás tocando esas canciones en nuestra ciudad va a ser muy especial. Habrá que vestirse con el esmero que requiere la ocasión para que sepan que, pese a todo, pueden contar con nosotros.

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