Ensems: El imperio de los sentidos

por | 5 abril 2018 | Reportajes

Ensems, el festival de nueva creación más antiguo de nuestro país, cumple 40 años. Cuenta con un nuevo director, el compositor Voro García, y ofrece una caudalosa programación de propuestas nacionales e internacionales, al tiempo que las partituras escritas por compositores locales alcanzan un alto nivel de protagonismo a través de varios estrenos. El festival pierde una etiqueta, la de “contemporáneo”, que en ocasiones resulta disuasoria, desactivando también la distinción entre el arte sonoro, que busca la hibridación y el diálogo entre disciplinas, y las distintas formas de composición musical.

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Tal vez sea porque no parecen ya claros los límites que marcan estas definiciones: ¿la música contemporánea no es una forma de arte sonoro? ¿El arte sonoro no incluye la música contemporánea? El problema reside, probablemente, en la definición misma de un concepto tan escurridizo – y un festival de estas características lo pone especialmente en evidencia- como es lo que entendemos por «música». En todo caso, la omisión del término «contemporáneo» invita a que contemplemos las tendencias multidisciplinares no como una anomalía de la modernidad, un fenómeno propio de este siglo ni del anterior, sino como una manifestación que ha atravesado toda la historia de lo que consideramos arte.

Del 10 al 29 de abril, y ocupando un amplio ramillete de espacios de nuestra ciudad, Ensems proyecta un acto de resistencia, de apología del pensamiento crítico y de la especulación del sonido en términos de una enorme pluralidad. La composición, si tiene un sentido artístico, se convierte en el lugar de la imaginación, de la invención, de la libertad. Pero debería ser también un espacio crítico, porque si las crisis nos ponen al borde del abismo, al borde del abismo artístico se encuentra el vértigo sensual, emocional e intelectual. Si hacer música puede ser alguna cosa más que decorar ascensores, si la música todavía puede estar hecha para conmover de manera insospechada e imprevista, más allá de las coordenadas marcados por los medios de comunicación, es porque todavía hay músicos que resisten con su escritura.

El grupo de percusión Amores dará pie al inicio del festival el 10 de abril presentando un nuevo capítulo de una poética que busca entrelazar las músicas tradicionales -la percusión apela a lo más primitivo- con la vanguardia. Este conjunto valenciano que toma a John Cage y su inclusión de los sonidos cotidianos en la música como un referente esencial, exprime los colores de instrumentos intervenidos a la caza del sonido del siglo XXI. Estrenarán «Trinquetíssim», de Jesús Salvador «Chapi», en la que los instrumentistas interactuarán con dos jugadoras de pelota valenciana, integrando el resonar de la pelota y el esfuerzo de las jugadoras con el fin de transfigurar el deporte en una danza ritual, lo tradicional en nueva invención. La primera propuesta interdisciplinar vendrá de la mano, al día siguiente, del dúo formado por Ana Parra y Josué Moreno: «On Fragility: eco & narciso», un juego en el que la vanidad reverbera en los infinitos espejos y pantallas de nuestra modernidad líquida. Esa misma jornada la Orquesta de València estrenará «Poemari», una pieza en la que el compositor José Antonio Orts parte de la obra de tres autores emblema del Siglo de Oro valenciano: Jordi de Sant Jordi, Ausiàs March y Joan Roís de Corella.

El 19 de abril se homenajeará al recientemente fallecido Carles Santos. Recordar las distintas facetas de este amotinador nacido en Vinaròs en 1940 da vértigo: músico, compositor, actor, cineasta, performer, agitador teatral, director de orquesta. Aunque estaba familiarizado con la vanguardia y había establecido un fuerte compromiso con las nuevas tendencias musicales (Stockhausen, Webern), resultó decisivo su encuentro en Nueva York con un panorama que, en los años 70, bullía de propuestas tras el seísmo que supuso John Cage, abriendo caminos alternativos a lo que se venía haciendo en Europa, dando lugar, por ejemplo, al minimalismo. Sin embargo, su curiosidad creativa no le impidió desatender la vertiente más clásica, sino que constituyó una fuerza motora que le hizo al tiempo abrazar y reformular la tradición (consideraba a Bach como un pionero de la música minimalista). Pero lo primero para Santos fue el piano, instrumento que al que consideraba el rey de la selva, un artefacto cultural capacitado para traducir toda la música que el hombre ha podido soñar. Tal vez por ello, como divertimento o venganza, Santos ideó a su alrededor piruetas irónicas que desacralizaban las convenciones. Libérrimos ejercicios ideados desde el humor y la belleza; un ejemplo clave es la deliciosa «Tocatico-Tocatà», programada del 19 al 21, destinada a despertar los sentidos de los más pequeños.

Carles Santos no será el único icono de la irreverencia recordado en el festival. Spanish Brass evocará con «Make a Brazz Noise Here» el legado del iconoclasta Frank Zappa y su poderoso sincretismo musical, capaz de destilar el rock, el jazz y el blues en un bizarro magma creativo bajo el influjo de Edgar Varèssse y Pierre Boulez. Y el espíritu visionario de la «música cósmica» de Karlheinz Stockhausen, una de las figuras más polémicas de la música del siglo XX, se materializará a través del proyecto «Los 1.001 sonidos de la sartén», que presentará el grupo Drummimg en Bombas Gens y el Centre del Carmen, donde se remplazará el tam-tam original de la pieza por una gran sartén de dos metros de diámetro. El ensemble austríaco Phace, junto a la soprano Daisy Press, invocarán al compositor italiano Fausto Romitelli que compuso, poco antes de su prematura muerte, la ópera «An Index of Metals». Estallidos de luz al servicio de una melancólica paradoja que tensa los límites de lo escénico.

El Ascolta Ensemble, con piezas como «Fragmentos de un teatro imaginado», formula una de las proposiones internacionales más sugerentes. Los austriacos provocan mutaciones en sus conciertos, desviados hacia lo teatral; pero, a diferencia de las performances del grupo Fluxus, que evidenciaban los rituales interesados que sostienen las representaciones artísticas, para ellos es la misma producción del sonido la que provoca esta deriva. Indagaciones sonoras, entre la música y lo performativo, que se cargarán de significados en la pieza «300 kg de música» de Alberto Bernal, en la que el grupo de percusionistas ReConvert y el propio compositor sondearán las capacidades sonoras de un coche convertido en un retumbante instrumento que se irá llenando de partituras, símbolo del peso clamoroso de 1.000 años de tradición musical.

La presencia femenina nos depara sorpresas como la alianza entre Nikka y Alba G. Corral, habituales de festivales como el Sónar. Los paisajes electrónicos que dibujan en «The Baltic Sea From my Window» se expanden a través de sinergias introspectivas atravesadas por una narrativa abstracta. Y Lluïsa Espigole nos revelará la cara más actual del piano, instrumento clave del legado clásico. La joven lo transforma en un artefacto biónico, dilatando los dominios tradicionales del teclado mediante la manipulación electrónica y el uso de técnicas poco comunes. La japonesa Tomoko Sauvage sigue un camino inverso y se sirve de una materia prima tan poco ortodoxa como el agua y la cerámica. Burbujas y resonancias evocan, bajo una forma de extraño ilusionismo, texturas fluidas y cambiantes que oscilan en sutiles paralelismos, en inquietantes asimetrías. Además, podremos descubrir las nuevas creaciones de las compositoras Raquel García-Tomás y Núria Giménez.

La electrónica valenciana encuentra un atractivo exponente con Diamont Dancer, el nuevo empeño de Nacho Marco y Pau Roca (La Habitación Roja). Ambos se distancian de su zona de confort (la música de baile y el pop) para transitar ensueños que parten de puntos geométricos. Y también pertenece a nuestra ampliamente representada escena local el saxofonista Ricard Capellino. Tras tantear el repertorio clásico, se encaminó a la exploración de las nuevas músicas, y recurre a pesos pesados de la composición actual.

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