La aparición de Hannah Williams en la escena neo-soul londinense fue un huracán. Armada con una voz doliente y poderosa, puso a sus pies a todo aquel que entraba en contacto con su excelso repertorio. Tal era el embrujo que desprendía su sofisticada mezcla de soul añejo y pop contemporáneo, que para cuando vio la luz su disco debut ya contaba con una legión de fieles en ambas orillas del Atlántico.
Pronto surgieron las comparaciones que la situaban como la heredera de Adele o Amy Winehouse; sin embargo, Hannah Williams ha demostrado con su nuevo disco que tiene inteligencia de sobra como para hacerse un nombre por sí misma.
Mucho ha llovido desde la publicación de A Hill of Feathers (Records Kicks, 2012), el estupendo álbum con el que Hannah se expuso como uno de los talentos más notables surgidos de la pérfida Albión. Si en aquel momento nos encontrábamos ante una refrescante promesa dispuesta a comerse el mundo, ahora tenemos a una artista que busca, no sólo confirmar que lo suyo no es flor de un día, sino encontrar su propia voz, desarrollar esa personalidad musical que la diferencie.
Así pues, en su flamante nuevo disco titulado Late Nights & Heartbreak (Records Kicks, 2016), nos encontramos con un sonido que se aleja un tanto del poso blue-eyed soul a lo Dusty Springfield que sobrevolaba su lanzamiento anterior, para abrazar una densidad instrumental cercana al soul más racial. Las reminiscencias a Etta James u Otis Redding que podíamos observar en temas como “Work It Out” o “Do Whatever Makes You Feel Hot” siguen existiendo, pero dejan un mayor espacio a la experimentación y a la apertura hacia referencias menos obvias. Sólo hay que escuchar “Woman Got Soul” o “Fool” para evocar la figura de Isaac Hayes y sus producciones para Stax, “Still In My Head” donde pone en relevancia a la magnífica aunque subterránea Inez Foxx, o “Tame In The Water” que bien podría estar firmada por The Staple Singers.
El resultado es un elepé musicalmente más ambicioso y diverso que, si bien no pierde un ápice de la pasión y desenfreno que destilaban los temas de su puesta de largo, tal vez resulte menos directo e impactante en las primeras escuchas. En “Late Nights” se pone de manifiesto el esfuerzo compositivo de Williams a la hora de confeccionar unas canciones que se alejan de los estándares y la linealidad de su anterior trabajo. La cantante recorre frondosos vericuetos que la llevan del funk más sudoroso al R&B de alto calado sentimental, de la solemnidad espiritual del gospel a la festiva celebración en clave de mambo.
El cambio más significativo en la nueva etapa en la carrera de Hannah Williams viene de la mano de su nuevo grupo de acompañamiento. The Tastemakers que la arropaban en su primer disco dejan paso a The Affirmations, una banda que aporta una exuberancia instrumental que casa como un guante con su nueva línea musical. A los acostumbrados arreglos de viento, inherentes a cualquier producción soul que se precie, The Affirmations añaden su toque maestro con unos excelsos teclados y sutiles fraseos de cuerdas que nos transportan a los momentos dorados de la blaxploitation de los 70’s. La banda crea el manto sonoro perfecto para que Hannah explote al máximo la versatilidad de esa fantástica voz, rugosa y rasgada como si contuviera el espíritu de un alma anciana, que la ha llevado a ser comparada con intérpretes de la talla de Janis Joplin, Aretha Franklin o la recientemente desaparecida Sharon Jones.