Harmonia del Parnàs abre los arcones de los archivos musicales del barroco español y sacude el polvo de las partituras guardadas en la sombra de catedrales, iglesias, conventos, palacios y bibliotecas. Es en estos lugares donde comienza un minucioso trabajo, casi entre la arqueología y lo detectivesco, que parte del papel y termina ante el aplauso del público. La filosofía de Harmonia del Parnàs es desenterrar la música que sonaba en nuestras ciudades hace siglos; una música cubierta por un velo de penumbra y desconocimiento que, pese a estar tan cerca, es quizá la que más ignoramos. Una labor de rescate que les ha llevado a interpretar, por primera vez en tiempos modernos, numerosas composiciones de autores españoles de los siglos XV al XVIII. Debido a este tipo de propuestas, la música antigua y barroca fascina a un público creciente que descubre tesoros musicales que parecían destinados al olvido.
Este año Harmonia del Parnàs celebra su quince aniversario con un disco recopilatorio, y afronta una gira de conciertos con citas en Cuba, Miami, Chicago y Nueva York. El 14 de octubre se subirán al escenario del Palacio de Congresos de Castelló, y el día 15 actuarán, dentro de la programación del Palau de la Música de Valencia, en el Colegio Sagrado Corazón Hermanos Maristas de València. Dos meses más tarde, el 15 de diciembre, darán cuenta de su repertorio en el Auditorio de la Diputación de Alicante. Entrevistamos a la clavecinista y musicóloga Marian Rosa Montagut, directora y fundadora de esta agrupación especializada y comprometida en la recuperación de nuestro patrimonio musical.
¿Cómo te iniciaste en este ámbito?
Yo comencé en Benifaió a través de una formación musical más general. De hecho, me inicié en el mundo de las bandas, que aquí en Valencia implican a tantísima gente. Tras estudiar clarinete me especialicé en el piano, y a partir de ahí el clavecín despertó mi curiosidad. Me maravilló que el clavecín supusiera un mundo tan creativo: tienes una línea, un bajo, y debes estar creando continuamente. Esa libertad me atraía mucho. También me seducía el trabajo en grupo de los conjuntos de música antigua y barroca. El piano es un instrumento muy solitario, y poder trabajar con otros músicos me parece muy gratificante. Me gusta que el resultado final dependa de un colectivo y no de una persona sola.
¿El trabajo en equipo en la música antigua resulta más determinante que en otros repertorios? La vuestra es más bien una labor de recreación.
Nosotros tenemos, por un lado, las fuentes, y, por otro, los documentos que nos dicen cómo tenemos que interpretar esas fuentes. Y a partir de ahí está el proceso creativo porque hay una parte amplia que tenemos que crear en el momento.
Harmonia del Parnàs, ya desde su nombre, nos hace recordar lo unidas que estaban en el pasado la música y la poesía.
El texto y la música eran inseparables y tenían que estar perfectamente unidos. Ese es el origen de nuestro nombre.
La vuestra es una labor de rescate. Grabáis obras que no habían sido antes llevadas al disco. ¿Qué se siente al revivir estas piezas?
Es muy gratificante, sobre todo en el momento en el que uno se encuentra ante el archivo. Te encuentras ante papeles, papeles y papeles de música. A veces en archivos más ordenados, pero otras veces incluso en cajas, a montones. Empiezas a buscar, a recopilar, a reconstruir, porque a veces falta la parte de un instrumento. Hay que tener en cuenta que no existía el concepto de partitura que tenemos actualmente, sino que las diferentes partes de los músicos estaban escritas por separado. Puede faltar una parte o una hoja, y hay que reconstruir esas partes en un formato de partitura y corregir errores. Ver si la fuente no está en buen estado, tiene un agujero, está quemada o los bichos se han comido un trocito de partitura. Y llevar todo esto desde ese punto inicial hasta que suene conlleva mucho camino. Es gratificante especialmente cuando tocamos en el mismo sitio para el que la música fue compuesta, porque hay una emoción singular en el público que la valora como un patrimonio propio. Y poder escuchar lo que los ciudadanos del mismo sitio escucharon 300 años antes es muy especial.
¿Tan importante es el lugar en el que tocáis?
Claro, la acústica es muy importante. Hay que pensar que las obras que manejamos no están pensadas todavía para un público como lo entendemos actualmente, sino para una población que asistía un día a una celebración en la que había una interpretación de obras musicales que eran esperadas año tras año. Era un momento único porque no había ni televisión, ni radio, ni nada, y, claro, el hecho de tener un día para escuchar música era algo muy señalado. Los compositores tenían que componer para cada ocasión. No podían repetir las músicas que habían interpretado el año anterior. Es decir, que tenían mucho trabajo y por eso muchos compositores tuvieron una producción enorme. Por eso hay tanta música a rescatar.
En cambio, en las salas de concierto se repiten en bucle los mismos compositores canónicos (Mozart, Beethoven, Mahler). ¿A qué se debe?
Esto es una tradición que se establece a partir de que el público comenzó a pagar su entrada para asistir. Los conciertos, tal y como hoy los entendemos, se iniciaron ya entrado el siglo XVIII. El repertorio que hoy se interpreta en las salas de conciertos comenzó a gestarse entonces. A causa de la tradición cuesta introducir otro repertorio; yo creo que también por desconocimiento, porque cuando se escucha, por lo general, gusta. Hay que conseguir que el público asista y, por descontado, que los programadores sean valientes.
¿Puede que la música barroca, especialmente la ópera, tenga en los últimos años una mayor aceptación?
La verdad es que dedicados a la ópera, incluso a otros géneros, hay un gran número de grupos especialistas en música barroca a nivel nacional de gran calidad que han conseguido un mercado amplio. Hay bastantes festivales que arriesgan y programan solo música antigua y barroca (en nuestra comunidad el caso del Festival Internacional de Música Antigua y Barroca de Peñíscola o el Festival de Música Antigua Sagunt MusAs). Estos programadores dan a conocer a compositores, en muchos casos nuestros, que tuvieron repercusión incluso internacional en su momento.
Estamos hablando de músicas, en muchos casos, de escucha muy grata.
Muchas veces cuando hablas con consumidores de conciertos clásicos de grandes autores, como decíamos antes, se esperan algo diferente cuando se acercan a la música antigua. Por desconocimiento, se imaginan otra cosa, y se llevan una sorpresa muy grata. Quizá esperaban una música aburrida o poco comprensible. En fin, que siempre lo desconocido asusta un poco. La verdad es que la gente que asiste suele repetir y tiene después la curiosidad de conocer mejor este mundo.
Estas músicas implican abrirse a sonoridades diferentes. ¿Por qué el arpa ha tenido un papel tan fundamental en vuestros discos?
El arpa ha sido clave para nosotros porque en las capillas de música españolas era un instrumento básico que normalmente se combinaba con el órgano. Y nosotros tratamos de utilizar los instrumentos, en la medida de lo posible, más cercanos a los que utilizaban las plantillas de los repertorios que vamos sacando a la luz.
Por lo que has comentado, ¿ese rebuscar en los archivos es una aventura entre lo arqueológico y lo detectivesco?
A veces es un poco más asequible porque ayudan más los centros que guardan esas partituras, y en otras es más espinoso. Pero cuando hay persistencia y ganas al final se consigue.
¿Al ver una partitura puedes imaginar cómo va a sonar la pieza?
No, es algo muy complicado. Una partitura que en el papel no aporta mucho, que da la sensación de no ser gran cosa, puede sonar excelente al ser interpretada; y, al contrario, una que parece que va a ser estupenda puede terminar siendo una decepción. No se trata solo de las notas, sino de su combinación, los instrumentos utilizados y las voces más idóneas para ese tipo de repertorio. En fin, una combinación de tantas cosas que es difícil adivinar la música antes de hacerla sonar.
En vuestros conciertos tratáis de mantener vivo algo de los usos antiguos y pactar con el presente. ¿Resulta complicado?
Uno se tiene que adaptar a los usos del momento en el que vive. Si fuéramos totalmente puristas ni siquiera afinaríamos los instrumentos, porque se han encontrado órganos en ciudades vecinas afinados de formas muy diferentes o que ni siquiera habían sido afinados. Y los instrumentos no tenían la perfección técnica que tienen ahora. Tenemos que mantener el equilibrio entre conocer bien las fuentes, los tratados que nos dicen cómo tenemos que hacer las cosas y cómo hay que ornamentar. Y, por otra parte, tener en cuenta el tiempo que ha pasado y la búsqueda de perfección que se ha impuesto en la música actualmente. Por supuesto, tratamos de dar siempre la máxima calidad.
¿Hay cierto margen para la creatividad dentro de tanto rigor?
Tenemos cierta libertad, pero somos muy rigurosos con lo que se escribe en los tratados. En base a esas normas hay un espacio precioso para la creación.
Habéis dedicado vuestros conciertos a compositores como Pedro Rabasso (1683-1767), hoy poco conocidos, pero muy relevantes en su momento.
Pedro Rabassa fue un compositor muy importante no solo en Valencia, sino a nivel nacional, porque sus obras tuvieron repercusión internacional y muchas de sus composiciones llegaron incluso a la América colonial. En la Catedral de Valencia coincidió con el castellonense José Pradas, otro compositor que fue muy célebre y al que también hemos dedicado grabaciones. De Rabassa grabamos su Misa de Réquiem, que es una música muy bella. Es maravilloso dar a conocer a estos autores.