Son una de las grandes bandas de rock australianas de las últimas cuatro décadas. Picoteando de la tradición del power pop, del garage rock, de la psicodelia, del country rock en su vertiente más forajida y hasta del surf rock, los Hoodoo Gurus son una histórica formación de culto que atesora nueve notables – bien, algunos, sobresalientes – álbumes en su currículo. Y una colección de canciones radiantes que no admiten tacha, como “My girl”, “I want you back”, “Bittersweet”, “Come anytime”, “What’s my scene?”, “Axegrinder”, “Death defying” o “Like wow-wipeout”. Hace casi diez años que no nos visitan. Pero el 3 de diciembre pasarán por el Loco Club de Valencia como parte de su gira hispana, una visita que su parroquia lleva mucho tiempo aguardando. Aprovechamos la ocasión para hablar con el siempre entusiasta Dave Faulkner, líder de una banda que actualmente completan Brad Shepherd, Nik Rieth y Richard Grossman. El cantante, compositor y guitarrista de los Gurus nos atiende al teléfono desde su casa en Sydney.
Creo que vuestra última visita a España data del festival Turborock de 2010, en Pinedo (Valencia) ¿No es así? Y que antes también vinisteis al Azkena de 2007, y al menos en otra ocasión, en 1987.
Sí, tocamos en un cartel con Redd Kross y The Muffs, que yo recuerde. Nos encanta tocar en España. Es increíble que aún no hayamos vuelto en casi diez años. Nos encantaría ir más a menudo. Ha sido un problema para nosotros porque a nuestro batería desde 1984, Mark Kingsmill, no le gustaba viajar. Y en los últimos diez años no hemos podido salir del país, porque eso nos lo impedía. Ahora tenemos otro batería, Nik Rieth, y eso nos permite hacer planes y viajar a otros lugares.
¿Tenéis algún material nuevo desde vuestro último álbum, Purity of Essence (2010)?
Buena pregunta. No, no tenemos mucho, pero la semana que viene grabamos un nuevo single.
Hace unas semanas hemos podido ver por aquí a You Am I, paisanos vuestros, a quienes conocéis bien, y en buena forma. Siempre tengo la sensación de que para los grupos australianos que de vez en cuando venís a tocar a Europa, ya sean The Church, The Saints, Radio Birdman o The Chevelles, por solo mencionar unos cuantos, vivir allí os supone en cierto modo un hándicap para que el eco de vuestra música tenga continuidad en Europa, algo que quizá tendríais en el caso de mudaros al Reino Unido, por ejemplo. ¿Es así?
Totalmente. Es muy caro viajar a cualquier sitio, influye también el tipo de cambio con el dólar y el euro… es un obstáculo para cualquier banda australiana que se quiera dar a conocer fuera. Pero todo eso empezó a cambiar con internet, que permite que la gente descubra tu música por sí misma desde cualquier punto del planeta. Hace años hacíamos las maletas y nos embarcábamos en una gira, y la gente compraba nuestros discos con tres o cuatro años de retraso.
¿Cómo afrontáis vuestros conciertos en este momento? Supongo que el repertorio se reparte de forma más o menos equitativa entre vuestros nueve álbumes, ¿no?
Sí, los mezclamos. Es muy diverso. Hace poco hemos empezado a tocar “Party Machine”, una canción de nuestro tercer álbum, Blow Your Cool (1987), que nunca tocamos desde que se editó, quizá solo un par de veces desde entonces. Y era porque Mark Kingsmill, nuestro batería, se quedaba exhausto tratando de mantener su ritmo. Me vino hace poco la inspiración sobre cómo podemos acortar una parte de ella para que suena más compacta, casi punk. Es divertido, porque es una forma de redescubrir una canción que prácticamente habíamos olvidado.
Sé que lo que te voy a preguntar es como consultarle a un padre o a una madre cuál de sus hijos o hijas es su predilecto, pero lo haré: ¿De cuál de vuestros nueve álbumes te sientes más orgulloso?
Es complicado, como dices, porque todos tienen cualidades que valoro. Creo que siempre nos hemos balanceado entre el pop y el rock. A veces las canciones están más pulidas en términos de producción, y al siguiente disco nos rebelamos contra eso y escribimos canciones más crudas y directas. Con el primero, Stoneage Romeos (1984), experimentamos en el estudio, nos divertimos mucho y no pensábamos en ser fieles a nuestro sonido sobre el escenario. Fuimos precavidos, usamos teclados y cosas así, y por eso con Mars Need Guitars! (1985) sí que intentamos hacer un disco muy vivo, más parecido a nuestros directos, simple y directo.
Con Blow Your Cool (1987) nos hicimos más pop, y con Magnum Cum Louder (1989) otra vez más crudos y directos. Se podría decir que los discos impares han delegado más en la producción y que los pares han sido más rockeros, más poderosos. Creo que responde a los dos instintos de la banda, nos gustan tipos muy distintos de música, con cualidades diferentes. Nos gustan el rock and roll y el punk rock, son cosas que nos salvaron en su momento. Como adolescente, yo escuchaba a Marc Bolan y T Rex, a Alice Cooper, a Deep Purple o a Suzi Quatro. Luego llegó el punk, con New York Dolls o Ramones, y me cambió un poco los esquemas sin dejar de gustarme lo anterior. Nos dimos cuenta, la última vez que estuvimos en España, que la gente nos consideraba una banda de power pop. ¡Nunca hemos sido una banda de power pop! Sí, tenemos pop y tenemos power. Y si pones las dos palabras juntas puede tener sentido, pero nunca nos hemos identificado con un estilo como si fuera una religión. Nos gusta explorar hasta donde podamos llegar, y contar con las influencias de cada uno de nosotros. Es divertido ver que algunas de las bandas a las que se califica como power pop, no lo son en realidad. Esa es mi teoría. Aunque siempre hemos basculado entre una polaridad y la otra.
Sí que considero, volviendo a tu pregunta, que para mí fue muy importante el segundo álbum, Mars Need Guitars! (1985), porque me reafirmó como escritor de canciones, es cuando empecé a cantar cosas desde el corazón y no simplemente historias divertidas. El primero me encanta pero tiene canciones que están hechas de ideas gestadas por pura diversión, no porque significaran algo importante para mí. Me sabe mal que sea así, porque una canción como “My Girl”, del primer disco, la gente la encajó como una historia muy triste, cuando simplemente era una broma. No me gustaba el hecho de no se fiel a mi realidad, e intenté ser un escritor de canciones más honesto ya con el segundo disco.
Del tercero, Blow Your Cool (1987), no me gusta la producción, por eso nos fuimos al otro extremo con Magnum Cum Louder (1989), trabajando directamente sobre unas maquetas en el estudio. Kinky (1991) volvió a tener una producción más convencional, Crank (1994) fue un poco extraño, porque tuvimos diferencias sobre cómo producirlo, pero últimamente lo he escuchado y me gusta más de lo que lo hizo en su momento. Hacía mucho que no lo oía, uno no escucha sus discos por placer, sino para ver en qué los puede mejorar, pero con este me he dado cuenta de que es muy bueno, aunque tengo un recuerdo muy extraño de la época en que lo hicimos.
In Blue Cave (1996) es de mis favoritos, nos abrimos de nuevo a influencias más pop y a un sonido más suave. Luego nos separamos, y cuando volvimos hicimos Mach Schau (2004), probablemente nuestro disco más intransigente, porque no queríamos remitir a nuestro pasado, sino hacer algo muy diferente, y me encanta porque tiene cosas muy hardcore, incluso nos reportó fans nuevos. Y Purity of Essence (2010) es para mí como un nuevo In Blue Cave (1996): un disco colorido, muy diverso y que trata de explorar cosas que no habíamos hecho antes, del que me siento muy orgulloso. Cada fan tendrá su disco favorito, pero para mí el último explica cómo nos hemos convertido con el tiempo en una banda mejor.
Te iba a preguntar quiénes eran vuestros ídolos musicales cuando formasteis la banda, entre otras cosas, pero creo que ya me acabas de contestar a eso…
No, no en realidad, porque había cosas más específicas. Fui a Nueva York en 1979, pasé allí cinco meses, cuando tenía 21 años. Fue un año que pasé viajando, sobre todo por el Reino Unido y por EEUU. En Nueva York vi a los Cramps con Brian Gregory a la guitarra, y me dejó alucinado. Vi también a los Fleshtones, que luego se convirtieron en amigos míos. Toda la escena de Nueva York de aquel momento me fascinaba, las salas de conciertos y los clubes que se montaban, a veces de forma ilegal, en los sótanos de los locales. Empecé tocando dos años en una banda punk, The Victims. El punk era algo muy excitante e higiénico en aquel momento, pero luego se convirtió en algo así como vestir un uniforme y someterte a unas reglas. Y yo en aquel 1979 ignoré esas reglas y descubrí un montón de bandas que no entraban dentro de la etiqueta del punk. Me enamoré del country. De Elvis. Del rockabilly. De Johnny Cash. De Hank Williams. Crecí musicalmente en muchas direcciones. Descubrí a los Blues Magoos y a Paul Revere and The Raiders. Ese fue el año más importante para mí como consumidor de música, por todo lo que descubrí. El punk era estricto, y yo siempre me rebelé contra eso. Por eso cuando alguien me dice que si somos power pop o somos lo otro, lo primero que me sale es decirle, ¡vete al infierno!. Si es convincente y lógico para nosotros, el género es irrelevante. Lo importante es el sentimiento y el espíritu, y cualquier música puede tener ambos, incluso la más simple o la más complicada.
Me decías que no os gustó la producción de Mark Opitz (INXS, AC/DC) para Blow Your Cool (1987), disco en el que además colaboraron The Bangles, entonces ya en la cresta de la ola. ¿Sentíais que en ese momento podíais pasar a formar parte del mainstream y vender cantidades enormes de discos?
Sí, lo pensamos. Y nos sentíamos responsabilizados por ello. Pero nunca deberíamos haber dejado producir aquel disco a Mark Opitz. Él venía del pop comercial, de producir a INXS y cosas así. No era para nosotros. La compañía de discos nos empujó a ello, pero deberíamos haberles parado los pies. Fue culpa nuestra. Giramos por EEUU varias veces, fue una época de algunos excesos, inmersos en aquella gira con las Bangles a jornada completa. Nos lo pasamos bien, tuvimos cierto éxito en EEUU y en Australia. Pero recuerdo que a Brad (Shephed), nuestro guitarrista, le empezaban a gustar los Guns N’ Roses y a tocar solos a lo Eddie Van Halen, y eso a mí no me gustaba un pelo. Odiaba eso, me sentía como si tuviera un extraño a mi lado (risas). Algo de eso se filtró en nuestra música en aquel momento. Pero creo que las canciones no eran malas, siempre hay dos o tres que se pueden salvar. El problema fue tener un productor que no nos entendía, y que hizo de la grabación una experiencia poco amistosa. Una de sus canciones es “What’s My Scene?”, que fue muy importante para nosotros. Y el disco se vendió bien. Pero nos enseñó a no ceder con ese tipo de decisiones. Fue el último álbum en el que hicimos maquetas para una compañía de discos. Con el siguiente ya estuvimos seis meses rodando las canciones, sin sello discográfico, por nuestro propio disfrute, y cuando firmamos contrato aceptaron lo que había, sin imponernos nada. Y así ha sido hasta ahora. Lo cual no significa que luego nosotros seamos muy hábiles a la hora de escoger por nuestra cuenta qué canciones van a ser singles, porque es evidente que algunas de las que elegimos nunca iban a sonar en la radio (risas). Blow Your Cool (1987) nos proporcionó éxito, pero cambió a la banda para siempre.
Y de hecho, en 2003 convertisteis “What’s My Scene?”, que es vuestra canción más popular en plataformas de streaming, en “That’s My Team”, una nueva versión para la Liga de Rugby de vuestro país…
Sí, fue raro, como hacer una canción para una película de James Bond. Formar parte de una tradición de canciones, las de la Liga de Rugby, de la que han participado Tina Turner o Tom Jones. Nos dijimos que, ¿por qué no? Era una buena forma también de revivir una canción y seguir teniendo cierta popularidad.
Os costó seis años registrar vuestro último disco, Purity of Essence (2010), y teniendo en cuenta que tampoco habéis girado mucho en la última década y que la industria musical ha cambiado una enormidad en los últimos tiempos, ¿cómo os las apañáis para vivir de la música?
Bueno, en primer lugar, el disco tardó mucho, y es mi culpa, porque cuando escribo canciones me resulta fácil anotarlas en un cuaderno, como si fueran bocetos, pero no tanto terminarlas y darles un enfoque. Necesito tener una visión creativa de hacia dónde van, darle un sentido que las unifique. No quiero hacer simplemente otro disco, sino un disco que importe o que aporte algo nuevo para nosotros. Nunca me he forzado a mí mismo. Quiero que el año que viene saquemos un nuevo álbum, espero que así sea. Y luego está lo que te he comentado antes sobre nuestro batería y su negativa a viajar. Él es parte de nuestra familia, pero eso nos limitaba. Entendemos que quisiera una vida más fácil, pero eso nos imposibilitaba girar, no solo fuera de nuestro país, incluso por Australia, y embarcarnos en un nuevo disco. Ahora todas las opciones se abren una vez más, y esa es la razón para que nos podáis ver en diciembre.
Incluso con algunas bajas notables, como la que me comentas de Mark, vuestro batería, se puede decir que lleváis casi cuarenta años de carrera, algo poco usual. ¿Hay algún secreto para esa longevidad?
Sí, aunque nos separamos durante seis años. Pero sí, es mucho tiempo. Solo puedo hablar por mí mismo, pero creo que no me equivoco si digo que todos compartimos la misma pasión por la música y por interpretarla. Es algo que nos encanta. Y esa pasión es la que nos mantiene. Y eso se nota en nuestros conciertos. Queremos que cada uno de ellos sea el mejor que hayamos hecho, no importa que haya diez o diez mil personas. Queremos que el público se vaya con la impresión de haber visto el mejor bolo de su vida. Así es como nos sentimos.