Cuando Chicho Sánchez Ferlosio grabó con un magnetófono casero «Canciones de la resistencia española», en 1963, aún faltaban veintiún años para que Milan Kundera publicara «La insoportable levedad del ser». De ese compendio, de esa raíz musical, seminal en todo cantautor, nace «La insoportable intensidad del ser», el notable debut de la valenciana Elena Játiva.
Porque, si bien es cierto que el hilo argumental del disco parte de una interpretación personal de la novela checa, el artefacto sonoro que transita la joven de San Antonio de Requena sobrepasa, en ocasiones, sus influencias generacionales cercanas (La Moda, Silvana Estrada o la Zahara folk) para encontrar la raíz desnuda del compositor antifranquista nacido en la posguerra madrileña.
Esa guitarra que amasa cuerda, esa garganta que arrastra y corta voz a tajo en la tremenda «Casual, tal vez incierto», así como en «El vientre», «La casa de papel» y «El ruiseñor» revelan a una prometedora creadora que se muestra firme, y sorprendentemente madura, en la pureza compositiva, y que se ha apoyado en la producción de Tono Hurtado para aderezar su álbum debut a la contemporaneidad, sin alterar la esencia.
Aquí hay amor desgarrado, el que sacude entraña como nunca, el de los veinte años. Kilotones de intensidad emocional y valentía para dispararla a discreción, a lo largo de nueve temas, sin dejar respirar al oyente. Sin tregua, a navaja yugulante, y quien quiera distensión que busque una verbena, porque aquí no hay sitio para la levedad, aquí se reparte peso.