The Dream Syndicate regresaban a una de las ciudades europeas que más estima y valora su carrera. El idilio entre los californianos y València arranca de lejos, prácticamente desde las primeras veces que visitaron nuestro país, con aquellos trabajos iniciales en los que la banda demostraba que era posible unir el folk-rock de The Byrds o Buffalo Springfield con los sonidos protopunk de The Velvet Underground.
Cuando en 1981 una de las mentes más preclaras que ha dado el rock estadounidense, Steve Wynn, decidió montar un grupo ajeno a cualquier corsé estilístico, no era consciente de que estaba procediendo a renovar el rock, con aquello que se llamó en su momento el nuevo rock americano. Su militancia en el universo alternativo les dirigió hacia una adoración obvia por el grupo comandado por Lou Reed, pero no tan exclusiva como para olvidar lo mucho que debían a la revolución que había iniciado Bob Dylan, y cuyos alumnos más aventajados habían electrificado a partir de los sonidos pop que The Beatles habían traído a los EEUU.
Así, desde la Universidad de California, Davis Steve Wynn y su lugarteniente por aquel entonces, Kendra Smith, fundaban una banda que entroncaba con otras como REM, The Long Ryders, Violent Femmes y Los Lobos. Con todas las diferencias consabidas entre estos grupos, lo cierto es que estaba naciendo algo fruto de los tiempos, como era casar las tintineantes melodías folk y la psicodelia con la energía que aún desbordaba el punk a inicios de los 80.
Pero The Dream Syndicate añadían algo más: sazonaban las influencias anteriores con ese sonido, a veces pesimista, a veces descarnado, tan velvetiano, que les permitió crear esa obra maestra llamada The Days of Wine And Roses, álbum cumbre no sólo del NRA, sino del rock alternativo que cumple 40 años.
Un álbum de esas características permitió a Steve Wynn y su grupo, entregar sus credenciales, para así transitar por los azarosos surcos del rock and roll con la tranquilidad de quien ya ha dejado claro lo grande que puede llegar a ser. Así, la obra de The Dream Syndicate se encuentra con álbumes absolutamente redondos como Out Of The Grey o Ghost Stories, especialmente el segundo, aunque con un sonido menos experimental que el primero, más cerca de Neil Young o Roger McGuinn que de Lou Reed o John Cale.
A partir de la decisión de Steve Wynn de iniciar su carrera en solitario en 1990, con la publicación de Kerosene Man, la reunión de la banda californiana ha estado supeditada a la voluntad de Wynn, cosa que viene siendo habitual desde 2012. Tras su retorno en ese año, varios han sido los álbumes publicados, como These Times o The Universe Inside, hasta llegar al actual Ultraviolet Battle Hymns and True Confessions.
La presentación de este último es el que les acercó ,el pasado sábado 8 de octubre, a un abarrotado Loco Club de València. Con una energía eléctrica desbordante, Steve Wynn, rodeado por el bajista Mark Walton, el guitarra solista Jason Victor y el batería Dennis Duck, ofrecieron uno de esos conciertos que arrancan unanimidad entre los asistentes. Energía, profesionalidad y comunión absoluta con el público desde el primer tema con el comenzaron la primera parte del concierto. Así, los primeros acordes de «Bullet Holes» supusieron un repaso a temas tan sólidos en estudio como en directo, como demostraron los siguientes «Out of My Head», «Put Some Miles On», «How Did I Find Myself Here», al igual que las canciones que nutren su último trabajo, «Damian», «Every Time you Come Around», «Hard To Say Goodbye» o «Tryng To Get Over».
Sin que tenga nada que ver con la nostalgia, u otras emociones humanas que tan malas pasadas juegan en el criterio de los fans de un grupo, el concierto alcanzó su clímax en la segunda parte con la interpretación íntegra de «The Days Of Wine and Roses».
Alejados por completo de cualquier concesión, The Dream Syndicate demostraron en la fantástica segunda parte, cómo revisitar un clásico propio y hacerlo tan brillantemente que nadie pueda ponerle fecha, ni los coetáneos de la banda, ni los más jóvenes que vibraban con cada tema como si de un descubrimiento se tratará. Porque no sólo presenciamos la interpretación de un álbum inapelable por parte de un grupo único. Presenciamos, que a pesar de todo, el rock and roll es ya imperecedero.