¿Cuándo perdió el capitalismo su espíritu, sus valores puritanos y su ética protestante? ¿Cuándo mutó el sistema en un virus capaz de reventar el tejido en el que penetra si no se establecen límites? Los desastres medioambientales, la deuda infinita, el ascensor social averiado, la crisis de la vivienda, la precariedad laboral, el malestar creciente, el consumo de antidepresivos. De la sanidad a la educación, de la felicidad al amor, de la cultura a los deseos no hay pliegue de nuestra realidad que no pueda abordarse como una oportunidad de negocio. Cuando llegamos a Viveros, el espacio lucía fantástico.
Pankaj Misrah en el epílogo de El mundo después de Gaza (2025) nos advierte de que lo que está sufriendo el pueblo palestino en la Franja es el ejemplo nítido de que vivimos en un mundo decrépito. La salvajada que el gobierno y el ejército israelíes están ejecutando es también un tema personal que nos interpela a todos. La publicación en El Salto de la lista de festivales españoles vinculados a un fondo de inversiones KKR, con profundos y controvertidos intereses en Israel, sitúa a artistas, programadores, medios de comunicación, agencias de publicidad, administraciones públicas, empresas, sponsors y público en general ante un dilema ético de primer nivel. Hubo un tiempo en el que los festivales fueron lo más parecido a un mundo feliz lleno de descubrimientos, amistad, aventuras y actuaciones memorables. Fue nuestro bello verano. Igual nunca fue así del todo pero hoy es un sector más para hacer negocios. Apenas cuentan los ideales. Convendría apuntalar los que todavía valen la pena.
Deleste, una iniciativa valiosa con arraigo local
Llegamos el sábado 17 de mayo pronto al Deleste Festival porque queríamos ver a Deadletter. Los británicos practican un pop nervioso y abrasivo con puntos en común con la escena del The Windmill de Brixton y con todas esas bandas post Brexit que han renovado el indie de guitarras. En su discurso un saxofón tensa sin remilgos las composiciones. En su set, bajo un sol intenso, no hubo un segundo de tregua. Un cantante descamisado e hiperactivo que no paró de disparar sus recitados agrios lo intentó todo, bajó y subió del escenario las veces que hizo falta y fue de un lado para otro sin descanso. Le pusieron todas las ganas del mundo pero apenas contaron con volumen para superar las primeras filas. Así es imposible.
Teenage Fanclub también sufrieron de un volumen endeble, eso fue mucho peor que el peso del tiempo transcurrido o un setlist que mezcló mal éxitos incontestables con temas de su última época con menos gancho. Escuché a varios entre el público sorprendidos por lo envejecidos que lucían. Y lo decían varones que ya tenían sus años cuando Bandwagonesque se publicó. Queridos, más espejos y menos pantallas que el tiempo pasa para todos. A los escoceses se les vio felices pero faltaron decibelios, hasta nuestros hits de la vida nos sonaron pequeños. Cuenta Kevin Sampson en su libro Powder (2001) que cuando sus queridos The Farm tocaban en los festivales de los primeros noventa, era habitual que los managers pelearan por limitar el volumen a los grupos que iban antes para favorecer a sus representados. Los primeros acordes de The Vaccines sonaron imperiales. De repente un sonido rutilante jugaba con las estrellas. Así cualquiera.
Los del oeste de Londres dieron un muy buen concierto y se hicieron con el galardón de mejor actuación de la edición 2025 mientras España le otorgaba a Israel los 12 puntos del televoto. ¿Hay tantas cosas que responder?, se preguntaron The Smiths en Suffer Little Children. Estuvimos muy a gusto en Viveros, el espacio nos resultó cómodo y muy agradable. Es impagable acudir a una cita así en autobús urbano y muy gratificante saludar a amigos y conocidos entre cervezas y bailes. El Deleste es una de esas iniciativas valiosas con arraigo local que deberíamos cuidar. Es la prueba de que otros festivales aún son posibles. A los organizadores les toca elaborar un relato comprensible y confeccionar un cartel sostenible y atractivo para el próximo año. En esta ocasión nos quedó la sensación de que algunos nombres eran fruto de las circunstancias.
Dice el gobierno que debemos repensar el papel de Israel en el próximo Eurovisión y sugiere investigar cómo pudo ser que todo el voto telefónico se fuera a la canción israelí, como el año anterior. Convendría saber qué ocurrió con el volumen y por qué las dos primeras bandas sonaron tan flojas y Vaccines y Death in Vegas tan vigorosas.
Con respecto a la monstruosidad de Gaza, estamos convencidos que es ya uno de esos hechos históricos que definirán este tiempo y la manera en la que nos relacionamos con el mundo. Nadie podrá quedar al margen. Más pronto que tarde alguien nos preguntará: ¿Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité? En algunas inmobiliarias bien conectadas ya hay terrenos reventados por las bombas israelíes en venta. Qué bien luciría un festival de Trance en el Gaza Resort. Qué indignidad.