“40 años de éxitos del posfranquismo español” es el irónico título del último trabajo de Las Víctimas Civiles, preludio de un contenido corrosivo, que nos sugiere, sibilino, una analogía o una continuidad velada apenas entre la democracia, cuyo 40 aniversario celebramos recientemente, y el régimen franquista, que en 1964, coincidiendo con el 25 aniversario del fin de la Guerra Civil, pretendió poner fin a la dialéctica de la victoria con un lema apaciguador al que la banda lanza un guiño venenoso, “25 años de paz”, con Manuel Fraga al frente del Ministerio de Información y Turismo del régimen fomentando la concordia a base de monedas y sellos conmemorativos.
Ahora que los apriorismos y símbolos conciliadores de la Transición se resquebrajan, mientras que la supuestamente superada herencia franquista acecha entre las sombras cual tozudo fantasma hamletiano, resurgen con virulencia luchas adormecidas que convocan el panorama idóneo para que Las Víctimas Civiles, una rara avis que irrumpe con brío kamikaze en nuestra escena, lance sus incómodos mensajes . Una formación -el germen se plantó hace mucho tiempo- que gira en torno a Héctor Arnau, poeta (casi profeta) habitual de entornos anarquistas con marcada querencia por lo teatral, al que arropan un puñado de excelentes músicos entre los que encontramos a Pau Miquel y Toni Blanes – los conocemos por su buen hacer en Arthur Caravan-.
Músicas de combate en las que no cabe la tibieza: En ocasiones Héctor parece poseído por el ectoplasma de un guerrillero de la canción protesta herido por el viento de desorden que soplaba en casa de los Panero. Entre el post-punk y los bailes regionales, toman el ajuar de apóstoles de lo oscuro como Leonard Cohen, Nick Cave o Tom Waits sin perder jamás de vista el sentido del humor, que en ellos es vida; y promueven, a sangre y fuego, una enfermedad melómana que enlaza referentes que en otras manos parecerían irreconciliables: malditismos finiseculares y sublevaciones bolcheviques señalan el hilo escarlata -en el tiempo actual, por desgracia, muy desvaído – que ha unido siempre a las vanguardias artísticas, el compromiso político y la efervescencia musical.
Junto a ellos estará Maria Arnal, que, al lado de Marcel Bagés, se ha acercado a la música tradicional considerándola como material de cultura libre; conocedores de que para mantener vivo un canon hay que sacudirlo, infectarlo con las huellas de la propia sensibilidad, arrastran estas piezas de artesanía callejera hasta un terreno nocturno, sideral y ferozmente contemporáneo. Pero no será la primera vez que Maria cante el legado de Las Víctimas Civiles, ya que desde hace tiempo -y para entusiasmo de un público que la corea- acostumbra a cerrar sus conciertos aplicando su voz como un bálsamo sobre la excelente (como también lo es su título) “Heteronorma y relaciones de poder en la época de las representaciones del capitalismo postfordista (Canción total)”.
Una ceremonia, casi un pequeño festival, en el que estarán presentes otros compinches: Acapvlco nos electrizará con su directo, siempre rotundo. Y Gilbertástico, tras abandonos versallescos y cabalgadas de regusto más agreste, se sumará al revisionismo histórico para sorprendernos con una deliciosa anomalía: “14 -18″, una electrópera sobre la Primera Guerra Mundial en tres capítulos. Su primera entrega se publicó el pasado 28 de junio, 102 años después del asesinato en Sarajevo de Francisco Fernando, el heredero de la corona Austro-Húngara, hecho que marcó el pistoletazo de salida de la contienda. Una exquisita invitación al vandalismo ilustrado que se prolongará, con nocturnidad y alevosía, de la mano de Làuder y las DJs Cover Garden.