Los 16 mejores discos valencianos de 2022

por | 27 diciembre 2022 | Música, València

Portada de BBO.

Si el pasado 2021 los gandienses Zoo revolucionaban el rap melódico de bases electrónicas con su álbum «Llepolies», el año que termina proyecta un nuevo alboroto valenciano en la escena estatal. No será desde La Safor, sino desde el extrarradio sur de la capital valenciana y de la mano de Hoke y Louis Amoeba. Un rapero y un productor que han parido el disco del año, no solo en territorio valenciano, y que ya han comenzado a doblar fechas para sus conciertos de 2023 por toda España. 

16. La Culpa «La Culpa» (Humo Internacional)

 

La Culpa desprende unos tintes de carácter tétrico y sombrío, sin perder la melodía y la fuerza, muy presentes especialmente en la guitarra y en la voz. La batería arremete con violencia, sentenciando un ritmo contundente, que junto con el bajo, marcan la dinámica frenética que va oscilando a lo largo del disco. Estas pequeñas variaciones, alternando canciones rápidas con otras un poco más pausadas y su juego con los silencios, consiguen mantener la expectación y las emociones a flor de piel en cada escucha.

El álbum ha sido grabado por Diego Escriche en La Residencia, siendo un claro distintivo respecto a otras formaciones del género, ya que aporta un sonido de sala muy particular que no se aprecia en otros discos. Además, junto con la reverberación, acentúa la oscuridad y sordidez que impregnan cada una de las ocho canciones de este LP debut. La Culpa consigue envolverte e introducirte en su propio universo, en parte también por la distribución de los instrumentos en el espacio, creando una íntima cercanía y situando al oyente en un primer plano.

La ausencia, la pérdida, el tiempo, las oportunidades que no vuelven, la impotencia y las encrucijadas mentales que nos apresan son temas recurrentes en las letras de este largo. Con ellas han demostrado que encontrar la belleza en sensaciones y emociones incómodas sí es una opción. Esto es lo sublime a la par que peligroso, porque cuando quieres escapar ya haces tarde, La Culpa te atrapa y te deja hundirte en el vacío sin una sola oportunidad de salir. Por Irene Roselló

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15. Elena Játiva «La insoportable intensidad del ser» (Primavera d’Hivern)

Cuando Chicho Sánchez Ferlosio grabó con un magnetófono casero «Canciones de la resistencia española», en 1963, aún faltaban veintiún años para que Milan Kundera publicara «La insoportable levedad del ser». De ese compendio, de esa raíz musical, seminal en todo cantautor, nace «La insoportable intensidad del ser», el notable debut de la valenciana Elena Játiva. Porque, si bien es cierto que el hilo argumental del disco parte de una interpretación personal de la novela checa, el artefacto sonoro que transita la joven de San Antonio de Requena sobrepasa, en ocasiones, sus influencias generacionales cercanas (La Moda, Silvana Estrada o la Zahara folk) para encontrar la raíz desnuda del compositor antifranquista nacido en la posguerra madrileña.

Esa guitarra que amasa cuerda, esa garganta que arrastra y corta voz a tajo en la tremenda «Casual, tal vez incierto», así como en «El vientre», «La casa de papel» y «El ruiseñor» revelan a una prometedora creadora que se muestra firme, y sorprendentemente madura, en la pureza compositiva, y que se ha apoyado en la producción de Tono Hurtado para aderezar su álbum debut a la contemporaneidad, sin alterar la esencia.

Aquí hay amor desgarrado, el que sacude entraña como nunca, el de los veinte años. Kilotones de intensidad emocional y valentía para dispararla a discreción, a lo largo de nueve temas, sin dejar respirar al oyente. Sin tregua, a navaja yugulante, y quien quiera distensión que busque una verbena, porque aquí no hay sitio para la levedad, aquí se reparte peso. Por Víctor López

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14. Ramírez Exposure & Marc Jonson «Turning On The Century Vol 1» (Hurrah!)

Gracias a Young Is The New Old o Exit Times, Víctor Ramírez se ha convertido en uno de los alquimistas actuales con mayor talento a la hora de elaborar exquisitas piezas de pop. Una de sus mayores influencias siempre ha sido Marc Jonson, mago del power pop, cuya trayectoria contiene trabajos tan reivindicables como Years (Vanguard, 1972) o 12 In A Room (Tabula Rasa Records, 1992), y que ha acabado participando en los discos del valenciano.

Como fruto de esa colaboración ambos han decidido grabar su primer disco conjunto: un volumen inicial (su continuación se publicará más adelante) con diez canciones que certifican la innata capacidad que tienen estos dos músicos de encontrar la melodía perfecta. Turning On the Century (Volume 1) tiene un brillante comienzo con ese “Tape Recorder” iluminado por un coro a lo Beach Boys, y a partir de ese momentos asistimos a una sucesión de malabarismos melódicos capaz de remitirnos al mejor sunshine pop de los 70 (“The Real Sound Of The World”), al sonido de The Go-Betweens y otras glorias australianas de los 80 (“Sour Lemonade Sour”), y al dulce encanto imperecedero del colectivo Elephant 6 (“Zing Zong”). Incluso Marc Jonson y Ramírez Exposure consiguen adentrarse con éxito en terrenos melancólicos y nos regalan “Rain, Rain, Rain”, un destacable hibrido entre East River Pipe y los Super Furry Animals más ensoñadores. Por Pep Giménez

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13. Algo «Algo» (Discos Belamarh)

 

Algo es el proyecto que ha unido a Alberto Montero y Gonzalo Fuster (El Ser Humano) dos de los músicos más originales y personales de Valencia. Como resultado de esta colaboración han entregado un disco capaz de aunar ambas sensibilidades sin que una anule a la otra, y con una serie de canciones que nos remiten a un pop atemporal de espíritu mediterráneo. Desde el comienzo con “Y el mar que se intuye” podemos escuchar entre sus recovecos una tierna evocación a grupos como Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán o Vainica Doble, pero siempre manteniendo un sello personal lo suficientemente especial para regalarnos preciosidades como “Amanecer de Enero”, una composición perfecta para escuchar en una tarde lluviosa de domingo o ganar el certamen de Eurovisión de 1973.

La escucha de Algo depara muchas más agradables sorpresas, desde una “Confesión y egresión” que navega entre los Beatles de “Revolver” y Sui Generis hasta brillantes momentos (“El mar de Azahar”) que no tienen nada que envidiar a la producción de los mejores Mocedades de los 70, cuando eran nuestros The Mamas And The Papas procedentes de Euskadi; todo ello, además, queda aderezado por delicados ejercicios de folk con ecos a Nick Drake y o al Harry Nilsson más íntimo (“Nostalgia”, “Amiga”). Por Pep Giménez

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12. Julio Bustamante & Lavanda «Sueños emisarios» (El Volcán)

Julio Bustamante considera su nuevo trabajo, junto con Lavanda, algo parecido a un disco doble, o más bien podríamos hablar de una colección de canciones que se ha fraguado entre dos realidades distintas: una especie de “Cara A” comprende las composiciones nacidas antes de la pandemia, y su opuesta “Cara B” contiene los temas que surgieron durante aquellos difíciles días. Sin embargo, todo lo que esconde este disco coincide plenamente con ese mundo de efervescencia mediterránea que el músico ha ido tejiendo desde álbumes como “Cambrers” (1981) o “Entusiastas” (1998). De esta forma recupera una antigua canción, “Visiones”, para adaptarla a estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir, mientras que en “Las Órbitas Elípticas” se permite realizar una agradable oda costumbrista al placer de pasear bajo el sol y componer.

Entre visiones ensoñadoras (“Jocelyn Rye”) y disertaciones sobre los sentimientos y la razón, cercanas al Jonathan Richman más radiante (“Estatuas de piedra”) Julio Bustamante también se atrever a llevar a su terreno material de otros artistas, en este caso su adaptación de “Hombres prácticos” (poema de Karmelo C. Iribarren) acaba convertida en un tratado, cargado de fina ironía, sobre esos pobres tipos (presumiblemente casados) que pasan sus tardes de sábado llenando el maletero en los parkings de los supermercados. Por Pep Giménez

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11. Xenia «Ruido-0» (Helsinki)

En 2020, la cantante de La Vall d’Uixó lanzaba sus primeros singles impregnados de influencias como Molly Nilsson, Beach House o La Femme. Dos años después, esta joven de 21 años edita Ruido-0, su debut en largo. Un compendio sobre la angustia generacional de los nacidos en el siglo XXI, cubierto por las atmósferas canónicas del pop oscuro de los años ochenta.

Pop electrónico, sintetizadores omnipresentes y autotune sutil que enfilan a la de La Plana Baixa hacia la vanguardia del dark wave estatal, con temas como «No me vas a ver llorar» o «La ciudad está en llamas». Por Víctor López

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10. Tórtel «Calavera Suave» (Intromúsica)

Jorge Pérez es uno de los músicos imprescindibles de la escena indie valenciana desde que esta surgió allá por mediados de los años 90. Ha sabido dirigir con éxito una evolución musical que va desde la influencia pop-rock de Surfin´ Bichos y Los Planetas, presente en Ciudadano López, hasta su proyecto personal, Tórtel, en el cual se ha zambullido en diversos géneros, sin olvidar la aventura que lo reunió con Julio Bustamante en Maderita. Su nuevo trabajo, “Calavera Suave”, sigue el camino emprendido con “Tres Tormentas” (2018) haciendo que el espíritu folk de los primeros discos deje paso a elementos más electrónicos, un buen ejemplo de ello es “Tú hablarás”, una sugerente composición con ecos a la escena chillwave y al indie pop de Mac DeMarco.

Otro aspecto a destacar es la gran variedad de colaboraciones que presenta este álbum: Jesús Macià (Ffffflashback) aparece como coautor de las canciones mientras que distintos artistas de varias generaciones como Queidem, Joaquín Pascual o Clara Viñals (Renaldo & Clara) han dejado su sello personal en diversos temas capaces de recordar a las producciones más exquisitas de Jack Antonoff (“Pirámides”) o The XX (“Algo sano”). Aunque, de entre todas las canciones, sobresale “Algo de nosotros”, el dueto con Luna Valle que acaba convertido en una subyugante pieza a mitad de camino entre el dream pop y Perfume Genius. Por Pep Giménez

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9. Marala «Jota de Morir» (Propaganda Pel Fet!)

El fantasma del neofolclore recorre España. Desde Rodrigo Cuevas en Asturias hasta Maria Arnal i Marcel Bagés en Catalunya, pasando por Califato ¾ en Andalucía y Baiuca o Tanxugueiras en Galicia, una nueva generación de músicos aúnan los sonidos de vanguardia y los códigos tradicionales del folclore autóctono. No es una singularidad nacional, la querencia es mundial y la tendencia es imparable. La pandemia y la sensación de pérdida de identidad por la globalización son armas de introspección masiva.

Jota de morir logró el premio al disco del año en los V Premios Carles Santos de la Música Valenciana. Es el segundo consecutivo para Sandra Monfort, tras alzarse en 2021 con el galardón por su disco debut en solitario. El trío compuesto por Monfort, junto a Selma Bruna y Clara Fiol, canta a la muerte a través de cants de batre, bailes de velatorio valencianos, romances y canciones baleares de muerte para desmitificar a la parca integrándola en el imaginario vital de los que aún respiran. Por Víctor López

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8. Samuel Reina «Ronda Sud» (Autoeditado)

Con un ritmo de trabajo estajanovista a disco por año, Samuel Reina vuelve a demostrar que es uno de los compositores más lúcidos del último lustro valenciano. En Ronda Sud, el de Moncada despliega un abanico transgresor que transita desde el revivalismo noventero de «Desfase y burrada bonita» hasta la bossa nova en «Historia de un escándalo», siempre bajo su particular mirada de la canción de autor no normativa. En una escena folk valenciana dominada por el neofolclore épico y la verbena de vientos, encontrar un letrista capaz de armonizar con socarronería y sentido crítico es una botella de oxígeno para el ecosistema musical.

Reina no compone canciones, canta películas de tres minutos. Deforma los arquetipos andantes de hoy y la mitología de extrarradio de ayer para revelar la actualidad corrosiva que habita en las circunvalaciones por soterrar, en las huertas de las pedanías y en las venas del cuello. Cuarenta minutos de imágenes compulsivas donde el costumbrismo arrabalero se entona en todos los palos: el crooner, el cantaor y el mesías que alza la calabaza. Por Víctor López

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7. Neus Ferri “Llar” (Maldito Records) 

La voz rota del rock valenciano ya no tiene que demostrar nada a nadie. La alcoyana Neus Ferri se dio a conocer en 2012, cuando fue finalista en el programa televisivo La Voz. Desde entonces, ha mantenido una carrera sólida, alejada de las audiencias millonarias que aúpan y devoran compositores en concursos fordistas. Su nuevo trabajo supone una liberación personal y un camino de vuelta a casa como solo se puede transitar ese viaje, en la lengua materna. Y sus primeras composiciones en valenciano resplandecen como canciones cumbre en su carrera.

“Llar”, tema que da título a la obra, es un recorrido inevitable entre la nostalgia y la introspección, ante la llegada a la adultez plena. Ese momento en el que priorizar es el único verbo preciso. Los anhelos de infancia y la calidez de lo cercano traman un hilo conductor, acompasado por las guitarras clásicas del rock setentero americano, entre los que irrumpe rotunda la palabra. “Va davant” es una acertada incursión en el canto tradicional que reflexiona acerca de la avaricia y las apariencias. Allí donde algunos impostan, Neus Ferri encuentra la épica mesurada en su propia naturaleza, como un don otorgado. Sin necesidad de preludios orquestados ni de atmósferas en crescendo. Así asoma “Dol”, con un prólogo aletargado por los acordes del guitarrista Héctor Tirado, a lo Santana, y en el que Ferri rompe la tregua con un quebranto de despedida. Una balada monumental, que remite al mejor John Mayer, y concluye un impecable disco de madurez. Por Víctor López

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6. Carles Chiner «Amateur» (27 Ladridos)

 

Amateur no es una vuelta a las raíces ni un retorno cavernario, es la obra de un creador de enorme magnitud desde el estudio de su hogar, puliendo con detalle cada artefacto hasta completar diez piezas de pop contemporáneo que conforman una obra notable. Chiner desencadenado, liberado de presiones. Una gran renuncia a seguir formando parte de un meollo estructural que si tenía algún sentido antes de la pandemia, ahora parece una imposición de la que no cuesta nada desprenderse.

«Abisme i perill» abre el disco como una proclama onírica acerca de la fragilidad humana y la priorización de atender al núcleo familiar. En «Karaoke» el influjo carioca de Joao Gilberto alumbra sobre los excesos que transforman al hombre en algoritmo depredador mediante la continua exposición megalómana en redes sociales, mientras que «Foto de família» es un autoanálisis recreado bajo el simbolismo animal de un padre colom y una madre unicorn que enseñaron al autor a caminar siempre tres palmos sobre tierra firme.

El despliegue de arreglos convierte la magnífica letra de «La pena pren formes» en uno de los picos del álbum, que recuerda a los momentos álgidos de Oh, germanes! (2016). Y esa intensidad dobla la apuesta, esta vez con sonoridades bossa nova, en «Com diu la gent major», un tema donde las reminiscencias setenteras son cantos de sirena (Marta Chiner y Paloma Chiner) por los que la palabra hablada de Samuel Reina entra a cuchillo crooner. Belcantismo popular. Horror existencialista envuelto en una ensoñación algueroniana. Una canción que valdría un disco entero por sí sola. Por Víctor López

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5. Margarita Quebrada «Gas Lágrima» (Jabalina)

Desde hace unos años la escena musical valenciana bulle con una serie de grupos que se alimentan de la pulsión oscura irradiada por un género tan fascinante pero también tan variado, y caótico, como es el post-punk. Uno de las últimas revelaciones que encabeza esta nueva generación de músicos valencianos es Margarita Quebrada: el trio formado por Ignacio López, Mikel Cabanes y Guillermo Juan Montesinos ha entregado un debut repleto de canciones sin miedo a fusionar poder melódico, experimentación electrónica y una cierta sensación etérea que nos hace preguntarnos, al escuchar piezas como “Azul”, si hemos sido trasladados a la Spook Factory de mediados de los 80; aunque, por otro lado, el grupo nunca renuncia a sorprender con acercamientos a las actuales vanguardias musicales, como se puede comprobar en el tema titular, una composición de hyperpop a punto de explotar en mitad de una rave.

Gas Lágrima es también un trabajo marcado por sus acertadas colaboraciones, entre las que destacan Xenia y Merina Girls por dotar de fuerza a ese extraño hibrido entre J-Pop y Bedroom Pop llamado “Otro lado”, mientras que Luz Futuro se deja caer en “No sé cuántas horas”, un vigoroso artefacto de sonido techno con luces de neón y pulso anfetamínico. Por Pep Giménez

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4. Aina Palmer “Solatge” (Autoeditado)

 

Aina Palmer retuercen el neofolclore en forma de transgresión sónica, perpetrando un artefacto rupturista más cercano al punk y al sonido máquina que a los elementos de la música tradicional. Los protagonista del cuento son los marginados, las mujeres y los perdedores del relato histórico, que encuentran aquí su redención. Solatge es un concentrado espídico en el que los referentes de arraigo no están en los cantos canónicos sino en la electrónica de los párquines de la Ruta del Bakalao.

El combo de Borriana (Castelló), formado por Aina Monferrer y Jordi Palau, vocalista del colectivo Orxata Sound System entre 2003 y 2014, propone una enmienda a la totalidad de la esencia valenciana. En “Aixarquia”, a ritmo de marcha mora, incorpora al imaginario pop el legado morisco anterior a la expulsión de esta población por la Monarquía Católica en 1609, mientras que las pulsiones del eurodance de “Joventut alcaloide” y la copla de “Xiquet de Simat” retratan la Valencia cabaretera de hace una centuria, durante el fin de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera, como espacio crucial en el consumo de opiáceos y cocaína, algunos de venta en farmacias. El homenaje a la compositora castellonense de música clásica Matilde Salvador o al escritor apocalíptico medieval San Vicent Ferrer, así como la revisión de los tótems del pensamiento contemporáneo valenciano de la segunda mitad del siglo XX, todos hombres, hacen de esta obra una bendita anomalía. Un trabajo alejado de la complacencia habitual y que supone una ruptura con casi todo lo facturado hasta ahora en la conservadora escena folk valenciana. Por Víctor López

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3. Guitarricadelafuente «La cantera» (Sony Music)

La primera vez que Álvaro Lafuente (Benicàssim, 1997) se sentó frente al público para defender sus canciones fue en Valencia y le pagaron con una cerveza. Algunos años después, no demasiados, este joven debuta en formato largo, en una multinacional, con La cantera, un trabajo en el que sinfonías rurales del siglo XX se conjugan con las producciones contemporáneas de Raül Refree: un caballo ganador de manual. Álvaro es un tipo versátil, de esos talentos que deslumbran tanto al defender temas desnudos («Vidalita del mar», «La algarabía» y «Flor de caramelo») a lo Chavela o Miguel de Molina, como bajo los arreglos de vanguardia que lo acercan a las querencias urbanocaribeñas, nacidas en San Juan y La Habana,  de su generación («Quien encendió la luz»).

Aquí hay identidad del Maestrazgo conjugada con la libertad del que se sabe un trotamundos (La Plana castellonense, Zaragoza, Valencia, Madrid y Barcelona) que siempre regresa a la aldea de Cuevas de Cañart. El compositor bebe del folclore mestizo, rico en matices, que transita de Bon Iver a Jorge Cafrune, pasando por Extremoduro, Caetano Veloso y Jamie xx. Por Víctor López

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2. La Plata “Acción Directa” (Sonido Muchacho) 

Cuando Diego Escriche trabajaba como técnico de sonido, en el añorado Magazine, se empapó de la multitud de referencias que arreciaban diariamente la sala valenciana. De aquel granero musical nació el germen de La Plata hace más de un lustro. Tras el enorme debut que supuso Desorden (Sonido Muchacho, 2018) en la escena valenciana, y en cierta medida también a nivel nacional, el quinteto se ha tomado su tiempo para alejar las urgencias estéticas, ya consolidadas, y priorizar el relato.

Acción directa (Sonido Muchacho, 2022) es una enmienda parcial a las motivaciones que propiciaron su debut. Del existencialismo juvenil al compromiso comunitario. Ser adulto, obrar adulto. Encontrar refugio en las luchas compartidas y cambiar el enfoque hacia las necesidades del presente (“Aire nuevo”). Posicionarse en primera línea del frente con un álbum coral (María Gea y Patricia Ferragud alzan la voz solista en sendos temas) en el que las reivindicaciones feministas (“Arderemos”), de clase (“Victoria”) y de autogestión («Movimiento infinito») prevalecen sobre el mal de amor (“Volver para verte”). Y es que puede que en la reválida del segundo trabajo, superada con la profunda cimentación que transmiten los grupos honestos, no haya un momento culmen como “Un atasco”, pero quién necesita el hype cuando tiene una causa. Por Víctor López

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1. Hoke & Louis Amoeba «BBO» (Autoeditado)

Las rimas mayúsculas del rap español se disparan hoy en Valencia de la mano de un frente popular comandado por Hoke, y con Louis Amoeba abasteciendo de beats descomunales las líneas de suministro. Hace más de dos años, en plena pandemia, Hoke grababa «96ers» paseando por la encrucijada entre Beteró y El Cabanyal: «De la huerta hasta el puerto, de Patraix hasta el Cedro, de las pistas al centro, de Torrefi hasta el pueblo». Un año después, ya con el colombiano Amoeba brillando en las bases, reventaban la escena con «Medallones»: «El barrio es un monasterio y el silencio divino», más de un millón de visualizaciones en Youtube. Era el prólogo mesiánico de un álbum convertido en clásico de la cultura hip hop nacional el día después de su subida. Once temas que conjugan la esencia del rap académico del siglo XX con la producción y la jerga que nutre a los valencianos paridos en los años de plomo que tumbaron a Tupac y Biggie.

Aquí hay malas calles, las únicas que importan a la hora de reflejar la realidad social de todas las Valencias habidas. «Mucho cardio, ¿no me viste?, desamparado por la virgen, superradio por los verdes, nuestra radio, yes, yes, yo», recita en «Desamparados». Producción radiante en los efectos vocales, tratados en su punto justo. Las barras son golpes a rodabrazo, knock out a primera vista. Métricas salvajes, patrones de diccionario enciclopédico. «Levantina, tensión, agua agua espabila, en la esquina presión», el corte «Jjjj» junto a Cruz Cafuné, es la mejor producción del año. No tienen sello ni invierten dinero en la vieja industria, así que no los veréis en lo alto de las listas de las revistas musicales de Madrid y Barcelona.

Escuela clásica: de NAS a Kendrick Lamar. «Tú llevas la cadena fuera por el centro, y dentro por las afueras», canta en «TT». Ambas costas de los Estados Unidos de 1996 se sientan en un banco del Cedro rulando un joint  0’60g.  Las referencias deportivas se enlazan con unas barras de jerga fumeta, incomprensibles para los nacidos antes de que Kurt Cobain se volara la cabeza. Hoke es el rey del flow relajado y ha engendrado, con Amoeba, no solo el mejor disco del año, sino el álbum de rap más relevante de la historia valenciana. Por Víctor López

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