No se prodigan demasiado por estos lares, pero lo cierto es que Los Chicos no dejan nunca los escenarios demasiado lejos. Y es que regresan de una gira que les ha llevado a diferentes puntos de la geografía australiana. Desde que empezaron hace quince años, los de Madrid se han caracterizado por practicar rock´n´roll socarrón allende los mares, primitivo y con ciertos paralelismos con bandas de corte garajero, pero con amplitud de miras.
Llevando su propuesta cada vez más allá en cada disco, sin obviar su carácter gamberro en la línea del mejor pub-rock, cada vez más presentes Dr. Feelgood o Flamin’ Groovies, y abiertos a otros elementos de carácter festivo, pero directo, tales como el punk-rock o el soul. Una suerte de rock ajeno a la idiosincrasia que predomina en la escena, huyendo de clichés, y con la máxima de la diversión, y después la pose y el postureo.
A pesar de los años que llevan en activo, no son muy de derrochar en exceso en cuanto a grabaciones. En 2013 editaron su quinta referencia, In the Age of the Stupidity, tal vez un homenaje o un guiño en el título a uno de sus discos de cabecera, el célebre Stupidity de Lee Brilleaux y compañía. Un álbum en el que Mike Mariconda (Devil Dogs) se encarga de la producción, y vive Dios que se nota, dejando constancia en el sonido de la crudeza de sus directos. Se asoman además dos de las guitarras autorizadas del rhythm and blues patrio: Hendrik Röver (Los Del Tonos) y Josele Santiago (Los Enemigos), que junto a Guille Goverment y Javi Fumestone completan la nómina de colaboraciones. En media hora se despachan con doce canciones, cerrando el disco una castiza y festiva, coros “hooligan” incluidos, “One bourbon, one scotch, one beer, one wine”, toda una declaración de intenciones a golpe de mensaje borrachuzo desinhibido. Así lo expresan Los Chicos: un disco que incita como nunca a bailar, a saltar, gritar, cantar y emborracharse. Si es así, algo tendremos que hacer al respecto.