Estoy en el interior de una clínica de medicina estética. Todo es blanco y luminoso. Tengo frente a mí a la doctora. Es difícil determinar su edad, no tiene ni una sola arruga o mancha en la piel. Me mira fijamente a la cara, analizándola mientras hablo.
-Me molestan las arrugas del labio superior y estas que tengo sobre las cejas, que son como cicatrices ya.
-¿Y los párpados no te molestan?
-¿Me deberían molestar?- digo.
-Sí. Tenemos un tratamiento láser que (…)
Patricia Sornosa. Foto: Pilar Taberner
Ahora estoy en el interior de mi cabeza. La doctora me habla del procedimiento, de precios, de fechas disponibles, yo la escucho en segundo término, muy por detrás de mis pensamientos. ¿Qué coño les pasa a mis párpados? ¿Tan mal están? Si me los ha nombrado es que los debo tener fatal… ¿Por qué me mira así? Debe haber algo horrible en mi cara. ¿A quién quiero engañar? TODA mi cara es horrible. Sobre todo los párpados. ¡Necesito un espejo! ¿Me molestan los párpados? ¿Me molestan las arrugas? ¿De verdad me molestan? Por alguna extraña razón, el malestar es el alimento favorito de mi mente y en cuanto me descuido, me atacan pensamientos reiterativos que podrían resumirse en: “No soy lo bastante buena.” ¿Está mal envejecer? ¿No es eso lo mejor que le puede pasar a un ser humano que está vivo?
Mis arrugas son una prueba de que sigo existiendo y eso nunca debería ser algo horrible. Son indoloras, no como muchos de los tratamientos para eliminarlas. Deberían ser sinónimo de experiencia, de sabiduría. Solo una sociedad enferma y estúpida ensalza la inexperiencia. Solo a alguien MUY IMBÉCIL le puede preocupar que se note el paso del tiempo. Y se me olvidaba: las arrugas son gratuitas. Igual que el amor por mí misma y por mi cuerpo, ese vehículo que me va a acompañar hasta la muerte. PORQUE ME VOY A MORIR, AMIGA. ¡¡¡NOS-VA-MOS-A-MO-RIR!!! Y es ridículo, ante ese panorama, andar preocupada por las arrugas. Cuidaré mi alimentación, mi flexibilidad, mi fuerza, y haré cualquier cosa que ayude a mi cuerpo a transitar en condiciones óptimas por esta maravillosa aventura que es la vida. Pero… ¿las arrugas? Eliminar las arrugas no va a retrasar mi muerte y no me va a ayudar a sentirme mejor con mi vida.
Tengo que examinar quién puso en mi cerebro la idea de que es obligatorio parecer joven. Un momento… MI MALESTAR ES LA ÚNICA BASE DE SU EMPORIO. QUIENES SE LUCRAN CON MI INSEGURIDAD PUSIERON ESA IDEA EN MI MENTE. Y YO LES CREÍ.
Salgo de mi cabeza y vuelvo a la clínica. Ahora tengo las cosas claras. Acabo de tomar una decisión contundente y se la voy a comunicar a la doctora:
-¿Y cuándo dices que podemos empezar con el láser?