Olas de electricidad: una cita con Gazella y bdrmm

por | 19 febrero 2024 | Conciertos

bdrmm

Soñar el pop desde un dormitorio, sumar texturas repletas de electricidad, melancolía y a veces rabia. Construir paisajes de sonido como un fluido que se expande y se eleva ofreciendo una salida posible ante la realidad hostil. Combatir la agresividad de un capitalismo histérico pintando melodías planeadoras que recuerdan el cielo de Las Vegas, las mejores fragancias del sello 4AD, la tensión estática de las guitarras de Kevin Shields, las sacudidas de la juventud sónica, el encofrado melódico de Warp o la voluntad disidente de Thom Yorke y Johnny Greenwood. La cita con Gazella y bdrmm en el Loco Club, el pasado viernes 16 de febrero, certificó que no solo las protestas del campo se globalizan, también las turbulencias del pop siguen teniendo sus réplicas.

No eran las nueve menos cuarto y los Gazella ya estaban en el escenario dando vida a su excelente álbum de debut ante una audiencia escasa que fue creciendo con rapidez, quizás sorprendida por lo temprano del arranque que muchos esperábamos para las nueve. Esa agitación de un público que no paró de llegar y de buscar acomodó no fue el mejor entornó para disfrutar de unas composiciones que exigen entornar los ojos y liberar la imaginación. Si conseguías abstraerte de los inconvenientes se podía disfrutar de un grupo que tiene una imagen impecable, que es capaz de hacer crecer esas canciones sobre el escenario y que cuenta con zarpazos como Piscinas de Arena, piezas que reverdecen el noise pop como Inercia y temas tan efectivos como Azul ( ctrl z), Sol Menor o la versión del Te estoy amando locamente de las Grecas en clave gipsy rock espacial.

El quinteto valenciano demostró solvencia en un set que fue de menos a más, ganando adeptos para la causa. Con un sonido más robusto y con menos ir y venir entre el público habríamos alcanzado las estrellas. Marcos Gendre afirmó en su crítica en Rockdelux que los valencianos habían grabado el álbum indie del que todo el mundo debería estar hablando. En eso estamos. Si los volvemos a tener a mano, no faltaremos a la cita. Nos van a dar muchas alegrías.

Las limitaciones de un enclave periférico, la festivalización del negocio que disparó los cachés, el oligopolio de lo latino, los cambios en el consumo y otras consideraciones han hecho que sea complicado ver a bandas internacionales en ese encrucijada en la que parece atisbarse una ventana de oportunidad para que la propuesta consiga relevancia. Los ingleses bdrmm tienen un buen segundo álbum que enriquece los argumentos esgrimidos en su prometedor debut, militan en un sello eficaz, Rock Action, y hace unas semanas Huw Stephens ( BBC Radio6) recurrió a uno de sus miembros para una entrevista en el transcurso de la Independent Venue Week. El interés de los medios en Reino Unido es creciente, las estrellas parecen alineadas para que los de Hull incrementen su cuota de mercado.

El cuarteto se acomodó en el escenario, el técnico de sonido disparó los primeros audiovisuales y no tardamos en percibir la solidez de un sonido perfectamente trenzado. El público, con mucho veinteañero y treintañero en sus filas, comenzó un balanceo lento azotado por olas eléctricas que a veces se encrespaban. Movíamos la cabeza, mirábamos al suelo o nos dejábamos llevar por unos músicos que se perdían en sus instrumentos. La música se fue adueñando de todos los espacios mientras las proyecciones subrayaban la intensidad de partituras que combinan la reflexión de los medios tiempos, la tensión de los crescendos, la eficacia de algún estribillo o de esas líneas que se repiten como salmos. De cuando en cuando, sonaba alguno de los temas más reproducidos en Spotify y la sala se llenaba de móviles. Esa irrupción repentina de luces líquidas es ya la medida de la euforia que provoca un hit.

Los más mayores buceábamos lentos en esas sinfonías lisérgicas con el peso de nuestras referencias, los más jóvenes parecían flotar con la ligereza del revival shoegaze que ha coronado a Slowdive en Tik Tok y en muchas playlist centennials. Después del concierto escuché algún posicionamiento en favor de una de las bandas frente a la otra como si hubiéramos asistido a una competición. El deporte, la política, la música, las relaciones personales, el consumo de carne roja, la transición ecológica, las bondades de la música urbana, la última serie que no nos podemos perder; ya todo es susceptible de una buena discusión bizantina. Para los que sintieron que faltaba contundencia al sonido, convendría recordar que ni son Mogwai ni sus victorias llegarán por la acumulación de decibelios.

La doble propuesta resultó muy interesante pese a las exigencias, son músicas que demandan tu atención, que te obligan a reducir las distancias para evitar el aire en contra, para sortear los mil estímulos del viernes por la noche y para esquivar la pérdida de interés de los relatos menos lineales. Muchos sentimos que era el momento y el lugar donde debíamos estar, ese instante previo a que todo ocurra; ambas formaciones tienen un presente excitante y un futuro prometedor. Fue muy gratificante volver a comprobar que hay un público joven que vuelve a aceptar las guitarras como animales de compañía. Pese a las resistencias de los que ignoran el cambio climático no todo está perdido.

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