Poner en orden a las cosas que importan

por | 8 julio 2024 | Conciertos

Fotos Batirtze Ros

Hay conciertos que se enredan tanto en la piel que sabes que van a permanecer contigo mucho tiempo. Se pueden esgrimir razones para que esto ocurra pero siempre hay un algo intangible que se nos escapa: el estado de ánimo, el momento adecuado, una conexión inesperada, la casualidad, la magia de las cosas inútiles. El encuentro con The Divine Comedy tuvo mucho de todo eso. Las caras de los asistentes al salir del recinto dejaban pocas dudas. A lo lejos, en la línea del cielo, los astros azules parecían tiritar. Cuántas canciones chulas, cuánta simpatía y qué manera más encantadora de defender un legado. La luna de Valencia nos guiñó un ojo.

Siempre que aparecen los músicos sobre el escenario de la Rambleta el patio de butacas se agita como un barco en alta mar. Pasadas las diez los cinco músicos que acompañan al norirlandés tomaron posiciones con sigilo. Al poco apareció la estrella fingiendo despreocupación. Iba de traje oscuro, corbata, camisa blanca y gafas de sol como un Casanova irredento, entre elegante y un poco sinvergüenza. Demasiado abrigado para el calor que hacía en el vientre de la ballena. A la izquierda dos músicos se iban a encargar de los teclados, uno además del acordeón y el otro también se ocuparía de las pistas pregrabadas. Respetando la disposición canónica la batería quedó al fondo, delante el cantante y en la parte derecha la guitarra y el bajo. Durante buena parte de la actuación el creador de Our Mutual Friend tocó la guitarra para completar el sexteto. Sonaron casi todos los hits y esquivaron las piezas más especulativas. Imposible no conmoverse.

Los grupos que tocan en Valencia siempre suenan faltos de volumen, es una afirmación tan cierta como que somos los más festeros o que cocinamos la mejor paella. Pura mecánica física como la Ley de Gravitación Universal. Todos hemos contribuido al tópico. Para nuestra sorpresa algunos encontraron la recepción de las primeras composiciones algo embarullada. Desde nuestra posición, en lo más alejado de la platea, nos pareció que sonaban nítidos, equilibrados y cuidadosos con los detalles. La segunda de la noche fue Generation Sex. La ejecutaron con tanta tensión y ritmo que casi resultó roquera. Estaba claro que iban a por todas.

Neil Hannon es un frontman de voz cálida, tirando a barítono, que entiende la interacción con el público como parte del espectáculo. Por momentos nos recordó a Jarvis Cocker en el papel de estrella del pop siempre dispuesta a reírse de sus miserias . “ Yo mido los conciertos por tonterías y esta noche está yendo muy bien”- confesó. Todos asentimos. Se le veía cómodo en el papel protagonista. Alguién comentó en Facebook que si nos hubiera propuesto ir al pub a por unas Guinness o por una copa de vino pocos nos habríamos negado. Tampoco nos hubiera importado una noche de fiesta en su club indie de los noventa. At the indie disco sonó ligera y sugerente. Imposible no volver un momento a las noches de la plaza del Cedro. Qué peligrosa y embustera es la nostalgia.

La planificación del set list puede presentar distintos itinerarios. La otra noche apostaron por el efecto montaña rusa: Un par de temas vibrantes, dos medios tiempos, otra canción directa, nuevo repliegue con alguno de sus temas más cercanos al pop de cámara y vuelta a empezar. Something For The Weekend llegó pasada la media hora y puso en pie a parte de los asistentes. Se supone que en los teatros se ven los conciertos sentados. Si te levantas fastidias a los de atrás, pero también es cierto que bailar es uno de los caminos más cortos para ser feliz y que esas muestras de entusiasmo dispararon la intensidad del momento ¿Cómo permanecer en la butaca cuando una pieza te encoge el alma? Alguna vez tendremos que hablar del asunto.

Tocaron casi todas nuestras favoritas. Así cualquiera. Nos hubiese gustado escuchar Everybody Knows (Except you) pero no pudo ser. Tonight We Fly casi despidió la velada, cerca de dos horas de emociones que nos dejaron suspendidos a centímetros del suelo. Ya en la calle el ambiente era cálido y el ruido de los escasos coches que transitaban la avenida nos recordó el peso de las obligaciones. De camino a casa fuimos repasando todas las veces que los habíamos visto y las comparamos con lo que acabamos de vivir. El estremecimiento de la piel que nos provocó el arranque de Your Daddy´s Car tardará en borrarse

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