Rafa Cervera (València, 1963) acaba de publicar “Canción para hombres grandes” (Jekyll & Jill, 2022). Una novela que conjuga el relato privado de un hombre maduro en busca activa de su sexualidad, con el desarrollo de una historia llena de ternura, amistad y reivindicación, adornada con un final tan impredecible y bello que sorprenderá al lector.
Publicas tu nueva novela dos años después de “Porque ya no queda tiempo”, ¿este tiempo te ha permitido consolidar ese cambio de registro que ya iniciaste en 2020?
“Canción para hombres grandes”, empieza donde termina la anterior. La gran diferencia es que el narrador de “Porque ya no queda tiempo”, es un alter ego mío, mientras que en “Canción para hombres grandes” el narrador es un personaje completamente ficticio. Esa intención ya existía, y entonces leí “Boulder” de Eva Baltasar, que abordaba una relación entre mujeres que me subyugó por el modo en que estaba escrita. Fue toda una inspiración, y como a continuación llegó el confinamiento, decidí seguir en esa dirección y combatir el aislamiento así, escribiendo una fantasía sobre relaciones sexuales y emocionales entre hombres.
¿Por qué defines esa fantasía inventada como historias de una homosexualidad no normativa?
Porque en el libro se está relatando reacciones entre hombres maduros. Son tipos mayores, con sobrepeso, un tanto ajados por el paso de la vida. Hace tiempo que se han bajado del tren de la juventud. No van al desfile del orgullo gay, no van a locales de ambiente, viven al margen de todo eso. He escrito sobre los que están al margen dentro de un colectivo compuesto por marginados. Y por la generación a la que pertenecen, acarrean una serie de traumas y represiones respecto a su sexualidad. No son activistas al uso, en el fondo a su manera sí defienden sus derechos y aprenden a estar orgullosos de ser lo que son. Pueden ser un tanto individualistas en su día a día, pero saben que siendo homosexuales siempre tendrán que luchar por sus derechos y tomar una posición política. En un momento dado, el protagonista y narrador de la historia, el valenciano, afirma que si descubren que han ligado con fachas no se acuestan con ellos. Que hagan otros el trabajo sucio, dice.
Unas contradicciones que aparecen en uno de los personajes más importantes del libro, Sarrià, políticamente decidido en temas que acontecen en la Catalunya en la que se ubica la novela, pero que, en cambio, no hace pública su condición sexual.
Porque vive su homosexualidad con conflicto. Es de izquierdas, pero a vez se encuentra mayor, ha tenido que construir su vida a base de sobreentendidos y ocultamientos. No es un hombre cobarde, ya que ha vivido su vida como ha querido, pero lo ha hecho con una discreción tal que le lleva ser extremadamente celoso con su vida privada, pero sin dejarse pisar jamás. Y lo mismo ocurre con el resto de protagonistas.
Cuando el lector se acerca a los personajes descubre que, a pesar de su homosexualidad, la manera de descubrirla cada uno de ellos es distinta, lo cual abre una necesaria diferencia entre ellos, a pesar de estar juntos.
Así es. El valenciano llega a esto por accidente casi, Martí ha sido consciente de su homosexualidad desde siempre, al igual que Sarrià, aunque este lo ha ocultado durante toda su vida. Son tres maneras distintas de vivir la sexualidad, pero complementarias. Sin proponérselo, cada uno de ellos enseña cosas a los otros dos a través de sus carencias, sus miedos y también de su necesidad de articular las emociones.
¿El libro refleja, por tanto, cómo existen condicionantes externos para vivir plenamente la homosexualidad?
Un hombre blanco, de burguesía media occidental que se declara homosexual, lo tiene todo más fácil. En determinados países de África y Asia te asesinan por ser gay. En otros te marginan y te tratan como a un apestado. Y luego está siempre la amenaza de la intolerancia vivas donde vivas y seas como seas. Besarse con una persona del mismo sexo implica un determinado riesgo siempre, y más ahora que la extrema derecha está teniendo un protagonismo impensable hace unos años. Quiero pensar que ahora que la gente ha visto bien la cara y el discurso de la Olona, ese protagonismo irá menguando.
Y a la vez que existe esa relación entre el valenciano, Martí y Sarrià, se van produciendo una serie de encuentros, clasificados por el protagonista como cuerpos numerados.
La narración se divide en dos partes. Por un lado, el valenciano va contando la historia de manera novelada, y esta está intercalada por pequeños relatos que son como un recuento y análisis de ligues con tíos que va teniendo desde que se separa de su mujer. Los capítulos de los cuerpos son un inventario escrito con la única intención de entenderse mejor a sí mismo. Esta idea me la dio una novela titulada “Numerados”, de John Rechy, donde un tipo narcisista se dedica a ir a sitios de cruising solo para demostrar que puede ligar con quien quiera y cuando quiera. Este personaje aparece mencionado en el álbum “New York” de Lou Reed, y me pareció inspirador para las aventuras del valenciano, como también lo fueron los libros de Tom Spanbauer, cuyo planteamiento literario me gusta mucho más que el de “Numerados”.
Una vez la historia paralela de los cuerpos queda clara, ¿qué buscabas trasmitir con la historia principal, con esa relación tan bonita entre los tres protagonistas, a los que algunas veces se les une El escritor?
La idea era contar ciertas cosas de otra manera, con unos protagonistas que son hombres maduros, que necesitan querer y ser queridos, a la vez que reivindican que aún pueden buscar el placer con otros hombres, aunque no respondan a un canon de belleza estereotipada. Es una historia absolutamente anticonvencional, donde los personajes principales, aunque se quieren, siguen buscando pasiones fuera, compartiendo placeres.
También aparece de manera transversal el personaje de Carolina, que tiene un papel importantísimo en la novela.
Carolina es la esposa del valenciano y suya es la decisión de separarse de él, lo cual provoca este cambio en su vida. Carolina es importante porque además me permite demostrar que no puedes aislar lo masculino de lo femenino, huyendo así de cualquier relación endogámica. Carolina me permite dar voz a todas esas mujeres que de una manera u otra están presentes en la novela. En su caso además es un elemento motriz, porque no solo no desaparece con la separación de El valenciano, sino que además acaba siendo su cómplice y también su mejor crítica. Carolina me permite unir feminismo con derechos LGTBIq, y eso la convierte en mi personaje favorito del libro. Los tíos no son los únicos que crecen y aprenden en esta historia, ella también lo hace y creo que mucho más y bastante mejor que ellos.
¿Eras consciente que estabas escribiendo una historia tan bella y emotiva, o fue el cariño hacia tus personajes lo que te iba llevando hacia ahí?
A medida que la historia avanzaba, yo quería que fuera así. Que quien lea el libro pueda hacer su interpretación sobre las cosas que suceden ahí, huyendo de lo explícito para que cada persona se imagine qué sucede una vez se cierra la puerta del dormitorio. Ahora mismo, la ultraderecha es una amenaza real para los personajes que describo aquí, tanto para los masculinos como para los femeninos. Por eso también era necesario un personaje como el de Nedi, mujer que sabe lo que es pertenecer a una familia humilde, de mineros, y, por lo tanto, practica una solidaridad que le viene de cuna. Nedi además me permite hacer un guiño literario, al hacerle leer “Cumbres borrascosas”. Hay referencias a Emily Brontë y Virginia Woolf en el texto. Y también se invoca a algunas de las adúlteras y pecadoras de la literatura universal: Francesca de Rímini, la Regenta, Anna Karenina, Constance Chatterley o Madame Bovary.
¿Crees que por el momento histórico en el que se publica la novela en nuestro país, podríamos estar ante una novela política también?
La verdad es que esa era una de mis intenciones, y me encantaría que la gente la percibiera así. Hay una intención de reivindicar todo lo que se ha avanzado y todos los derechos y libertades que podemos llegar a perder. Aunque la política se ciña a los comportamientos públicos y privados de sus personajes, esta es una novela política sin duda alguna.
Tus anteriores novelas transcurren en València fundamentalmente, pero en esta, aunque València sigue presente, hay un tránsito de Madrid a Barcelona. ¿Querías reivindicar la ciudad condal en estos momentos de catalanofobia?
Me apetecía que Barcelona tuviera protagonismo aquí, y lo cierto es que eso también esconde una intencionalidad política. Me permitía situar el grueso de la acción en otra ciudad mediterránea que no fuera València. Pero, sobre todo, me apetecía hacer una apuesta por la descentralización del país, hablar de una ciudad muy maltratada en los últimos años, poniendo Barcelona por encima de las circunstancias políticas y reivindicar la gran ciudad que es, así como salpicar el texto con lenguas como el catalán. En ese sentido, vuelve a aparecer lo periférico, lo que no es central, normativo, imperante.
Por último, ¿has sentido que estabas dando un salto adelante como escritor con esta novela?
Esta novela y por la temática que trata, por lo delicado de la misma exigía un cuidado especial en el lenguaje, la construcción de los capítulos, los personajes. Un trabajo que a su vez creo que me ha hecho crecer como escritor. Era un reto conseguir que esta novela pudiera ser para cualquier lector, que gustara por su historia y por cómo está escrita por encima de cualquier otra consideración. Quería escribir un libro poético, muy bien escrito. Y todo ello me ha llevado a ir más allá. Quería que este fuera un libro hermoso, erótico, importante, que hablara de lo que pasa en nuestro interior y también de lo que pasa a nuestro alrededor. No sé si lo he conseguido, pero el objetivo, conforme avanzaba en su creación, era ese.