Dos años después de presentarse en sociedad con “Ventura”, los valencianos Santero y Los Muchachos vuelven a la carga con “Rioflorido”; una fascinante colección de canciones con las que, con toda seguridad, volverán a meterse en el bolsillo al respetable. Con el disco aún calentito y a punto de iniciar la gira de presentación, interrogamos a la banda formada por Soni Artal, Pau García, Miguel Ángel y Josemán Escrivá; para intentar desentrañar los secretos y los hallazgos musicales perpetrados entre las cuatro paredes de un palacio abandonado. Un lugar con mística, al igual que la Big Pink o la Villa Nellcôte, ahora impregnado por el rock sincero y descarnado de Santero y Los Muchachos.
Foto: Carla Fuentes
Ventura, vuestro primer lanzamiento como Santero y Los Muchachos, tuvo una magnífica acogida entre la crítica y el público; además de suponer una grata sorpresa para aquellos que no conocían vuestros proyectos anteriores. ¿Habéis tenido algún tipo de presión extra a la hora de afrontar este nuevo disco, o a estas alturas de la vida ya no os afectan las expectativas?
Lo bueno y malo cae por igual a ambos lados para un primer y segundo disco, aunque de manera inversa. Con Ventura nadie nos esperaba, o casi nadie. Esa era la parte mala. Como bueno te diría que precisamente por eso era tranquilizador por aquello de no enfrentarnos a demasiadas exigencias. Ahora se invierte el orden, y lo bueno venía primero por la gente que sí esperaba este segundo trabajo, que creemos no era poca. Lo malo era la temible comparación con el anterior, el nivel exigible. En cualquier caso teníamos tantas ganas de materializar todo esto que durante el proceso no lo pensamos demasiado. Quizá fue al sacarlo cuando caímos en ese tipo de miedos o dudas.
La grabación de “Rioflorido” tuvo lugar en un emplazamiento tan poco habitual como un palacete del siglo XVIII. ¿Cómo surgió la idea de grabar en este espacio tan especial? ¿Qué aportó este entorno a la sonoridad del álbum?
Cayeron las llaves en nuestras manos y lo que al principio iba a ser un lugar para componer, darle forma al sonido y hacer unas demos se convirtió en el mejor lugar donde grabar un disco sin horarios ni molestias de ningún tipo. Lo hicimos junto a Manuel Tomás, ingeniero y co productor de este disco y el anterior. Hay matices del sonido que de no ser allí no hubiéramos conseguido en un estudio al uso, pero creo que tampoco han sido determinantes. Lo importante es señalar que ese lugar nos ha dado la tranquilidad y comodidad para conseguir un buen repertorio, con lo cual creo que Rioflorido es más un manifiesto de estado anímico que de pretensión sonora.
Al escuchar “Rioflorido” uno no puede evitar notar cierta euforia en las canciones, un poco en oposición a la melancolía de destilaba “Ventura”. ¿Qué os ha llevado a plasmar tanta luminosidad en estas composiciones?
Nuestra situación personal. Estamos en un buen momento. Tenemos salud, los nuestros también, ganas de pasarlo bien, nos encanta lo que hacemos, seguimos estimulados al escuchar canciones y repertorios de otros, así que nos encontramos con lo necesario para crear y compartirlo. Ciertamente Ventura era más otro tipo de necesidad. Un vómito personal. Una mirada al pasado sin nada claro hacia el futuro. Un encuentro de identidad también en todo esto, sin más, sin pretensiones. Ahora sabemos quiénes somos y lo más importante, que nos esperan.
Vuestro estilo siempre se ha caracterizado por mostrar una gran confluencia de estilos, desde el rock clásico a los sonidos fronterizos y latinoamericanos. En “Rioflorido” vais un paso más allá, con esos ritmos antillanos de “Para siempre no existe” o el aire afrancesado de “Octubre”. ¿Cómo decidís qué carácter tendrá cada tema? ¿Cómo conseguís ese equilibrio entre unas canciones que tienen una personalidad tan marcada y diversa, para que el conjunto suene unitario y con empaque?
La canciones mandan y en su primer esbozo van tejiendo su propio traje. Cambiarlas demasiado es lo que las hace más grandes o puede llegar a destrozarlas, como también respetar lo que es sin cambiar a penas nada hace que sea algo más redonda, imparable y hasta atemporal. Esto último supongo que es lo que más solemos hacer sin necesidad de unificar o acercar unas canciones a otras con el mismo color. Probablemente su denominador común sea la melodía vocal, los coros y los pocos artificios sonoros que permiten ver que en definitiva hay una canción cantable que trata de conectar con lo que contamos, y no tanto unos ritmos o sonidos que te hacen menear el trasero sin más.
Algo en los que siempre han destacado vuestras canciones es en la carga vocal de las melodías, algo cada vez menos frecuente en la música pop. ¿Cómo enfocáis el trabajo de los coros y las voces a la hora de arreglar los temas?
Es la escuela que nos viene dada de casa, por nuestro padre, bajista de Los míticos Top-Son. También los grupos de los 50 y 60, que es lo que más escuchamos. En cualquier banda que hayamos estado anteriormente hemos sentido la necesidad de meter coros. No imaginamos hacer nada sin este recurso y sale de manera casi automática.
Las letras son sencillas pero muy evocadoras, casi cinematográficas; de hecho, “Algo más” me parece un ejemplo maravilloso de cómo escribir una canción de amor. ¿Qué os inspira a la hora de escribir los textos de vuestras canciones?
Esa canción habla de un amor inmediato con y sin esperanzas. Dejando que sea la otra persona quien decida. Que te cautiven sin mediar palabra bajo la poca luz de un baile es algo que nos ha pasado a casi todos. Esa es la única inspiración para esta y el resto. Las propias experiencias sin mirar demasiado lejos. Las letras salen rebuscando en el baúl de las emociones de cada uno, no hay más.
Uno de los temas más destacados es la versión de “He de olvidarte”, una canción compuesta por José Escrivá (Los Top-Son y padre de Miguel Ángel). ¿Cómo se afronta una adaptación de alguien tan cercano?
Es una canción que hizo en 1965. No hemos dejado de juguetear con esta y otras canciones de nuestro padre desde que nos colgamos una guitarra mi hermano y yo. “He de olvidarte” estaba ahí y se cruzó de nuevo entre nosotros. Escribí la parte del estribillo, mi hermano Joseman aportó esos coros que empujan muy bien y dimos con algo realmente juguetón para los directos.
Una de las sorpresas que esconde “Rioflorido” es la participación de El Twanguero, uno de los mejores y más prestigiosos guitarristas del panorama actual. ¿Cómo surgió esta colaboración?
Nos conocimos en algún lugar fuera de Valencia. Nos encanta lo que hace y a él le gusta lo que hacemos. Había ganas así que aprovechamos una visita suya por La Terreta para comernos un “disco de oro” que Soni, guitarrista de la banda, cocinó en su casa con pollo y conejo y de ahí rodando a grabar. Fue un día fabuloso.
El magnífico diseño del disco está concebido por la ilustradora Carla Fuentes, quien ha logrado una imagen potentísima y muy en la sintonía con vuestra música. ¿Cuál ha sido el germen de este imaginario?¿Cómo ha sido trabajar con Carla?
Carla es una mujer que absorbe música por cada poro de su piel y a todas horas. La nuestra ha filtrado de buena manera por su PH antes de aquel primer encuentro para hablar del artwork del disco. Al parecer vino a algún concierto con la gira de Ventura y disfrutaba con nuestra música. Nosotros admiramos mucho su trabajo así que fue un encuentro definitivo. Rioflorido es la manifestación de dos bellas disciplinas artísticas que ella se ha encargado de concentrar de manera conceptual. Estamos muy entusiasmados con los resultados.