Su nombre viene de la unión entre el Diamond Dogs de David Bowie y el Slaughter on the 5th Avenue de Mick Ronson, bebieron influencias glam hasta ahogarse en este fugaz estilo, y en su estética inicial, la furia y el desgarro del punk no era lo que predominaba. Slaughter and the Dogs son la prueba viviente de la confluencia inevitable de estos dos géneros y de cómo el glam se acabó diluyendo en detrimento del segundo. Eso sí, dejando una impronta imborrable en algunos de los grupos que empuñaron el estandarte punk y que definieron a la vez un nuevo sonido y una nueva forma de vida.
El verano de 1976 es una de esas épocas memorables dentro de la historia de la música, traducida en el impacto que supusieron las actuaciones de los Sex Pistols en la evolución y la canalización de la escena punk emergente de Manchester. El Free Trade Hall recibía al furibundo grupo de John Lydon y Slaughter and the Dogs se alzaban como teloneros. Entre el público, futuros miembros de The Fall, Joy Division o The Smiths.
Como si hubieran encendido una mecha, Slaughter and the Dogs, que aun compartiendo escenario se quedaron prendados de la fogosidad y la puesta en escena de los Pistols, volaron por la escena punk de los 70 y fueron una de las bandas pioneras que llegaron a tocar punk en directo en los legendarios locales londinenses The Roxy o en The Marquee. Fue en 1977 cuando grabaron el mítico single Cranked Up Really High, lo que les permitió firmar con Decca y arrancar una fructífera producción con tres singles más. Slaughter and the Dogs, en esencia, fue una de esas bandas que estuvo ahí, en mitad del movimiento punk, aportando su grano de arena para que el auge de este género fuera lo más devastador posible.
Como en cualquier banda que ha superado los 30 años de vida, Slaughter and the Dogs sufrió bajas voluntarias, idas y venidas y cambios de capitán de barco. Aunque a partir de 1996, dos de sus miembros originales, Wayne Barrett-McGrath y Mick Rossi, han vuelto para continuar dando guerra. Su último disco, Vicious, se publicó el año pasado y lleva la marca de un trabajo incendiario que promete recoger toda la historia que el nombre del grupo trae a sus espaldas. Guitarras afiladas, himnos desgarrados y una vitalidad que no ha huido con el paso de los años.