Nacer en un entorno tan artístico como el de los Morente, donde todos cantaban, bailaban y salían de gira, hacía que lo natural fuese continuar la tradición. Soléa participó en todos los trabajos de su padre Enrique Morente (1942-2010) desde “Misa Flamenca” (1991) cuando aún era una niña sin edad para ir al colegio.
Le hubiera gustado ser bailaora (como su madre, Aurora Carbonell “La Pelota”), o más bien bailarina ya que estudió danza clásica con Víctor Ullate. Pero las experiencias que vivieron cuando alcanzaba la adolescencia en la gira de Omega junto a la banda de rock alternativo granadina Lagartija Nick fueron decisivas para querer dedicarse a la música.
Enrique Morente tuvo una estrecha relación con el mundo de la universidad aunque el genial granadino nunca estudió. Cuando en los 70 cantó los versos de Miguel Hernández ante la incomprensión del público flamenco más ortodoxo fue en los escenarios de los colegios mayores donde mejor se apreció su innovación de cantar poemas cultos. El día que su segunda hija –hermana pequeña de Estrella– le comunicó que quería dedicarse a la música le dijo que “todavía no”. Soleá siguió su sabio consejo, fue a la universidad y estudió Filología, pero la idea de hacer música no la olvidó. Una vez completada la licenciatura llegó el momento de grabar, seleccionó algunas canciones para llevarlas junto a su padre al terreno flamenco sin más intención que cumplir su deseo y compartirlas con su entorno. La prematura e inesperada desaparición en diciembre de 2010 de Morente lo cambió todo.
La primera vez que se puso al frente de una banda fue con Los Evangelistas en el “Homenaje a Enrique Morente” en el Palau de la Música de Barcelona. Luego, grabó su voz junto a los roqueros indies granadinos en el álbum Encuentro. Soléa se descubría como una flamenca con alma de roquera.
Tendrá que haber un camino (2015) es su primer álbum, aunque ya tomó la alternativa en el inicio de las “Nanas” que había en el último disco en vida del maestro, Morente Flamenco (2009). Morente, la poesía de Antonio Machado (“Yo escucho los cantos”, incluidos en el disco “Despegando” de 1977) y Federico García Lorca (“La ciudad de los gitanos”, como homenaje al Sacromonte y al universal poeta) –de pequeña pensaba que era un amigo de su padre por la cotidianeidad con el de Fuente Vaqueros–. Leonard Cohen (“Dama errante” y “Esta no es manera de decir adiós”), el magistral “Omega” (se cumplen 20 años de su publicación) y sus amigos de Lagartija Nick y Los Planetas son una constante en el sólido trabajo de debut de Soleá Morente donde también hay letras de La Bien Querida (“Todavía”, “Vampiro” y “Nochecita Sanjuanera”) y Manu Ferrón (“Oración”).
El punto de partida de este camino fue “Eso nunca lo diré”, una granaína que escuchó numerosas veces a su padre y que tocó con su guitarra una noche de celebración. Ha grabado por sevillanas “Están bailando” que nunca fueron registradas por el ronco del Albaicín aunque solo las cantaba en ocasiones, y los tangos “Solos tú y yo”, ambas piezas las interpreta a la manera de sus admirados Triana. Entre sus experimentaciones juega la electrónica en “Tonto” con la complicidad de J. Ahora, Soleá Morente, nacida sonoramente en la encrucijada del flamenco y el rock, afronta su propio camino artístico.