Tan pronto guioniza un cómic, como compone la banda sonora de una obra de teatro, o acaba liándose en múltiples proyectos paralelos. Ramón Rodríguez no es solo una de las voces más imponentes del panorama de la música independiente. Ha demostrado, con creces, ser una mente creativa en continua exploración.
Cuando The New Raemon irrumpió en escena, en el año 2008, sorprendió con A Propósito de Garfunkel. Un disco de corte optimista con canciones melódicas y pegadizas que contrastaba con su anterior proyecto más cañero y grupal, en Madee. Disco tras disco, su evolución ha ido hacia un tipo de composición más profundo y emocional. De hecho, en algunas entrevistas, o de manera informal en los conciertos, el propio artista ha manifestado no estar del todo contento con determinadas aristas de estas primeras canciones de su nueva etapa en solitario.
Tal vez sea perfeccionismo, inconformismo, o una continua inquietud. ¿Quién sabe? La cuestión es que sus idas y venidas, en su caso, le llevan a continuos giros y vueltas de tuerca, como cuando dejó su sello de toda la vida, BCore, para probar en Marxophone; o cuando anunció que dejaba de manera indefinida los escenarios, para volver al poco tiempo (por fortuna para sus seguidores). Y podría seguir, pero no hace falta, porque adonde quiero llegar es que esta es, en realidad, una cualidad presente de vez en cuando en los artistas, que les humaniza y que es de agradecer.
