Tratado de ética: La Belleza de las Tormentas

por | 10 febrero 2025 | Conciertos

Quizás sea una cuestión generacional, una de esas vinculaciones que se entienden en su contexto como producto histórico. Puede que nos sintamos reconocidos en esas canciones porque forjamos nuestros gustos en un periodo determinado. Sin embargo, después del concierto que Lisabö dio en la sala Moon de Valencia nos reafirmamos en la idea de que muchos de los materiales, conceptos, actitudes y compromisos que definen a los guipuzcoanos nos van a ser muy útiles para afrontar los huracanes de esta era de la revancha, como la ha bautizado el analista Andrea Rizzi.

Luz, energía, entrega, cuidado en los detalles y una lírica bellísima para iluminar la agria neblina de la humanidad de la que hablan en en el primer corte de su último álbum. Menuda hora y media larga de concierto nos brindaron el pasado jueves 6 de febrero. Aún nos cuesta no volver a esa barbaridad tan emocionante; casi nos revientan los tímpanos con las andanadas de electricidad que nos fueron dispensando. Dos baterías en el centro, tres guitarras, dos voces en los extremos alternándose y un bajista con camiseta entallada de Television cosiendo con eficacia las tormentas y las caricias. No hubo respiro en un directo que entró en combustión el segundo compás. El primero lo marcó la sutil vibración de una cuerda de violín.

Como advierten en el segundo corte de su último trabajo: el problema no es el ruido, es el veneno que se esconde en el silencio. Los de Irún consiguieron tocar por fin en Valencia después de más de veinticinco años de trayectoria. Lo habían intentado varias veces pero no lo habían logrado. Es difícil coordinar seis personas cuando la música no es su dedicación principal. Una sala llena los recibió expectante, todos intuíamos que iba a ser especial. No nos equivocamos. Menuda actuación se marcaron, qué volumen, qué entrega, qué concentración, qué energía, qué cuidado con los detalles, qué belleza.

Los vasco llegaban a la cita con el excelente Lorategi Izoztuan Hezur Huts Bilakatu Arte (2023) debajo del brazo. Unas canciones que nos recuerdan el rock poético y sin concesiones del sello triquinoise, el espesor de las texturas compositivas de Manta Ray, Diabologum o Experiénce, el compromiso ético de Fugazi, la tradición del rock cantado en euskera y hasta el noise arty de la juventud sónica. Una manera de entender la música anticorporativa, horizontal, colaborativa, ajena a las coartadas del capitalismo de la atención y honesta hasta la médula. Ni spotify, ni redes sociales, canciones como tormentas eléctricas y una calidad literaria inusual. Argumentos necesarios para enfrentarnos al tecnofascismo que quiere convertir la masacrada Gaza en un puto resort.

Entre los asistentes muchos fans con los cuarenta cumplidos que encontraron refugio en el rock más arisco y su mística puritana mientras buena parte del indie se desnaturalizaba para facilitar su digestión en festivales y plataformas de streaming. El concierto fue tremendo, sin fisuras y sin concesiones, físico, lírico, combativo y bello. Tan importante fueron los rugidos como los susurros de los detalles más nimios. Esa entrega en la ejecución y el respeto mostrado con el público fue toda una lección de ética que recibimos con emoción. La demagogia que celebra la arbitrariedad arrogante de los poderosos es justo lo contrario.

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