Los australianos Quivers nos salvaron el domingo. Si son ustedes de los que viven el viernes como el primer día de las vacaciones y el ocaso del fin de semana como una tragedia de dimensiones bíblicas, sepan que el pasado 15 de diciembre encontramos refugio en el Loco Club y conseguimos esquivar el peso de esa fatalidad. El cuarteto de Melbourne estuvo tan solvente y expresivo en su directo de Valencia que no nos quedó otra que volver a casa con una sonrisa de satisfacción.
Una vez me dijo Carlos Pérez de Ziriza que el domingo por la noche, si no programan muy tarde, es uno de los mejores momentos para disfrutar de los conciertos. Se puede estar o no de acuerdo con su apreciación, pero conviene leer y escuchar siempre con interés al periodista valenciano. Para ser un grupo con un disco reseñado en Pitchfork, tres álbumes en su discografía más uno de versiones de REM y sólo el último publicado en Merge Records, una discográfica con cierta capacidad para la difusión internacional, la respuesta del público fue reseñable. Casi tres cuartos de sala llenos y muchísima implicación de la concurrencia. Algunos no perdieron la oportunidad de exhibir su buen hacer en el noble arte del sing along. El ambiente fue magnífico, Spotify había hecho su trabajo.
¿Quién pensó que sería un gran negocio programar una banda australiana de jangle pop semi desconocida y a un combo de pop de guitarras de Lisboa, que era toda una incógnita, un domingo de diciembre? Hay que estar muy enamorado de la música para dejar en un segundo plano la rentabilidad económica y atreverse con un reto así. Olvídense del cálculo racional y de otras consideraciones, tenemos la suerte de contar con promotores y salas que a veces ignoran la cuenta de resultados y ponen su vertiente de fans por delante de otras prioridades. Esta visión entre audaz y temeraria nos ha permitido disfrutar de sorpresas felices: Alice Phoebe Lou, Personal Trainer, Uni Boys, bdrmm, Quivers. Esos descubrimientos son nuestros tesoros.
Abrieron la velada Haus Plants; los de la capital de la desembocadura del Tajo tenían muchas ganas de marcar territorio. Sus guitarras sonaron a veces saltarinas y otras más especulativas. Por momentos parecían querer crecer en torno al ritmo, pero al poco se enrocaban para acercarse a ese shoegaze ensoñador que triunfa en TikTok. Tienen los lusos una puesta en escena solvente y una imagen que sugiere que saben qué ropa vestir y qué bigote y zapatos lucir para colarse en el circuito internacional. Muchos terminamos preguntando con interés quiénes eran; todo un éxito para una formación que, pese a su creciente popularidad en Portugal, eran unos desconocidos para la mayoría de los presentes.
A eso de las nueve y cuarto aparecieron Quivers con ese aspecto muy de escena alternativa de principios de dos mil diez, cuando los hipsters aún no eran todo barbas misioneras, pantalones de pitillo imposible, cervezas artesanas y pan de cúrcuma. Era el último concierto de la gira y bien que se esforzaron para cerrar la aventura europea por todo lo alto. Llegaban los de las antípodas con un disco notable publicado el pasado verano, el muy recomendable ‘Oyster Cut’, como principal argumento. Si en esa colección de canciones se atreven a ir más allá del jangle pop, de las esencias del pop patrio, de los paisajes más planeadores de Galaxie 500 y de esas influencias de grupos post REM que encontraron en las emisoras de los colleges de las universidades norteamericanas su espacio natural, en directo nos sorprendieron con unas interpretaciones llenas de texturas, consistencia y matices inesperados.
Bella Quinlan al bajo y Sam Nicholson a la guitarras turnándose o complementándose en las funciones de voces principales y la baterista Holly Thomas y el otro guitarra Michael Panton completando coros y segundas voces se revelaron como una formación muy competente en directo. Todo nos sonó más contundente, más entrelazado y más expresivo que en el disco. Lo grande más grande, lo pequeño más pequeño y lo delicado más delicado. No les costó mucho conectar con un público que había hecho los deberes y conocía bastante bien su último trabajo. Temas como Pink Smoke, Screensaver, Fake Flowers o Never Be Lonely nos conmovieron con su belleza y nos hicieron partícipes de su interpretación. Qué emotivos esos momentos en los que las cuatro voces elevaban los estribillos, o algunas estrofas por encima de nuestros corazones. Nos costó poco darnos cuenta de que estábamos ante una formación preparada para crecer en los circuitos alternativos. Lucy Dacus, Boygenius, Girl in Red o Snail Mail les podrían indicar el camino.
La cola que se formó para comprarles discos, cedés y camisetas al finalizar el set fue muy representativa de lo mucho que habíamos disfrutado. Nos despedimos de amigos y conocidos con la satisfacción de haber acertado. Al final de la Gran Vía se veía la gran pantalla de la explanada de Nuevo Centro emitiendo proyecciones de Navidad contra la noche helada. Ojalá que los que no estuvieron a la altura cuando se desbordaron las ramblas, demuestren que son los más capaces en la reconstrucción. ¡ Ánimo Valientes! Felices Fiestas.