En 1998 el indie español se dio de bruces con el disco que le hizo madurar: Los Planetas volvieron de Nueva York con “Una semana en el motor de un autobús”. Un trabajo repleto de himnos. Fue un año fructífero: Migala (“Así duele un verano”), Sr. Chinarro (“Noséqué-Nosécuántos), Sexy Sadie (“It´s Beautiful, It´s Love”) o el debut de Nosoträsh, aunque también dijimos adiós a El Niño Gusano y Le Mans. Fuera de nuestras fronteras el mundo era incapaz de escapar de la influencia de “OK Computer” de Radiohead, la música electrónica se alzaba por impulso de Portishead, Chemical Brothers o Aphex Twin, e internet comenzaba a revolucionar la industria con las primeras descargas e intercambios de ficheros en mp3, mientras la voz de Sinatra se apagaba en Los Ángeles.
En octubre de 1998 Factory, el trimestral de la revista Rockdelux, publicó un reportaje dedicado a la escena musical de Valencia que venía acompañado de un cedé con veintiuna canciones de otras tantas bandas. Veinte años después hablamos con el autor de aquel artículo, el periodista cultural Eduardo Guillot.
-¿Cómo nació la Explosión Naranja?
Fue una iniciativa de la gente que estábamos en los medios para intentar aglutinar, bajo alguna etiqueta, todo lo que estaba pasando en Valencia y nos parecía interesante, para que a su vez tuviera algún tipo de repercusión en el exterior. Queríamos seguir el ejemplo del Xixon Sound o de la escena de Donosti.
-Al principio de tu artículo comentas que ya hiciste un primer repaso a la escena musical valenciana (concretamente en el número 4 de la revista Factory). ¿Qué diferencias hubo entre ambos reportajes?
En el primer artículo solo propuse a Factory escribir sobre lo que me parecía más interesante en Valencia, y ahí empezaba y terminaba aquello. Mientras que en el segundo ya había surgido la Explosión Naranja, un nombre un poco ortopédico, forzado, artificial. En aquel momento se pensó, con muy buena intención, pero yo creo que con malos resultados, que el ponerle una etiqueta ayudaría a los grupos, pero no fue así. Al final surgieron las típicas guerras de egos y enfrentamientos de siempre, al mismo tiempo que se intentó quedar bien con todo el mundo y no se llegó a ningún lado. De hecho yo diría que lo único que prácticamente salió a nivel nacional, y que le dio una repercusión fuera de Valencia a la Explosión Naranja fue precisamente ese reportaje de Factory y el cedé recopilatorio. No hubo nada más en prensa nacional, aunque sirvió para que en Valencia se generaran debates sobre si había escena o no.
-Siempre que se habla de la Explosión Naranja, la etiqueta parece estar relacionada con cierto indie rock de guitarras que predominaba en aquella época. Sin embargo el cedé recopilatorio echa abajo ese mito: en él encontramos grupos como Zip (que remezclan una canción de Polar), Chococrispis, Felpudo Tos o el trip hop de Every No One.
La idea inicial sí era apoyar esa escena de indie rock, es decir lo que estaba en concordancia con lo que ocurría en el resto del Estado, pero a la hora de hacer el recopilatorio abrí la mano todo lo que pude porque realmente existían propuestas originales en otros ámbitos musicales de Valencia más allá del pop de guitarras. La cuestión es que el propio recopilatorio demuestra lo artificial que era el intentar crear una etiquetar para músicos tan diferentes. Aunque también sirvió, y eso fue muy saludable, para que muchos en Valencia pusieran los pies en el suelo; como creo que sigue pasando ahora, aquí todo el mundo se pensaba que había inventado el rock. Cuando salió este recopilatorio, y gente de fuera escuchó a grupos valencianos, la revista recibió más de una carta diciendo que era el peor recopilatorio de la historia de Factory y que no había ningún grupo que valiera la pena. Eran comentarios exagerados, pero dejaron claro que aquí no todo el mundo había grabado obras maestras. Gracias a eso más de uno fue consciente de que la realidad iba más allá de los términos municipales de Valencia, y que en otros sitios había gente haciendo cosas que tenían tanto o más valor de las que se hacían aquí.
Doctor Divago en 1998 (foto: Liberto Peiró)
-En tu artículo remarcas que algunos grupos dieron el salto y se dejaron ver en Madrid o Barcelona, como Polar o La Habitación Roja, aunque otros no salieron de Valencia, y, como consecuencia, se plantó un poco la idea del “No nos hacen caso” que parece haber perdurado hasta la actualidad.
Lo de la Explosión Naranja surgió un poco por ese “No nos hacen caso”, pero es una cosa endémica que ya se daba en los 80 cuando escuchabas a la gente comentar siempre lo mismo: “Si fuéramos de Madrid o Barcelona…”. A lo mejor lo más apropiado seria decir “Si fuéramos mejores…” o “Si nos moviéramos más…”. Por ejemplo, mira a Cuello o Aullido Atómico: ellos tocan sin parar, pero porque se lo trabajan; nadie ha ido a llamarles a su puerta o a decirle que buenos sois, quizá son peores que otros, o no, pero están trabajando, se mueven. Lo de quedarse en casa esperando para que te descubra un cazatalentos, a estas alturas, es una posición equivocada. Además si no se sale de aquí, no se tienen opiniones externas: tocas dos o tres veces al año en una sala y todo el mundo dice que eres maravilloso. Lo que hay que hacer es salir fuera de Valencia y medirse con la gente que está en tu misma disposición, para saber si lo que haces vale la pena o no. Hay que ser realistas, y creo en Valencia lo somos muy poco; no puede ser que históricamente todo el mundo nos odie tanto para que ningún grupo salga adelante. La Habitación Roja podrán ser mejores o peores, pero han trabajado muchísimo y han recogido los frutos de ese trabajo: apostaron a que la música fuera su principal ocupación y con el tiempo han logrado cierta posición.
-En ese recopilatorio encontramos músicos que, aunque no han continuado con los mismos grupos, sí que han destacado en otros proyectos: Jorge Pérez (Tórtel) comenzó con Ciudadano López, gente de Chococrispis formó Gigatrón, Koldo de Felpudo Tos ahora es Lüisito Lechuga y de The Flauters salieron Señor Mostaza y Serpentina.
Yo creo que los músicos lo son para toda la vida, y más si son amateurs: puedes estar montando un grupo cada seis meses, nadie te presiona, cuelgas tus canciones en bandcamp y cuando te aburres haces otra cosa. En Valencia, la mayoría de gente que se dedica a la música no se ha profesionalizado, los grupos vienen y van. Un caso paradigmático es Jorge Pérez: empieza con Ciudadano López, que eran más rockeros antes de descubrir el indie y otras influencias, luego hacen cosas interesantísimas, después se quitan el López, pero se acaban aburriendo y crean Maderita, que solo hacen un disco. Más tarde desaparece Ciudadano y Jorge monta Tórtel con Joaquín Pascual, pero solo en el primer LP, luego vuelve a haber cambios. También aparece por Coleccionistas, que también duran un disco… No hay una formación estable, los grupos no se consolidan, o prefiere seguir estudiando y dedicarse a otros trabajos. Hay muy pocos que deciden adecuar sus trabajos a la música, como Jose Guerrero (Betunizer) o Marcos Junquera, que solo se dedican a cosas relacionadas con el ámbito musical, y así pueden sacar adelante sus grupos; o Aullido Atómico, que trabajan en tatuajes, ilustración y, por lo tanto, pueden tener sus propios horarios; pero los músicos en Valencia evitan hacerse autónomos, quieren un sueldo fijo, si puede ser de funcionario, y además ser estrellas del rock, y eso a la vez no puede ser. Hay más de uno o de dos que son precisamente funcionarios, y tienen tiempo libre, así que se dedican a escribir poemas, obras de teatro, canciones, novelas, óperas… Así llegamos a otra tema que me sorprende: es muy difícil ser realmente bueno en algo, y aquí tenemos gente tan polifacética que parece ser buena en cincuenta cosas a la vez. El problema de la falta de profesionalización siempre ha sido algo generalizado, aunque parece que en otros sitios la gente está más habituada a ser consciente de que si quiere sacar algo adelante, tiene que apostar por ello y ser valiente. Hace unos años escribí un artículo sobre Doctor Divago que soliviantó a algunos de sus fans recalcitrantes porque dije que el grupo, al que he seguido y me gusta, no salía de su zona de confort musical. Aquí todo el mundo pone en valor que llevan 25 años, pero en mi opinión durar bastante o sacar muchos discos con una banda que supone un hobby no es en sí un mérito especial, valoro más al que corre el riesgo de dar el salto. No es una cuestión de cantidad, sino de muchos otros factores y de estar en el sitio adecuado en el momento justo, y aquí siempre hemos sido muy conservadores para atrevernos a eso.
-Dos casos poco comunes: La Muñeca de Sal, una formación que practica un post rock que no era habitual en la escena valenciana de aquellos años; y Las Máquinas, cuyo sonido me ha parecido muy cercano a Madchester y los Happy Mondays.
La Muñeca de Sal ha sido un grupo cuyo mayor problema ha sido la continuidad, aunque muy interesante y encontrando su sitio poco a poco. Al principio utilizaban mucho más la voz (influenciados por Corcobado), y fueron eliminándola hasta hacerla desaparecer, en una evolución inteligente por su parte y que contiene canciones más cercanas al post rock. Pero han estado mucho años desaparecidos y cuando se han podido juntar han hecho cosas de valor, puede que no siempre con los criterios adecuados, no sé si la mejor manera de volver era con cantantes invitados y haciendo versiones, pero La Muñeca de Sal es una de esas formaciones que siempre ofrecen algo de interés cuando graban, y ese tipo de grupos siempre valen la pena. Por otra parte, Las Máquinas empezaron a finales de los 80: creo que ganaron el Circuit Rock, y entonces ficharon por Sony, sacando un primer elepé que tenía algunas canciones muy buenas, pero les pasó los mismo que a Lagartija Nick (también en Sony): la discográfica tenía entre manos un buen producto pero no sabía qué hacer con él. A partir de ahí Las Máquinas cayeron en un cierto ostracismo pero después se reactivaron con todo ese interés por el sonido Madchester y el disco que sacaron con Matarile Records: eran los Happy Mondays valencianos, incluso tenían a su propio Bez, Epo, que estaba como un cencerro y salía a bailar. Si en ese momento hubieran tenido una compañía más fuerte que Matarile, que era muy voluntariosa pero con pocos medios, probablemente podrían haber llegado más lejos. Ahí faltó algo de infraestructura, porque, seamos sinceros, los grupos seguramente estarían mucho más dispuestos a apostar por lo que hacen, si en Valencia hubiera medios de comunicación como dios manda y una cierta infraestructura discográfica. No hay sellos que puedan llegar a nivel estatal para posicionarse como en su día hicieron Grabaciones en el Mar desde Zaragoza, y el grupo tampoco puede hacerlo todo solo. Matarile era un sello con buenas intenciones, pero sin las herramientas para que los grupos pudieran moverse fuera en igualdad de condiciones.
Ciudadano López en 1997.
-En esa época además de Matarile también estaba Tranquilo Niebla, posiblemente fueron las dos discográficas que estuvieron más ligadas a la Explosión Naranja.
Matarile sí tenía como voluntad ser un sello, mientras que Tranquilo se dedicaba a montar conciertos, pero en su entorno había gente como Polar, The Mantis o Los Sostenidos, grupos que les gustaban mucho, eran amigos, y no tenían posibilidades de sacar un disco, así que la gente de Tranquilo se atrevió a publicar sus trabajos, pero tampoco tenían infraestructura, si no recuerdo mal, ni siquiera mandaban copias de promoción o si lo hacían era a Rockdelux, Ruta 66 y dos sitios más.
-Una Sonrisa Terrible fue un grupo que tuvo algo de difusión sobre todo en Radio 3 y Diario Pop.
La gente de Una Sonrisa Terrible ha sido siempre gran admiradora de Jesús Ordovás y él siempre ha puesto todo lo que ha llegado a sus manos, por eso ha descubierto a tanta gente. A Una Sonrisa Terrible siempre les apoyó hasta donde pudo, pero eso ya lo había hecho en los 80 con La Resistencia. Ordovás siempre ha apoyado todo lo que ha caído en sus manos, y eso le honra, más allá de que igual hacer alguna que otra criba tampoco hubiera estado mal. Por otra parte, Una Sonrisa Terrible hizo un primer disco precioso, “400 ASA” (Matarile). Me sorprendió muchísimo y creo que era estupendo, después quizá no estuvieron al mismo nivel pero siempre mantuvieron un criterio interesante.
-¿Con qué canciones del recopilatorio te quedarías? ¿Crees que parte del espíritu de la Explosión Naranja se puede percibir en ciertos grupos que ahora tiene visibilidad fuera de Valencia como Aullido Atómico, Cuello o La Plata?
Preferiría no elegir canciones, porque creo que todos aportaron su grano de arena en lo que era Valencia en aquel momento. Más bien me quedaría con el concepto, que seguramente estuvo mal planteado y no se hizo como tocaba, quizá porque no debía nacer de la prensa sino de los propios músicos, cosa que no ocurrió, pero no tengo mal recuerdo. Se hicieron debates en la Fnac, se habló muchísimo de ello (aunque fuera para criticarlo), y sacudió un poco la escena local, aunque la selección natural haya dejado unos grupos en activo y otros en la cuneta. No sé si existe ese espíritu de la Explosión Naranja, insisto en que fue una creación que, en aquel momento, nos pareció idónea pero muy artificial, y los grupos se desmarcaron con bastante rapidez. Recuerdo que el artículo se llamó “Notas sobre una euforia”, y fue exactamente eso, un momento de euforia que no cuajó, porque para que eso ocurriera hubiera hecho falta lo que pasó con el Donosti Sound o el Xixon Sound: que dos o tres grupos realmente funcionaran muy bien a nivel nacional, provocando, a su vez, la curiosidad sobre otras bandas y animando a otras. Pero eso no sucedió, y hoy en día nadie piensa en la Explosión Naranja cuando pone en marcha algo, de hecho me parece que hemos salido ganando con los grupos actuales que has nombrado: no esperan a que nadie le solucione las cosas, sino que salen a la calle a resolverlo todo por ellos mismos, y pienso que es lo mejor que se puede hacer hoy en día.