Seguramente no haya este año en la Comunitat Valenciana un trabajo que despuntase por encima del resto con la determinación que lo hizo el de Gener en 2016 (quienes han recogido durante los últimos meses sus frutos en unos directos arrolladores y muy bien acogidos), pero la cosecha ha vuelto a ser fértil y tremendamente heterogénea, con la consabida carencia de grandes altavoces que redimensionen sus logros y la liberen de sempiternos lastres.
Júlia, Futuro Terror + La Plata, Ramirez Exposure y Maronda.
O quizá no tanto, porque si el cuarto álbum de Maronda – por ejemplo – se tratase de un debut, pocas dudas revolotearían sobre su primacía. Ocurre que nos acostumbramos muy rápido a algunos notables argumentos, sobre todo cuando se repiten sin fisuras, y eso hace que su Patrones de Fuerza no haya despuntado mediáticamente como lo que es: la más brillante colección de canciones pop gestada por estos lares en los últimos doce meses, aunque deducir eso de ellos ya no suponga novedad. En una teórica jerarquía (porque hablamos de teoría más que de práctica: cada uno puede tener la suya, y los números casan mal con las sensaciones que procura la música popular, tan intransferibles) compartiría podio ex aequo con el sensacional segundo largo de las alcoyanas Júlia, un Pròxima B que ha sublimado su destreza para un pop ensoñador armado sobre sutiles tramas electrónicas.
Además, el castellano, el valenciano y el inglés se entremezclan con naturalidad, lejos de cuotas distorsionadoras y dogmatismos contraproducentes, en algunos de los mejores discos de entre la amplia hornada valenciana que nos ha dejado este año. Guitarras eléctricas y acústicas, samplers, sintetizadores, cuerdas y vientos han convivido en algunos de los trabajos más destacados del ejercicio. En ese apartado podemos consignar el folk punk de Segunda Persona; el blues rock con brotes electrónicos y acentos psicodélicos de Johnny B Zero; el salto cualitativo dado por Frontera en una escritura que bebe del rock correoso, del legado sixtie y hasta de la bossanova; el concepto de canción exprimido por un Julio Bustamante que prácticamente es un género en sí mismo; el pop preciosista de los Hank Idory de Juancho Alegrete (álbum debut del año, sin duda); las melodías radiantes de Ramirez Exposure; el pop cada vez más electrónico de los castellonenses deBigote o la consumada destreza de sus paisanos Lula para expedir pildorazos de powerpop rock (bien que lo definen así ellos) vitamínico.
También la espléndida reescritura de clásicos más o menos populares que pulieron Senior i el Cor Brutal con un puñado de invitados de excepción; la atención cada vez mayor que Polock dispensan a nutrientes de los setenta (y que reafirma un credo cada vez más autónomo); la química poética que emana del tándem formado por Mireia Vives i Borja Penalba (nuestros Marcel Bagés y Maria Arnal particulares) o la indiscutible solidez del pop melancólico de Modelo de Respuesta Polar. Los discos que todos ellos han facturado, más de una decena larga, comparten (con la excepción de Bustamante, que retiene la clase pero ya avistó su cumbre hace mucho tiempo) una cualidad común: la progresión de sus argumentarios.
Insistimos siempre en la diversidad de nuestro ecosistema sonoro. A fuerza de ser reiterativos, es obligado volver a recalcarlo. Los efluvios de la mejor tradición del rock norteamericano han sido filtrados por Junior McKenzie y Chloe’s Clue. La simbiosis entre hip hop, pop, electrónica y ska, que tan buenos réditos le ha dado a algunos de los puntales de la escena valencianoparlante del último decenio, ha tenido este año a Xavi Sarrià y a Zoo como emblemas. El post punk vuelve a brindar a Le Garçon Rêvé, Ambros Chapel o Gatomidi como sus mejores embajadores locales, mientras Ghost Transmission hacen lo propio con el shoegaze. La llama del punk y del garage rock se mantiene viva con los alicantinos Futuro Terror. La del más delicado folk pop de querencia sesentera con Monserrat, la banda del alicantino Javier Monserrat.
O la del otro folk más tradicional y netamente valenciano, el que proponen Gent del Desert. La del stoner y el hard rock con Wild Ripple o Laverge. La del rock alternativo norteamericano de filiación noventera con Smoking Souls. La del indie rock lo fi, reminiscente de aquella misma década, con The Standby Connection y Mad Robot. La del rock and roll de rompe y rasga de toda la vida con Corazones Eléctricos, Los Radiadores, Isma Romero, Santero y Los Muchachos, Aullido Atómico o Los Vicentes. La del rock fronterizo más magnético con Cándida. La del hip hop con Arkano, Tesa y el extraordinario álbum de Erick Hervé. La del soul pop satinado con Arcana Has Soul. La de la fusión de Reina Roja. La de la canción de autor heterodoxa con Sempere. La del funk rock con Funkiwi’s. La del reggae y el dub con Candela Roots. La de la electrónica de tinte industrial con los alcoyanos We Are Not Brothers. La de los scores de filmes imaginarios con Sacromonte, en trayecto de Castellón a Berlín. La del diálogo entre pop, teatro y literatura – con trama de agrio costumbrismo familiar – que se ha marcado Néstor Mir. Incluso el indie pop estatal de nuevo cuño, tal y como amablemente se estila en la festivalia ibérica de la última década, goza de emergencia con los ambiciosos Tardor, en una senda en absoluto ajena a los debutantes Dual. Y sin olvidarnos de la más singular de todas las trayectorias, la del infatigable Caballero Reynaldo con sus tributos sui generis a Prince o a ZZ Top, amén de sus nuevas aventuras disco funk junto al uruguayo Andrés Mastrangelo.
El formato corto, el de los singles, EPs y minielepés, también nos dejó trabajos más que estimables a cargo de los emergentes Mueveloreina, Dûrga o La Plata (una de las sensaciones del año), así como de proyectos con mayor recorrido como Pentatronika, Cisco Fran, Mox Nox, Lanuca o Bearoid. A veces como avance de lo que está por llegar en 2018, y otras simplemente como unidad de medida plenamente intencionada y autónoma. Todos ellos también contribuyeron a darle colorido a una escena que de nuevo se debate entre las carencias de un entramado industrial más que precario (los cierres de sellos como Comboi y Mésdemil) y las tímidas esperanzas puestas en esa normalización que nunca termina de llegar, y que debe tener en la reapertura del ente autonómico de radio y televisión a uno de sus catalizadores principales. Dentro de un año, nuevo balance sobre esas expectativas.
Foto Júlia: Jordi Arques. Foto Maronda: Javier Díez. Foto Futuro Terror + La Plata: Alicia S. Díaz-Hellín.