València, 2018: Cosas que escuchar por aquí cuando no estás muerto

por | 30 diciembre 2018 | Música, Reportajes, València

A veces son demasiadas y a veces son pocas. En ocasiones son caprichosas y casi siempre injustas. Fomentan una competitividad insana y asignan frías cualidades numéricas a algo tan intangible, tan escasamente cuantificable como cualquier arte y a la vez hecho de la volatilidad de las emociones, como es la música popular. Claro, claro. ¿Les suena todo esto?

VALENCIA-2018-BEAT-VALENCIA JazzWoman, Gener, Tórtel, Els Jóvens, Carles Dénia y La Plata.

 

En el 2018 de los ofendiditos, el año en el que hemos de polarizarnos y elevar pliegos al cielo o por el contrario abocarlos al retrete si lo que queremos es presumir de opinión (las opiniones: ¿qué sentido tienen si no se pueden lucir?) y que además se nos oiga bien alto, las cribas en forma de listas de lo mejor del ejercicio vuelven a estar en la picota. Pero como aquí somos cabezones por naturaleza, seguimos erre que erre en la labor de resumir parte de lo más granado que nos dejó el año: porque creemos que puede servir para orientar al oyente y desbrozarle un camino inabordable entre casi un centenar de álbumes que se editaron – más o menos como cada año – en la Comunidad Valenciana en el negociado del pop, del rock y de todos sus derivados. Y porque aunque el café para todos está muy bien, creemos firmemente que no toda la producción es (ni de lejos) igual de valiosa.

Si tuviéramos que avistar una cima, dos discos han sobresalido este año con herramientas opuestas: uno desde la extroversión y otro desde la introspección. Uno desde la mirada hacia afuera mientras el otro miraba hacia adentro. Pero ambos consolidando dos lenguajes musicales tan propios que conviene darles de comer aparte. Son Gener y Tórtel. No tenían fácil superar su propio listón, pero tanto el exultante y diverso Cante el cos elèctric como el magnético intimismo de Las tres tormentas merecerían compartir podio por la forma tan diestra en la que manejan códigos que son pop (ulares) y a la vez intrincados, reflejando en forma y en fondo (en sonido y en textos) la esencia de un tiempo tan complejo y – a veces – desconcertante como el que vivimos.

Justo a su rebufo podríamos situar un puñado de trabajos notables: el fascinante desafío que acometió Alberto Montero fundiendo pop e inspiración clásica, el vibrante arrebato post punk de unos La Plata que se convirtieron por méritos propios en la banda revelación del año y en la de mayor proyección estatal merced a su potente directo, la no menos reveladora forma en que Els Jóvens han resuelto la ecuación entre pop y folk tradicional valenciano, la indefinible y sugestiva fórmula de folk protoelectrónico de Lanuca, los aires brasileños con los que Nacho Casado impregnó su exquisita propuesta acústica, la solidez de esos dos buques insignia de largo recorrido que son La Habitación Roja y Doctor Divago o la gozosa diversidad de registros de ese hombre que lo hace todo en Valencia, desde el punk pop a la abstracción psicodélica con ánimo experimentador: José Guerrero por partida triple, con sus Cuello, Rastrejo y Jupiter Lion. Justo en la órbita de estos últimos, la de los mantras electrónicos de intensidad variable, despuntaron también We Are Not Brothers y Güiro Meets Russia.

Algunos de ellos, ya se ve, enfocan el talento desde prismas heterogéneos: es la forma que tienen La Muñeca de Sal de retorcer aún el rock después del rock, la que tiene Gonzalo Fuster de malear la canción pop al frente de El Ser Humano o el modo en el que Johnny B. Zero funden rock, blues y ritmos propios del hip hop lo que les hace especiales. La misma desprejuiciada forma que tienen Sitja de revestir la tradición folk local de modernidad, la que tiene la chilena Soledad Vélez de dotar de un particular misterio a su alquimia synth pop, la que Le Sheik emplea a la hora de modular su luminoso decálogo pop, la que Negro (Fernando Junquera) usa para tejer inimitables mantras con su guitarra o la que Jazzwoman (ex Machete en Boca) tiene de integrar hip hop, dancehall, r’n’b y hasta bachata en un mismo disco.

Desde presupuestos más fácilmente codificables, nuestro hip hop ha vuelto a tener a Nach (cómo no) y, en una liga menor, a Frida como mejores embajadores. El mestizaje ha contado con solventes entregas a cargo de Auxili o Mafalda. Carles Dénia ha vuelto a reformular magistralmente la tradición con Ausiàs March de más que pertinente coartada y, justo en el año en que Senior i el Cor Brutal – quizá la banda que más ha contribuido a normalizar el rock en valenciano – cumplían diez años, emergían alumnos aventajados como Joe Pask, en paralelo a la consolidación de ese indie de nueva hornada que encarnan Novembre Elèctric. Ah, y un par de interesantes rescates de última hora, que -como quien dice – a todo no podemos llegar en tiempo real: la inclasificable amalgama sintética de Fru Katinka y el estimulante indie rock de filiación noventera de Carolina Otero y Mike Grau.

No serán todos los que son, desde luego, pero este puede ser un buen punto de partida para que cualquiera de ustedes trace su propio itinerario.

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