Este mes se cumple medio siglo de la dramática muerte de Otis Redding. Con motivo de semejante efeméride, el próximo 9 de diciembre algunos jóvenes músicos valencianos (The Kojaks y Pablo Casal Group) ofrecerán un concierto homenaje en Loco Club; lo cual nos brinda una estupenda excusa para recordar la trayectoria vital y profesional de una de las principales voces de la música popular del siglo XX.
Puede que Otis Redding no tuviera la técnica vocal de Sam Cooke ni el carisma abrasador de James Brown. Tampoco era un músico genial ni un cantante especialmente arriesgado como Ray Charles; sin embargo, la incendiaria pasión con la que encaraba las baladas, entrando con intensidad para subir después el ritmo hasta agotar emocionalmente al oyente, hacía que fuera un intérprete incomparable. Además, a lo largo de su trayectoria, siempre mostró un férreo espíritu de superación y una extrema laboriosidad que lo convirtieron en una pieza fundamental de la música soul de los años 60 y en un modelo a seguir para millones de afroamericanos.
Otis Redding pasó su infancia en uno de los barrios más conflictivos de la sureña localidad de Macon, cuna de Little Richard y, como tantas otras estrellas de la época, encontraría en la música religiosa la válvula de escape ante una vida condenada a la mediocridad o la delincuencia. En la iglesia de su comunidad aprendió a tocar el piano y la guitarra, al mismo tiempo que curtía sus cuerdas vocales con los espirituales que interpretaba con el coro. A los quince años tuvo que abandonar el colegio para hacerse cargo de su familia, realizando todo tipo de trabajos aunque sin abandonar del todo su actividad musical. En esta época, sus escasos ratos libres los dedicaba a cantar en bandas locales como The Mighty Panthers o The Upsettes, donde sustituyó a un Little Richard que había abandonado el rock & roll para regresar a la música religiosa. Así podría haber pasado el resto de sus días; sin embargo el azar se cruzó en el camino de Otis Redding, empujándolo hacia la fama casi de casualidad. Una tarde de 1962, Redding había sido contratado como chófer para llevar a Johnny Jenkins & The Pinetoppers, con los que cantaba esporádicamente, a una grabación para Stax Records. Una vez que la banda había terminado su jornada, el mánager Phil Walden decidió aprovechar con Otis unos minutos sobrantes del tiempo de estudio que habían pagado. En aquella sesión nuestro protagonista grabaría los temas “Hey Hey Baby” y “These Arms Of Mine”, una canción propia con la que impresionó a los responsables de la discográfica. Así vería la luz el primer single publicado por Otis Redding; una rodaja que serviría además para inaugurar el catálogo del sello Volt. Este 7’’ se convirtió en un inesperado éxito, despachando más de ochocientas mil copias y convirtiendo al cantante en una estrella emergente.
Al año siguiente publicaría Pain In My Heart (Volt, 1964), su primer LP que, pese a contar con el buen hacer de músicos como Isaac Hayes, Booker T. Jones o el propio Johnny Jenkins, amén de The Mar-Keys, la impresionante banda de estudio que configuró el sonido de la mayoría de grabaciones de Stax Records, tuvo una tibia acogida entre el público. El disco contenía, además de los dos temas de su primer sencillo, un ramillete de versiones de Sam Cooke (“You Send Me”), Rufus Thomas (“The Dog”), Ben E. King (“Stand By Me”), Richard Berry (“Louie Louie”) o Little Richard (“Lucille”), en las que el cantante podía lucir su delicada sensibilidad para las baladas, al mismo tiempo que sacaba músculo en los cortes de mayor ritmo. The Great Otis Redding Sings Soul Ballads (Volt, 1965) sería su segunda referencia discográfica; un álbum en el que predominaban los temas lentos y suaves que Otis Redding interpreta con una fogosidad aterciopelada. Al igual que en su anterior publicación, la producción corre a cargo de Jim Stewart; sin embargo, si en aquella se acusaba una cierta austeridad sonora, para este disco consigue un resultado luminoso, lleno de sutilezas, que por momentos pone los pelos como escarpias. Aquí encontramos canciones como “Mr. Pitiful”, “Chained And Bound” o “Come To Me” que se convirtieron en clásicos instantáneos del género, así como deliciosas reinterpretaciones del “Nothing Can Change This Love” de Sam Cooke o el “For Your Precious Love” de The Impressions. La recepción comercial de este álbum, aunque mejor que el anterior, tampoco fue excesivamente entusiasta; sin embargo eso estaba a punto de cambiar.
Otis Blue (Volt, 1965) fue el disco que cambió la vida de su autor y con el que comenzó su carrera hacia la leyenda. Por primera vez nos encontramos con ese Otis Redding que atacaba las canciones con lanzallamas, destilando unas interpretaciones de desgarradora intensidad y belleza abrumadora. En menos de 35 minutos Redding es capaz de condensar toda la crudeza y emotividad propia del soul sureño con la liviana vitalidad del sonido Motown.
Pocos meses después llegaría al mercado Otis Blue/Otis Redding Sings Soul (Volt, 1965), el disco que cambiaría la vida de su autor y con el que comenzaría su carrera hacia la leyenda. Por primera vez nos encontramos con ese Otis Redding que atacaba las canciones con lanzallamas, destilando unas interpretaciones de desgarradora intensidad y belleza abrumadora. Solo hay que escuchar la furia con la que arranca el “Down In The Valley” de Solomon Burke; la serena solemnidad que transmite en “A Change is Gonna Come”, ese inmortal himno contra la segregación racial compuesto por Sam Cooke; o la rompedora elegancia con la que transforma el “Satisfaction” de los Rolling Stones, para rendirse ante un disco que marcaría un antes y un después en el devenir de la música negra. En menos de 35 minutos Redding es capaz de condensar toda la crudeza y emotividad propia del soul sureño con la liviana vitalidad del sonido Motown. De esta forma, el intérprete acompaña al oyente a través de una emocionante travesía sentimental, desde el quejido estremecedor de “Ole Man Trouble” o “You Don’t Miss Your Water” a la optimista jovialidad de “Shake”, “My Girl” o “Respect”. En esta ocasión la producción lleva la firma de Isaac Hayes, quien consigue un sonido embriagador. Con una sección rítmica robusta como el granito y un grupo de vientos llenos de un vigor arrebatador, Hayes conforma un manto instrumental sofisticado y exuberante que eleva al máximo los matices de la sedosa voz de Otis. El resultado, un disco fundamental para todos los amantes de la música pop en general e imprescindible en cualquier colección de soul que se precie.
En 1966 publicó otros dos excitantes álbumes, Complete & Unbelievable: The Otis Redding Dictionary of Soul (Volt, 1966), en el que profundiza en su faceta como autor y donde encontramos piezas tan inolvidables como “Fa-Fa-Fa-Fa-Fa (Sad Song)”, “She Put The Hurt On Me” o, la que tal vez sea su canción más representativa, “Try A Litlle Tenderness”; y The Soul Album (Volt, 1966), un LP repleto de apabullantes composiciones como “It’s Growing” o “Just One More Day”, con el que completaría la trilogía que lo afianzó como incontestable estrella de la música negra, al tiempo que sostenía a Stax Records en la competencia por el mercado afroamericano frente a Motown y Atlantic. Al año siguiente, Otis Redding encabezó la gira que llevó a los principales artistas de la discográfica por los escenarios europeos. Llegados a este punto, sería conveniente recordar que, en 1967, el soul profundo que se facturaba en Memphis tenía el impacto comercial de una música regional y que los responsables de estas composiciones, encerrados en su mundo de grabaciones a destajo, no tenían ni idea de la repercusión de sus creaciones al otro lado del Atlántico. Empezarían a entenderlo cuando, a su llegada a Inglaterra, fueron recibidos con honores de realeza, con limusina cedida por los mismísimos Beatles incluida. La consagración definitiva de Otis Redding dentro de la escena pop tendría lugar gracias a su participación en el Monterrey International Pop Festival, donde se codearía con figuras del rock como The Who, Janis Joplin o Jimi Hendrix. A priori, el choque cultural era importante; un tipo bronco del sur, acostumbrado a que los conflictos se resolvieran a balazos, en medio de una masa de jóvenes imbuidos por espíritu hippy de la soleada California. Sin embargo, Redding entendió que triunfar allí le abriría las puertas al circuito del rock, donde el trato y el dinero eran considerablemente superiores. En los veinte minutos que duró su actuación conquistó a “la multitud del amor”, al mismo tiempo que conectaba con una forma de concebir las canciones que lo diferenciaría definitivamente del resto de “soulmen” de la época. Entre medias, aún le daría tiempo para editar un disco de duetos junto con Carla Thomas titulado King & Queen (Stax Records, 1967).
A mediados de ese año, Otis Redding tuvo que tomarse un descanso tras la vertiginosa actividad que había llevado desde que comenzó su carrera profesional. Este tiempo lo aprovechó para dar forma a Jotis Records, su propio sello discográfico con el que planeaba independizarse. Aunque Stax Records fuera una de las marcas más importantes de música negra de Norteamérica y forjase una inspiradora historia de integración racial, en la que compositores, productores y músicos blancos compartieron inspiración y esfuerzo con sus semejantes afroamericanos, también es verdad que adolecía de tal ingenuidad, que la poderosa Atlantic acabó por desplumarla gracias a una cláusula del contrato de distribución que les concedía la propiedad de los masters facturados por la empresa de Tennessee. Ante esta situación, Redding comenzó la construcción de sus propios estudios de grabación en los que The Bar-Kays, el grupo que le acompañaba en las actuaciones en vivo, actuaría como banda residente, a imagen del papel que desempeñaban The Mar-Keys o The MG’s en Stax. También preparaba cambios en su sonido. Inspirado en la transformación eléctrica que acababa de atravesar Bob Dylan, Otis Redding grabó varias tomas de una balada extraordinaria que había compuesto en un estilo que a él le gustaba llamar soul-folk. En ella esbozaba una melancólica pieza sobre alguien que, sentado en un muelle, reflexiona sobre su vida. Grabada con mimo, adornada con sonidos de gaviotas y el murmullo de las olas, “(Sittin’ On) The Dock Of The Bay” no se parecía a nada que lo que había hecho antes. El efervescente empuje que solía caracterizar sus arrebatos vocales era sustituido por una resignada amargura que la hacían irresistible. Tres días después de terminar las sesiones de grabación, Otis Redding y los integrantes de The Bar-Kays se embarcaron en el avión que debía llevarles al Medio Oeste para ofrecer una serie de conciertos. A mitad de camino fallaron los motores del aparato, estrellándose en las aguas del lago Monoma. Únicamente sobrevivió el trompetista. Así, a los 26 años de edad, perdía la vida una de las figuras más queridas de la comunidad negra norteamericana. En marzo de 1968 se publicaba el single “(Sittin’ On) The Dock Of The Bay”, la canción destinada a situarle en la órbita de la escena pop y que, a la postre, se convirtió en el primer número uno en las listas de éxitos de Otis Redding. Poco después sucederían los asesinatos de Martin Luther King y Malcom X, que harían tambalearse el sueño por la integración racial, hiriendo de muerte el sueño que Stax Records llevaba cultivando durante casi una década, al tiempo que la música soul afrontaba los últimos años de su edad dorada.