Estrategias para un mundo mejor

por | 21 enero 2025 | Conciertos

Fotos Marcos Rubio

Canciones para pintar el atardecer mientras TikTok se iba a negro por unas horas en las pantallas del imperio. Melodías brasileñas y mediterráneas para confiar en un mundo mejor mientras se ultimaban los detalles de la toma de posesión de Donald Trump. Piezas suaves como los aleteos de las mariposas que insinúan posibles sacudidas en nuestros corazones. Parade y Nacho Casado, que se presentaron en Valencia el pasado domingo 19 de enero con uno de los mejores discos del año, demostraron que hay cosas por las que vale la pena luchar

Hay iniciativas que necesitan más cuidados en este turbocapitalismo de los algoritmos. Son propuestas que tienen el valor de orillar los territorios más fértiles del mainstream y que se empeñan en crecer ajenas a los aires favorables de las tendencias. Se trata de músicas que no lo tienen fácil para encontrar visibilidad en la jungla de la superabundancia de la oferta y los oligopolios de las grandes estrellas que acaparan espacio mediático. En este contexto el pop de autor, artesanal y de vocación atemporal lo tiene complicado. Ojala consigan llamar la atención de todo ese público que celebra las reediciones de Sade, añoran un directo de Everything But The Girl o llenan los conciertos de Kings of Convenience y Josh Rouse.

A las ocho, como estaba anunciado, aparecieron puntuales en el escenario. Antonio Galvañ salió primero, oteo el horizonte de la sala, comprobó que había suficiente público para navegar, se relajó y se sentó al teclado. Al instante apareció Nacho con el semblante serio, parecía tenso. Igual estamos ante otro de esos tímidos a los que cantó Morrissey. Sin querer fijarse en nada concreto se situó tras el micro y se acomodó la guitarra acústica. El de Yecla iba  vestido con pulcritud con una camiseta de rayas blancas y negras y una chaqueta vaquera azul que le daban cierto aire superocho. El ilicitano, elegante, llevaba un jersey negro de cuello vuelto y una americana de cuadros de un color gris más claro. Ambos iban impecables. En el cuidado del  vestuario se pudo comprobar el profundo respeto que sienten por el público y por el proyecto que venían a presentar.

Arrancaron con la evocadora ‘Siete noches a la semana’. Por un momento pensamos que interpretarían los temas en el orden del disco, pero no fue así. Igual fue un asunto de ecualización o de acostumbrarse al formato pero encontramos las voces demasiado fuertes para unas melodías que no contaban con la protección de las cuerdas como en el disco. En la tercera pieza incluso creímos percibir ciertos desacoples en los coros. Ya no volvería a ocurrir. Todas las partes encontraron su equilibrio y los volúmenes se buscaron hasta encontrar su punto de fusión. La posibilidad de disfrutar con las voces limpias, con los coros nítidos, con los eficaces dibujos del teclado y con ese rasgar tan sedoso de la guitarra nos ofreció una versión más desnuda y directa del repertorio. El concierto cogió vuelo. La noche se llenó de mar y recuerdos y en algunos giros intuimos el dinamismo de la arquitectura de Niemeyer y la ligereza de las noches del festival de San Remo.

Saben cuando unos músicos conquistan al público. Parade y Nacho Casado lo consiguieron con su cercanía, con sus ganas de agradar, con su interés por explicar los temas, con su manera agradecida de comportarse, con sus esfuerzos por tocar y cantar de la manera más excelsa, con ese álbum tan chulo que han soñado para nosotros, con la versión de Blue Nile que recrearon hacia la media hora de concierto, con las composiciones que rescataron de sus carreras en solitario. Con ‘Metaluna’ y ‘ Edén’ que nos erizaron la piel. Créanme si les digo que fuimos varios los que en más de una ocasión sonreímos de felicidad. Y eso que era domingo.

En el tramo final decidieron desenchufarse y abandonar el escenario para mezclarse con el público. Desde la platea acometieron la magnífica ‘Nueva York, Tokio y Brasil’ mientras recorrían la sala de un extremo a otro. Tal vez fuera esa su manera de proclamar que esos temas que escribieron en soledad son ya de todos. En la despedida se acordaron de la sublime ‘Perlas ensangrentadas’ que Canut y Berlanga compusieron para Canciones Profanas (1983). Un final estelar para un concierto sincero, emotivo y elegante. Sería tan beneficioso para el mundo que propuestas así encontraran el reconocimiento que se merecen. No se los pierdan la próxima vez, les va a gustar mucho. Quedan avisados.

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